EL MEME DE ELY

No sé quién soy.




Esa es una frase que siempre me ha parecido extremadamente acertada, porque creo firmemente que ninguno de nosotros sabemos realmente quién ni cómo somos en realidad.

Y no me refiero a que me considere una persona falta de carácter. Creo que tengo bastante personalidad, y a mi, la verdad, no me caigo mal… aunque entiendo que haya por ahí quién me considere una pesada de tomo y lomo, una idiota recalcitrante, una chula descreída o hasta una bellísima persona, que de todo hay en la viña del señor.

A lo que yo me refiero es a que, cuando uno cree tener dominadas sus reacciones, la vida repentinamente te da una patada en el culo y te sorprendes a ti misma desesperada por llegar a tiempo al trabajo –cuando siempre has sido una dormilona-, o deseando abrazar a tu hermana pequeña- cuando toda la vida has sostenido que es una idiota integral-.

Las situaciones más o menos límites nos obligar a reaccionar, y no siempre lo hacemos del modo más predecible. A veces, incluso, nos sorprendemos a nosotros mismos… como cuando mi madre, la mujer más diplomática que he conocido jamás, amenazo con “una hostia tan grande que te lanzo al otro lado de la Plaza de Vigo” a un atracador de medio pelo que tenía sujeta a mi tía. Lo predecible hubiera sido pensar que:

a) Mi madre se hubiese puesto a razonar con el caco, que iba hasta el culo de caballo, haciendo honor a su merecida fama de persona moderada, tolerante y dialogante.
b) Mi madre hubiese pedido auxilio a los cuatro vientos a voz en grito…

…pero no. Ella cogió y le amenazó con un escalímetro que llevaba en la mano con –repito- darle al caco “una hostia tan grande que te lanzo al otro lado de la Plaza de Vigo”.

¿Veis lo que digo?

Aún así, hay ciertas formas de conocer un poquito más nuestro lado más salvaje sin necesidad de arriesgarnos a una leche en plena calle.

Una de ellas es responder a los memes, un invento de la red de redes para que todos nos sintamos un poquito como esas famosas a las que les hacen test de respuestas cortas –las respuestas, digo, no las famosas… bueno, algunas también, pero eso es otro tema-

Ely, a la que quiero mucho y no se lo digo lo suficiente, me ha nominado a uno. Y a mi los memes me entusiasman casi tanto como los test absurdos del Facebook, así que allá voy.

Primero, las reglas:

1.-Responder a las preguntas en tu blog.

2. Cambiar una pregunta que no te guste por otra inventada por ti.

3. Añadir una pregunta creada por ti.

4. Pasarlo a otras ocho personas.

Y ahora el meme:

¿Cuál es tu obsesión ahora mismo?

El tiempo. En este momento de mi vida me obsesiona brutalmente el tiempo. El del reloj, digo, no el climatológico. Ese ya me da un poco lo mismo porque está más loco que yo. Y no me refiero al tiempo a largo plazo, en plan “parece mentira que hayan pasado 15 años ya”… me refiero a esas míseras y asquerosas 24 horas que tiene cada día… ¿cómo puede ser que duren tan poco? ¿Acaso el tiempo es elástico, y yo no lo sé estirar, aunque antes sabía? ¿Acaso es relativo, como decía Einstein? ¿Acaso he perdido la razón?

¿Un buen lugar para relajarse?

Pues me valen muchos, depende del momento. El bar de mi barrio un viernes por la noche, con mis amigos, charlando de la semana y del último libro que nos hemos leído… Una playa en otoño, sin gente, cuando aún no hace frío y puedes pasear tranquilamente… La casa de mis suegros (¿a que suena raro?), donde el tiempo se vuelve de nuevo elástico y huele a hierba y hace un fresco siempre agradable… Incluso el sofá de mi salón me vale.

¿Te echas la siesta?

Cuando puedo

¿Quién ha sido la última persona a la que has abrazado?

