TAN DIFERENTES, TAN IGUALES



“Es guapo"

Eso es lo segundo que pensé al ver las imágenes de Andrés Behring, el psicópata (porque tiene que ser un psicópata, qué otra explicación si no?) que hace unos días desató el terror en Noruega.

Es un terrorista.

Y es guapo.



Este monstruo fue capaz de disparar a sangre fría a más de 50 personas porque pensaban "diferente"

Dos conceptos, que, no tengo ni idea de por qué, en mi cerebro chocaban, se enfrentaban, parecian absolutamente incompatibles.


Osama Bin Laden, la primera imagen que se le viene a la mayoría a la cabeza al hablar de terrorismo


¿Qué diferencia hay entre este loco rubio de ojos claros y porte aristocrático y e radical islámico de tupida barba y ojos oscuros? ¿Qué separa a este asesino de los que aparecen, con corte de pelo kiote y mirada firme en los carteles “Se Busca” de la banda ETA?

Por dentro, pocas o ninguna. Diferentes “cuasas”, pero idénticas ideologías únicas y separatistas que no contemplan la posibilidad de “el otro” como entidad. Y, desde luego, el mismo chip fundido en el cerebro que permite a lo que en algún momento fue una persona planear friamente el asesinato de decenas de sus semejantes por el simple hecho de “ser diferentes”.

Y, sin embargo, es cierto que no son iguales. Y no lo son porque a este monstruo concreto le protege la más poderosa de las máscaras humanas: la belleza.



De Juana Chaos, el ejemplo de terrorista de ETA que más rápido he recordado

Estamos programados para amar lo bello. La imagen, el sonido, el olor... lo que podemos percibir de un simple vistazo, sin mirar más allá, es nuestra primera toma de contacto con la realidad que nos rodea, y nuestro cerebro, deficitario y simple, procesa esas sensaciones como absolutas.

Amamos lo bello. Las personas guapas, las voces armoniosas, los gestos rítmicos, los olores agradables, nos hacen sentirnos bien y, automáticamente, los encasillamos en nuestro personal departamento mental de “buenos”.

La imagen cuenta, eso nos han enseñado y eso hemos aprendido... y no está mal. Sólo que a veces somos demasiado simples, y asimilamos sin prudencia que alguien bello es buena gente, que las personas que hablan con voz pausada y suave son tranquilas y sosegadas... y no es necesariamente así, porque, amigos, las apariencias engañan.

Ayer, tomando algo con unos amigos, comentábamos el horror noruego y todos convenían conmigo que les había asombrado, sorprendido, más bien, que el asesino sin conciencia autor de la masacre fuese un hombre tan atractivo, tan rubio, tan alto y tan bien parecido. Alguien que, de habernos cruzado por la calle, habríamos elogiado. Qué cosas tiene la vida, ya veis.

¿Qué diferencia a este terrorista de los demás? Nada, en esencia, aunque todo, en realidad, sencillamente porque este loco no encaja con la imagen de asesino sin corazón que nos hemos creado.

Porque las apariencias importan, pero también engañan... es lo que tiene ser humanos.




SUENA EN MI I-POD: Esta vez es el turno del rock, chicos. Este fin de semana Santander celebra el In Festival con la presencia de The Jayhawks y Eli Paperboy Reed... y estaré allí, por supuesto!

IZQUIERDA, IZQUIERDA, IZQUIERDA, a veces derecha, IZQUIERDA


Este no es un post político. Ni si quiera es un post social, por mucho que pueda engañar el título... este es un post sobre mi, sobre mi infancia, y sobre las circunstancias de mi vida.

Porque hoy, aquí, y ahora, quiero confesar que... soy zurda.



El zurdo más famoso del mundo, Ned Flanders.


Pero zurda, zurda. Zurda zurdísima. Zurda que te cagas. Zurda de esas que el lado derecho del cuerpo lo tienen sólo y exclusivamente para equilibrar.



Sí, amigos, la bella Jolie también es zurda, zurda, zurda.


Supongo –no lo sé porque no me acuerdo- que soy zurda desde que nací, porque no recuerdo haber utilizado la mano derecha jamás hasta bien entrada la edad prepúber, gracias, sobre todo, a que mi madre se negó rotundamente a que las monjas del colegio me “corrigiesen” lo que ellas consideraban “un defectillo”.



El hombre más rico del mundo, Bill Gates, es zurdo también.


Mis padres habían hablado con el médico, preocupados por mi tendencia a la izquierda, y el pediatra, uno de esos médico con mil años de experiencia pero que en los 80 decidió reciclarse y volver a estudiar, les dijo que a mi no me pasaba nada “su hija es zurda, señores, pero eso no es ni malo, ni bueno. Es, y punto. Seguramente, si los estudios están en lo cierto, será más torpe que la media en motricidad, pero dentro de lo normal, pero también más espabilada en temas de comprensión oral”.


Y el más listo del mundo, Albert Einstein, también lo era.


No sé si los estudios estaban en lo cierto, pero conmigo acertaron 100%. No sé hacer el pino, pero a los dos años decía “no obstante, sin embargo” con absoluta naturalidad.

El caso es que, como el médico les aseguró que ser zurda no afectaría a mi vida cotidiana, pero que, sin embargo (lo veis??), corregirme sí podía llegar a suponerme un trauma, mis padres prohibieron terminantemente a las monjas que me atasen la mano izquierda a la espalda, una práctica muy corriente allá a primeros de los ochenta.


Marilyn era zurda también, además de miope perdida.

