
…al menos, no como se supone que lo siente la gente “de bien”, esa que se emociona con el himno y llora de encogimiento frente a la bandera. Yo no soy así. A mi el himno me parece un tostón de mucho cuidado, que suena a rancio y encima no tiene letra, lo que dificulta mucho la tarea de cantarlo en actos públicos; y la bandera… pues no sé, chica, la encuentro como sosa. Con tres colores me parecería más mona.
Y, reconozcámoslo, los españoles, así, como colectivo popular, seguimos divididos en dos Españas, que podrían resumirse en “España de derechas” y “España de izquierdas”, eso sí, con todos los matices que queráis. Y ese primer sector “de derechas” se “apropió” durante mucho tiempo de los símbolos nacionales, motivo por el cual el otro lado de la España del ejemplo sentía cierta urticaria al contemplar la rojigualda o al escuchar el “chunda chunda tachundachundachunda”. Ser patriota era sinónimo de ser conservador, cosa que, por otro lado, no deja de ser una asociación de lo más libre y poco justificada.

Pero, ay, amig@s bloggers, los tiempos están cambiando, y del mismo modo que la derecha, tradicionalmente unida al poder, y no a los cambios sociales, ha descubierto el atractivo e irresistible poder de la manifa callejera de toda la vida, la izquierda está aprendiendo a romper sus tabúes frente a los símbolos estatales. No en vano el Estado es de todos, de unos y de otros, a partes iguales, pese a quien pese.

Toda esta reflexión viene al caso porque anoche, entrando en casa después de un parón navideño más que merecido, tropecé en el buzón con la revista Elle de enero, que desde la portada ya anuncia intenciones. Abres sus páginas y el oro y rojo de sus reportajes te anonada. Un número completito dedicado al sentimiento español, en su más amplio sentido.

Porque a día de hoy, y afortunadamente, ser español, o sea, de España, ya no es sinónimo de ser una señora con rulos y guatiné, o un señor bajito con bigote y alerones. Ahora puedes ser Pe, o Nadal… triunfadores guapos, listos y elegantes que alardean por el mundo delante de su españolidad racial sin límites.

Pero… ¿existe la “raza española”? ¿existe esa españolidad de la que hablamos? Al margen de la evidente pertenencia a un mismo estado, nada tienen que ver un taxista de Manresa con una dependienta de El Barco de Valdeorras… ¿o sí?

Analicemos la evidencia: dentro de casa, jugando en nuestro campo, los españoles somos los más separatistas del mundo; los de Madrid piensan que los catalanes son unos peseteros; los catalanes, que los gallegos son unos paletos; los gallegos, que los andaluces son unos vagos… y todos, en general, que el de enfrente es gilipollas. (Y por favor que nadie se hiera en susceptibilidades, que no es ni de lejos mi intención. Recordad que esto son ejemplos para ilustrar el tema).
Ahora bien, fuera de casa, en campo contrario, la cosa cambia, y mucho: Tú sales a pasar unos días a Londres, por ejemplo, y la comida te parece una mierda porque “en España sí que se come bien”, las calles te parecen feas porque “en España sí que tenemos sitios preciosos”, la gente te parece fría y siesa porque “en España sí que sabemos disfrutar de la vida”… y además te abrazas a cualquiera que salga del metro braceando y gritando –porque sí, amigos, los españoles braceamos y gritamos mucho, pero mucho, mucho-.
Sufrimos de lo que servidora ha determinado bautizar como “patriotismo de largo alcance”. Vamos, que solo nos alcanza cuando nos largamos y echamos de menos las migas de la abuela. Mientras comíamos migas lo que queríamos era ser franceses y comer foie con baguette.
Que este sentido patriótico extrañamente dimensionado esté cambiando algo –que no del todo- y que los símbolos estatales hayan dejado de dar reacción alérgica a los votantes más a la izquierda del centro se debe, en buena medida, a la exportación de figuras nacionales, empezando por los actores y cantantes y terminando por todos esos deportistas que parece que los hemos diseñado genéticamente para este año 2008, oye, que perderemos hasta la camisa pero ganamos todos los torneos que se nos pongan por delante, da lo mismo tenis que baloncesto que petanca… hasta en fútbol hemos ganado este año… lo nunca visto bajo la luz del sol, señores.

Total, que como votante de izquierdas reconocida que soy vencí mi urticaria irracional frente al Elle de enero y me sumergí en las vidas de todos esos españoles –de todos los rincones de España-, para empaparme un poco de ese sentido del honor rollo “los tres mosqueteros”… no me ha dado por cantar el “banderita tú eres roja…” pero lo de “yo soy español, español, español” empiezo a tenerlo dominado. Será porque es más fácil de aprender.
FELIZ 2009 A TOD@S

HOY EN CORUÑA: Pues como fin de año está a la vuelta de la esquina, y no me apetece mucho hacerle publicidad a las mil cuatrocientas fiestas privadas que se celebran, atestadas de gente, os recomiendo que hagáis como yo y organicéis fiestecita en casa con los amigos. A la mía estáis invitados, por descontado. Terminantemente prohibido el cotillón.

SUENA EN MI I-POD: “Merry Christmas, i don´t wanna fight tonight” de los incombustibles Ramones, los reyes del punk rock, capaces de editar más de una docena de discos donde distinguir un tema de otro es todo un reto. Este villancico punk está contenido en el álbum “Brain Drain”, editado en 1989.