Esta mañana a mi padre antes de dejarle en casa de nuevo tras una visita médica. Yo soy un poco bipolar para esto del afecto. Hay quien dice que soy como un tojo, y quien me llama empalagosa. Yo creo que me cuesta coger confianza. Para mi el contacto físico es muy íntimo siempre. No cojo del brazo, ni de la mano, ni beso o abrazo si no siento verdadero cariño por ti. E incluso sintiéndolo, si no sé que va a ser recíproco, no lo hago. Y eso que vengo de una familia muuuuuuuy afectuosa. Pero es que soy un poco rarita para esas cosas.

¿Tu plato preferido para la cena?

Fiambre. Si puede ser cecina y queso ahumado, perfecto. También me encanta el salmón ahumado con queso fresco.

¿La última cosa que te has comprado?

Por motivo completamente ajenos a mi voluntad eminentemente lúdica, un mini portátil. Un Netbook de Acer, el Aspire One, en azul. Monísimo y super práctico… si quieres vivir pegada al trabajo 24 horas, claro.

¿Qué escuchas ahora mismo?

Un tema de Kelly Clarkson super pegadizo que se titula “My Life Would Suck Without You”, y que en realidad dice lo que todos deberíamos decirle más a menudo a la gente que nos importa. Lo bailé como una posesa en la despedida de soltera de mi amiga Uxi en Madrid y desde entonces es un tema que me da buen rollo. Me lo pongo en el I-pod una y otra vez y bailo y hago play-back con él mientras subo la cuesta del trabajo. Sí, estoy loca, lo sé. Con la música soy muy obsesiva, si un tema me engancha puedo escucharlo mil veces seguidas sin cansarme, y además, si voy andando, o estoy en el coche, en mi cabeza me monto unas películas estupendas con la banda sonora de fondo. Si algún creador de videoclips se ha quedado sin ideas, que invente una máquina para ver dentro de mi cerebro mientras escucho música… se iba a quedar flipado.

¿Tu estación del año preferida?

Los últimos días de la primavera y el verano mientras no hace demasiado calor. Me gusta la sensación de los días largos, del calor en la piel, la posibilidad del terraceo...

¿Cuáles han sido tus mejores o peores vacaciones?

Ay, qué fácil… las peores, cuando tenía 11 años en un pueblo de Portugal llamado Áncora. Dan para un post ellas solas, pero resumiendo: le alquilamos la casa a una familia que, en lugar de irse, se quedaron viviendo en la caseta del jardín y nos pedían permiso para entrar a ducharse o a beber agua. No podíamos ir a la playa del viento que hacía en aquel pueblo, y terminé en el hospital porque tuve una regla tan, pero tan dolorosa, que vomitaba y me desmayaba. Un show.

Las mejores, sin duda, unas con P.: una semana que estuvimos en Lisboa, sin un duro, en enero, un frío que pelaba, lloviendo, durmiendo en una pensión que daba miedo… pero cómo disfruté esa escapada!!!... y en Estambul. Disfruté como una niña pequeña, me encantó la ciudad, amé profundamente el país y creo que en ese viaje me di cuenta de que P. es perfecto para mi. Perfecto.

¿Qué tienes en tu armario del baño?


Puffffff… maquillaje, geles desmaquillantes, algodones, jabones especiales, cremas, serums, contornos de ojos, mascarillas, exfoliantes, tónicos, muestras –miles, cientos de miles… miles de millones de ellas-, un secador, unas tenacillas, unas planchas, media docena de cepillos, una depiladota, cera de depilar, un set de manicura, un set de pedicura, bastocillos de algodón… lo normal, vamos, digo yo.

Di algo de la persona que te pasó este meme:

Ely, te debo mucho más de lo que puedas creer

Si pudieras tener una casa totalmente amueblada gratis en cualquier parte del mundo, ¿dónde te gustaría que estuviera?

En Coruña. Me gusta vivir aquí.

¿Lugar favorito de vacaciones?

En este momento CUALQUIERA!!!

¿Cuál es tu té favorito?

El de manzana. En general no me gusta el té, pero el de manzana me encanta, sobre todo como lo preparan los turcos, suave y cálido. Cuando volvimos de Turquía nos trajimos bastante, pero evidentemente nos lo hemos ventilado ya… habrá que volver.


¿Cómo tomas el café?

Con poca leche, un terrón de azucar y más bien caliente. Y mucho.

¿Qué tipo de música te gusta?

Soy lo siguiente a ecléctica… vamos, que lo mismo me da Rocío Jurado que Vetusta Morla que Tengan y Sarah. Lo mismo salto en un concierto de Lucky Souls que hago barra fija en uno de Sex Museum. En general, pop y rock, aunque no le hago ascos a casi nada… eso sí, la electrónica sólo me gusta pasada por el tamiz del pop, rollo Fangoria. Y, como ya he dicho, soy obsesiva: me engancho con un tema y lo quemo. Luego, diez años después, lo recupero de entre el baúl de los recuerdos y de repente vuelvo a sentir ese mismo cosquilleo que sentía cuando lo escuché por primera vez. Es una de las sensaciones más alucinantes que conozco.


¿De qué te gustaría librarte?

En general de los problemas de salud. Y así, particularmente, de algunas personas… creo que hay gente capaz de empeorar su propia salud y la de los demás, fíjate lo que te digo.

¿Qué echas de menos?

Cosas, ninguna. Etapas, tampoco. Personas… a las que se fueron demasiado pronto. A las que he echado no las echo en falta, y a las que se fueron por gusto tampoco… no se lo merecen.

¿Qué estás leyendo ahora mismo?

“Sauce Ciego, Mujer Dormida”, una recopilación de relatos de Murakami. Descubrí a este escritor casi por casualidad hace tres años, con su libro “Tokio Blues”. Me enamoré de sus personajes perturbados y de sus desórdenes mentales, y he ido picando de aquí y de allá con su literatura… pero ningún otro libro firmado por él me ha emocionado tanto como “Tokio Blues”. Muy recomendable.


¿Cuál es tu marca preferida de vaqueros?

Only. Son los que mejor me sientan.

¿Qué pieza (nueva o vintage) de diseñador de ropa te gustaría tener?

Hace mucho tiempo, cuando Divina aún poblaba la ciber tierra, colgó un post hablando de un vestido negro de Dior Vintage que su tía Charlotte le prestó. Mataría por ese vestido.

¿Cuál es la combinación de colores que más usas?

Últimamente casi todas. Estoy experimentando.


¿Con qué celebridad te identificas?

Perdona, bonita, pero yo misma soy una celebridad, jajajaja

¿Vivirías tu vida de distinta manera a como la vives ahora?

Pues no sé, supongo que si las circunstancias cambiasen yo también cambiaría, pero en este momento… pues no creo, la verdad.


¿Volverías a crear el blog?

Sin duda. Sé que ahora lo tengo algo abandonado, pero realmente me ha dado muchas más alegrías que tristezas. Me sirve de desahogo, de divertimento, de conexión conmigo misma… y gracias a él he conocido gente increíble… sí, lo crearía de nuevo.

No podrías vivir sin…

Se puede vivir sin casi nada. El ser humano es increíble… pero como hay que responder algo, pues respondo que no podría vivir sin dignidad, sin sentirme a gusto conmigo misma. Chúpate esa, jajaja

¿Qué prenda (ropa, calzado o complemento) tienes en casa que tenga mucho valor sentimental para ti? ¿Por qué?

Desde hace poco –muy poco- he dejado de darle valor sentimental a las cosas. Las cosas van y vienen, y he descubierto que el sentimiento permanece con o sin ellas.

¿En el armario de qué famosa te gustaría perderte?

Coincido con Ely: en el de SJP!!!

¿Qué sueles desayunar?

Café con leche y galletas integrales.

¿Cuál es el último sueño que has tenido?

Sueño mucho y lo recuerdo siempre. Aprendí de pequeña, haciendo ejercicios para ejercitar la memoria, y sigo haciéndolos ahora porque dicen que son buenos para prevenir el alzheimer… anoche soñé con unas amigas. Estábamos en una fiesta y, no recuerdo por qué, nos cabreábamos con una de ellas por temas de trabajo.

Di tres cosas de las que te sientas orgulloso:

De mi familia. De mis amigos. De mi pareja.

¿Cambiarías algo de ti mismo?

Seguro que luego echaría de menos lo que he dejado atrás. Soy así de gilipollas.

La pregunta de Sandra: Un sueño.

Retomar las riendas de mi vida.

La pregunta de X: Si todo el mundo que conoces de tu "vida real" se enterase de que tienes un blog y no pudieras vetar el acceso más que a uno o dos, ¿quiénes serían?

A nadie. Total, creo que ya lo saben todos!!!

La pregunta de Lía: ¿Que es lo último que piensas antes de dormir?

Y mañana…


La pregunta de Elly ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?

Porque tendemos a idealizar el amor y menospreciar el sexo… cuando en realidad son igual de importantes, dependiendo del momento y el lugar.

La pregunta de Cruela: ¿Crees que si no haces ese meme y rompes la cadena, caerá sobre ti las peores calamidades como una plaga de mosquitos tigres, y aún así piensas arriesgarte a no hacerlo?


No creo en las cadenas. Me repelen, de hecho. Hago el meme por gusto y si no lo hago no creo que pase nada… más.


La pregunta de Ely: Si tienes un pantalon en verde hierba.... que calzado te pondrías con el?

Jajajajajaja… si el pantalón es sport, tipo jean, converse en color crudo, blanco o gris marengo. Si es más elegante, zapatos peep toe nude con plataforma. Y, arriesgando a tope, con algo rojo. ¿Qué tal con azulón, por probar?

Mi pregunta: Vivir merece la pena porque…

Mis nominados: No sé quién falta, pero creo que Baballa no está… no sé si está Noa… en fin, los que falteis

EDITO para aclarar que cabao de leer que Cruela también me había nominado, pero mi loca vida no me había permitido enterarme, así pues: "Cruela, espero que en mi próxima visita a Madrid podamos tomar unas cañas. Tengo muchas ganas de conocerte".

EL RETO DEL TACÓN DE AGUJA

“Si no sabes andar con ellos, no te los pongas”



Así de contundente se muestra Christian Loboutin en una entrevista que la Revista Elle de abril publica en exclusiva.

El gran maestro zapatero, artífice de los sueños de muchas mujeres, entre las que, además, me encuentro, desgrana en el artículo algunos de los secretos de su arte. Y, en la última línea, preguntado por la entrevistadora a cerca de los posibles consejos para caminar encaramada a unos stilettos de 15 centímetros, el diseñador responde “Si no sabes andar con ellos, no te los pongas”…

…y tiene razón… un momento… ¿o no la tiene? Recapitulemos:

La gran frase –porque a mi me parece grandiosa, lo reconozco- viene a ser una versión moderna y elegante del famosos dicho popular “Ay, Manolete, si no sabes torear pá qué te metes”, un dicho que yo siempre he encontrado maravillosamente kistch y muy válido. Es, por ejemplo, aplicable a gente como los Maddoff o Lemman Brothers del mundo: si no tienes ni idea de fluctuaciones monetarias en el mercado, igual era mejor no meterte a borcker de bolsa, y menos con el dinero de los demás… vamos, digo yo.

También es aplicable en casos como algunos candidatos y/u/o aspirantes a cantantes/actores/modelos… vamos, que si cantas como un gato al que la han pisado el rabo igual era bueno que pasases de hacerlo. O si tienes la misma gracia desfilando que una vaca lechera, igual tampoco es tu profesión ideal.

Sin embargo, yo me pregunto… ¿significa esto que debemos rendirnos a determinadas evidencias sin luchar?

Porque por esa regla de tres, el que suspenda el examen de conducir la primera vez igual debería plantearse el abono vitalicio de transportes… y tampoco es eso.

Entonces… ¿dónde está el límite? ¿Cuántos intentos demuestras que es mejor no volver a levantarse? ¿Una retirada a tiempo es una victoria?


Yo soy de las que suspendió tres veces el práctico de conducir. No una, ni dos… no, no, señores, tres… nada menos que tres veces. Pero sabía que podía. Quería creer que podía. Y pude. Me costó lágrimas, esfuerzos y casi 400€ de renovación de matrícula, pero pude.

También soy de esas que tenían dos pies izquierdos… preguntadles si no a mis amigas, que todavía recuerdan la gran hostia que me metí en el pub de moda de Coruña, hace unos quince años, cuando rodé escaleras abajo los tres tramos de la entrada con sus descansillos de metro y medio incluidos ante la mirada atónita del personal, que no sabía se salir huyendo ante la bola de bolos humana o directamente mearse de la risa.

Pero me reconduje. Era de las que no podía dar dos pasos sin besar el asfalto, y ahora no me bajo de mis tacones ni para ducharme. Esto, amigos, significa que no todos los retos son imposibles aunque a veces lo parezca.

Pero la pregunta entonces es, ¿cuándo intentarlo deja de ser valiente y pasa a resultar patético? ¿Por qué examinarte de selectividad 10 veces es vergonzoso, y hacerlo de oposiciones a secretario de ayuntamiento es normal?

Yo creo que el matiz está en dos cuestiones fundamentales:

La primera, en la importancia personal/social que demos al reto que vamos a perseguir
. Si para nosotros lograr el título de patrón de barco es lo más importante de nuestras vidas, nos importará un cuerno examinarnos 10 o 100 veces con tal de alcanzar el objetivo… pero lo cierto es que, desde fuera, el objetivo se ve simple y ramplón. Otro gallo nos cantaría, si embargo, si hablamos de lograr un premio Nobel. Ahí el número de intentos/nominaciones añade mérito al premio, como a los Oscar o a los Goya. Si hasta hemos creado una especie de “premio de consolación” para esos casos: el eterno nominado.

La segunda cuestión diferencias es el factor realismo/ensoñación. Los retos realistas restan en ridículo, mientras que los surreales, suman. Por ejemplo, tratar de conquistar por todos los medios al tío bueno de tu oficina tiene más visos de ser considerado “normal” que coger un avión a Los Ángeles para tratar de convencer a George Clooney de que eres la mujer de su vida y él ni si quiera lo sabe.

En las relaciones sentimentales el límite entre la perseverancia y el ridículo cuenta, además, con un problema añadido: la actitud del otro. No es lo mismo ser perseverante y hasta persecutorio con una persona que nos da pie, que tontea con nosotros y nos corresponde aunque sólo sea en parte, que serlo con alguien que nos trata como a una colilla mojada… el problema es que, a veces, el interpelado/a no es consciente o no quiere serlo de este trato vejatorio del objeto de sus deseos.

El caso es que, pensando en todo esto, me di cuenta de que la frase de Loboutin no me parecía del todo acertado para el contexto al que se refería.

¿Qué hacer si no sabes andar con unos tacones de 15 centímetros?... pues, como con todo en la vida, depende de lo mucho que te interesen esos zapatos. Si os sirve de algo, yo aprendí a caminar con ellos.

BREAKING UP IS HARD TO DO... pero que no se note

Hay un tema de los cincuenta, de esos de pop blandito con faldas de tul con mucho vuelo y cazadoras de cuero con gomina en ristre, que asegura que “romper es difícil” (Breaking up is hard to do).



Es verdad.

Claro que es verdad. Romper una relación, la que sea, es siempre un paso complicado y doloroso. Aunque la que tome la decisión sea una, y lo haga convencida y feliz. Deshacernos de parte de nuestras vidas, tenga esta forma de novio, amigo, pareja o sencillamente trabajo, siempre supone comenzar una nueva andadura, y por lo tanto resulta complicado y muchas veces requiere una dosis extra de autoestima.

Yo no soy nada propensa a las rupturas. He tenido algunas, claro, como todos los seres humanos, pero al margen de una ruptura laboral que terminó como el rosario de la aurora, el resto resultaron ser finales de etapa bastante llevaderos y poco dramáticos. Yo es que no tengo alma de Scarlett para esto de las rupturas.

Sin embargo, hay gente que lleva fatalíticamente esto de romper. Por ejemplo, ahí están esos famosos “ex” internáuticos, que se dedican a hacer públicas las fotos más íntimas de sus ex parejas en la red de redes. Existen incluso páginas dedicadas en exclusiva al escarnio público y malintencionado de quienes han dejado –o han obligado a dejar- al otro. Incredible but truth, señores.

Yo, con mi carácter poco dado al resentimiento, pero mucho a la venganza y la superación (del otro y de una misma), y uniendo esto a mi soberbia innata y aprendida, soy de las que considera que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y que si alguien te deja, o dejas a alguien con un cabreo como una plaza de toros de por medio, lo mejor es ir por la vida haciendo como que “el otro” no existe. Habla cucurucho que no te escucho. Y si de paso puedes darle en las narices, mejor que mejor.

¿Te ha dejado tu novio?, pues tu te enrollas con uno más guapo, más joven, más rico, más listo, o todo junto, vamos. O directamente te declaras soltera y feliz, y te dedicas a mariposear de fiesta en fiesta y de cama en cama cuando te de la real gana, elevando tu vida social –y de paso el arrepentimiento del otro- a la enésima potencia.

¿Te han echado de un trabajo?, pues tú encuentras uno más interesante y mucho mejor pagado, o te paseas por la calle con una amplia sonrisa demostrando a todo el universo que parada se vive mejor.

¿Una amiga tuya ha dejado de hablarte?, pues tú quedas con las más fashion, las más divertidas, las más interesantes… y si nosotras no tenemos tiempo, pues con las siguientes en la lista.

Básicamente, mi sistema de venganza se reduce a demostrarle a la parte contraria que sin ella estás muchísimo mejor, y que, definitivamente, el dejarte ha sido el mayor error de su vida, y estar con él/ella, el peor error de la tuya.

Pero hay gente que no se lo toma así de bien, o que sencillamente pierde los papeles –y de paso el autocontrol- cuando se sienten engañados o dejados.

Es famoso el caso de aquel novio que, dejado por su chica, hizo público en Internet un video de sus encuentros sexuales más íntimos.

Conocí a una persona que llego a vivir un momento “Atracción Fatal” de lo más inquietante, con llamadas amenazadoras y acampada en las escaleras de su apartamento incluidas. Cambió tantas veces de número de teléfono que ya no sabía ni dónde encontrarle.

Samantha Jones encarnó perfectamente este tipo de venganza fugaz y poco meditada cuando, cornuda y apaleada, se dedicó a repartir panfletos por toda la 5ª Avenida asegurando que su ex amante, un conocido hombre de negocios, tenía la polla más pequeña que había visto jamás.

Entre el papel couche también ha habido sonoras rupturas, de esas que asustan hasta de lejos, como la de Güiza y la Bermúdez, con amenazas de suegra incluidas. Yo sería más del rollo Chenoa y Bisbal: daría una improvisada rueda de prensa en la puerta de mi casa –eso sí, yo saldría maquillada, porque una cosa es mostrarte dolida y otra salir a la calle sin rimel-, y pediría respeto para los dos. Ahí, como una señora, qué coño.

Pero es que esto de las rupturas dolorosas ha alcanzado un nuevo nivel gracias a la red de redes. Y las primeras en aprovechar este nuevo medio de comunicación en pleno auge han sido Lilo (que hay que ver que apodo más tonto) y su eX novia, la Dj Samantha Rosson. Al parecer, ambas se intercambian mensajes del tipo “me has partido el corazón” y “tu hermana es una puta” a través de Twitter, una red del tipo Facebook o Tuenti, pero en versión artista holliwoodiense.

Este nuevo método de aireamiento de intimidades a la hora de una ruptura me resulta, cuando menos, curioso, porque, si bien es cierto que poner a parir al otro es el método más antiguo que existe para recomponer un corazón hecho pedazos, no es menos cierto que no es lo mismo despellejar a tu ex en la calidez de la intimidad de una pandilla, en que medio del frío Word Wide Web, a la vista de todo bicho viviente. Sobre todo porque si luego te arrepientes de lo que has largado por esa boquita en el momento del calentón, es mucho más difícil recapitular.

Quizás por eso, y conociendo como conozco mi carácter extrovertido, propenso a contarlo todo de todo el mundo –por eso soy periodista, que es lo mismo que ser cotilla profesional-, y tras conocer el alcance que la red Twitter ha dado a la ruptura de las dos nínfulas americanas, he reafirmado mi teoría de que no existe mejor forma de torturar a un ex.lo.que.sea que demostrando que sin él –o ella- estás mejor que nunca.

Porque “breaking up is hard to do”… pero antes muerta que que se me note.

THE GIFT

Éramos alrededor de treinta personas, todos veinteañeros, en aquella fiesta de cumpleaños. Cumplía 22, si no recuerdo mal, y celebré la fiesta en casa de mi ex (entonces todavía actual), durante las vacaciones de semana santa.




En mi pandilla, compuesta casi a partes iguales por chicos y chicas, existía una especie de acuerdo tácito: ellos ponían su parte del dinero y ellas se encargaban de comprar el regalo. Yo sólo debía llenar de alcohol y patatas fritas la cocina de la casa. Así había sido en los últimos 5 años, pero en aquella ocasión, nunca sabré muy bien por qué, los chicos decidieron romper con la tradición y comprarme ellos mismos su parte del regalo.

Llevábamos ya unas cuantas copas cuando requirieron mi presencia en el salón para entregarme los regalos. J. acercó un enorme paquete, de más de un metro de alto. Tenía una forma extrañamente irregular y un envoltorio de color amarillo huevo precioso.

Lo abrí ante las miradas de complicidad de ellos, y las caras de intriga de ellas, para descubrir… una rana. Sí, señores, mis amigos me habían regalado una cometa gigante con forma de rana voladora, con sus branquias y sus ojos saltones y sus patitas o como quiera que se llamen lo que tienen las ranas… una rana de metro y medio de largo que se transformaba en un enorme ovni (objeto volador no identificado) cuando la desplegabas.

Es el regalo más raro que me han hecho en mi vida… y, sin embargo, debo reconocer que se trata de un regalo en toda regla, porque cumple con algunos de los requisitos imprescindibles del concepto “regalo”. A saber:

Era algo sorprendente
Era algo que jamás me habría comprado yo misma
Era algo que no necesitaba

Vale, también es verdad que era algo en lo que jamás me habría fijado durante una tarde de compras, pero, por lo demás, se ajustaba perfectamente al concepto “regalo”. Y todavía hoy la conservo. Gracias chicos.

Toda esta disertación viene a cuento porque este fin de semana, con dos cumpleaños consecutivos y sus consiguientes regalos, he tenido la oportunidad de comprobar que el concepto “regalo” no es el mismo para toda la humanidad occidental.

Por ejemplo. Noa, Ely y yo tenemos un concepto de regalo bastante similar. Sin embargo, tras la cena compartida este pasado fin de semana, ha quedado manifiestamente claro que nuestras parejas, todas ellas masculinas, no comparten la definición del concepto.

Llegué a creer que se trataba de un problema cromosómico. Algo así como el tema del vello corporal, o de la voz grave. Pero luego recordé los regalos que mi abuela paterna me hacía y llegué a la conclusión de que, si bien la buena de mi abuela era mujer XX cien por cien, su concepto de “regalo” se acercaba más al de P. que al mío.

Mi abuela era una de esas mujeres prácticas que al llegar tu cumpleaños te regalaba un sobrecito con dinero y… (agarraos, que vienen curvas), un paquete de bragas de ganchillo blancas. Estas, además de resultar completamente faltas de interés y absolutamente incómodas, terminaron por estar fuera de lugar una vez que sobrepasé con éxito el preescolar… pero ella, erre que erre, empeñada en regalarnos bragas de ganchillo, porque, claro, era práctico regalar ropa interior.

Primer error, queridos: un regalo no ha de ser práctico, salvo que el regalado lo haya solicitado expresamente. ¿Y por qué? Porque cuando algo es práctico, cuando es necesario, cuando lo preciso a diario, yo misma me encargo de comprarlo. Es como si me regalases la recarga de la tarjeta del autobús. Una cutrada, por otra parte, por mi práctica que sea.

Por eso aquella rana era un buen regalo: porque era de todo menos práctica. De hecho, no valía absolutamente para nada.

Al margen de la necesidad-practicidad del regalo, hay otros valores a tener en cuenta. Por ejemplo, de nada sirve queme regales una maravillosa estancia de fin de semana en la estación de esquí de Baqueria con todos los gastos pagados, si yo aborrezco el esquí.

Este tipo de regalos son los que yo llamo “regalos personales”… porque el regalador se los regala a sí mismo. Suelen partir de alguien lo suficientemente cercano como para no aportar “ticket regalo” (“no te preocupes, mujer, no pasa nada, el viernes que viene cuando nos veamos te traigo otra cosita”), y precisamente por eso sorprende sobremanera, porque parece incomprensible que ese “amigo” que tan bien te conoce te haya regalado unas botas de montar del 39, sabiendo como sabe que tú calzas un 36… y que jamás te has subido a lomos de un animal que no tuviese DNI y cuenta corriente.

El arte del regalo –porque es todo un arte- requiere, sobre todo, una sabia mezcla del “ni para ti ni para mí”. Es decir, debe buscarse algo que agrade al regalado y que al mismo tiempo no produzca urticaria al regalador. A mi esta premisa me resulta sencilla de seguir cuando regalo a mi hermana, o a mi chico… y más complicada en el caso de determinad@s amig@s, cuyos gustos no comparto. Aún así, trato de ser fiel a este principio siempre, buscando el equilibrio entre ambas partes.

Anoche, después de una cena maravillosa y una sobremesa divertidísima –gracias, chicos-, P. y yo nos fuimos a casa dándole vueltas al tema “regalos”. Lo cierto es que somos, en ese punto concreto, la luna y el sol. Yo le doy mucha importancia al detalle, al hecho de que alguien se haya molestado en gastar su tiempo –no tanto su dinero, eso me da más igual- en buscar algo por y para mi. Yo lo que espero de un regalo es el cariño y las molestias que el regalador se ha tomado.

P. es completamente diferente. Él espera algo práctico y sencillo. Una cena, un viaje, un aparato electrónico de esos que tanto le gustan… O un cheque regalo, ya comprará él lo que quiera.

Y no, no es cuestión de dinero. Hay regalos que valen mucho, mucho más de lo que cuestan:

La caja de chupachups que me regaló mi hermana cuando cumplí 16, cada uno con una presunta virtud mía: 16 chupachups, 16 años, 16 virtudes.

El colgantito de plata que me regaló mi hermano el año que descubrió que él también podía ser rey mago.

El libro que me regaló P. el primer cumpleaños que pasamos juntos. Lo encargo porque estaba descatalogado.

… aunque claro, tampoco le voy a hacer ascos a un viaje a NY, que quede claro.

Total, que tras muchas disertaciones no me ha quedado nada claro si el tema de los regalos inoportunos es algo inherente al cromosoma Y o, por el contrario, se trata de un problema de aprendizaje cultural.

Yo, por si acaso, dejo aquí en la red el aviso a navegantes: que nadie me regale ropa interior de algodón blanco, por favor. Es el peor regalo del universo.