Las monjas no tuvieron más remedio que hacerles caso, y así salí yo. Zurda, digo.

El caso es que, como en el colegio, al menos en mi época, se empleaba mucho aquello de los ejemplos para el aprendizaje, me pasé media infancia escuchando aquello de “la derecha es la mano con la que escribes”, lo que derivó en terribles problemas de lateralidad... sigo teniendo que pensarme dos veces cuál es la derecha, como en la vida misma... igual ser zurda es una avance genético para prepararnos para la política que se nos viene encima... pero vamos a centrarnos, que me desvío, y ya dije al principio que este no era un post político.


El duro de Hollywood por excelencia, Bruce Willis, es zurdo perdido.

Mis padres, progenitores preocupados y centrados en nuestra educación, notaron mi desconcierto con respecto a las diferencias entre izquiera y derecha –posicionalmente hablando-, y optaron por hacerme consciente de mi propia “zurdez”. Así que, desde que tengo uso de razón, soy consciente de que soy zurda, “porque la mayoría de los niños escriben con la derecha, pero tú no, tú escribes con la izquierda”.



... y uno de mis ídolos de juventud, el malogrado Kurt Cobain


Ser zurda no me ha supuesto ningún problema, la verdad. Abro las puertas, ventanas, neveras y latas con total normalidad –estas últimas con más ensayos, pero vamos, que reto conseguido-; corto con las tijeras como todo el mundo, jamás me ha supuesto ningún inconveniente en esta vida, y, ya semi adulta, incluso adapaté voluntariamente mi vida a los diestros: utilizo el cuchillo como ellos, y toco la guitarra como una diestra, porque aprendiendo así me garantizaba que, si en medio de una actuación se me rompía una cuerda, cualquiera podría prestarme la suya.



Barak Obama es zurdo también... a ver si va a ser vedad que somos mayoría y no lo sabemos...


Mi “zurdez” no ha hecho mi vida diferente, ni me la ha complicado, salvo en dos momentos muy concretos de mi vida: me costó un huevo aprender a jugar al billar, porque es jodidísimo encontrar un maestro zurdo –y eso que en mi pandilla somos mogollón, de hecho, más zurdos que diestros.. ahora que lo pienso igual nos olemos o algo...-, y cuando tenía 9 años por poco me mandan a un colegio para superdotados por error.

Sí, sí, habeis leido bien. A los 9 años estuve a punto de terminar confinada en uno de esos colegios surrealistas para niños listísimos, en el que a buen seguro lo hubiese pasado fatal, porque yo no era listísima, era zurda, y punto.

Todo fue culpa del psicólogo del colegio. Al pasar a segundo grado de EGB (tercero, cuarto y quinto), el colegio le pedía al psicólogo que nos hiciese una sencilla evaluación para determinar nuestra madurez mental, nuestra adapatación social y cuatro cosillas más. Consistía en un par de test ridículos (cuáles son tus tres mejores amigas, tu color favorito, si el camino hay un muro, lo saltas o lo rodeas... esas cosas), y un par de pruebas que se hacían de forma individual en su despacho.



Las manos más rápidas y prodigiosas, las de Hendrix, eran zurdas.


Y allí estaba yo, metro veinte de zurda delante de un señor medio calvo que tenía una sierra de cartón en una mano y una pelota de espuma en la otra.

“A ver, bonita, coge esta sierra y corta la mesa a la mitad”.

Parece fácil, ¿verdad? Pues probad vosotros a cortar una mesa con una sierra de cartón... Y que conste que a mi, lo que más me preocupaba, era no equivocarme. En esa etapa era más consciente que nunca de que era zurda, porque a esa edad es a la que el resto de los niños se dan cuenta de que tú usas la otra mano, así que, para no cagarla, pregunté.

“¿Y con qué mano la corto?”

El señor no dijo nada, anotó algo en su cuaderno, y yo corté la mesa con las dos manos –por si acaso-.

Acto seguido aquel señor medio calvo me tendió el balón de espuma.

“Dale una patada muy fuerte a este balón”, dijo.

“¿Y con qué pierna quiere que se la de?”, respondí yo.



Castro es zurdo, y además nos señala, que está feísimo


El psicólogo no dijo nada, anotó algo en su cuaderno y yo le di la patada al balón con todas mis fuerzas y con las dos piernas, una primero, la otra después... por si las moscas.



Y la novia de América, Julia Roberts, es zurda también.

Una semana después, el consejo escolar llamó a mis padres para comunicarles que su queridísima hija mayor era superdotada, según el psicólogo. A mis padres les dio un hari y, cuando se recuperaron, acudieron a la reunión alucinados y completamente convencidos de que había habido algún error... y efectivamente, así había sido.

Cuando el psicólogo les explicó a mis padres que yo, actuando muy por encima del nivel que se esperaba de una niña de 8 años, había preguntado con qué mano o pie debía hacer algo, mis padre se descojonaron de risa.



Este es uno de mis favoritos... no tenía ni idea!!! Clinton es zurdo!!!

Nuestra hija no es superdotada, es zurda”, aclararon “y como es consicente de que lo es, y de que a veces, para hacer ejercicios sincronizados con otros niños, por ejemplo, en gimnasia, debe usar la otra mano, o el otro pie, se ha acostumbrado a preguntar”.


...y fin de mi periodo como superdotada. Para lo único que he desarrollado unas dotes superiores a la media es para meter la pata y para beber cerveza... y poco más. Pero creo que mis padres lo prefirieron así, y desde luego yo también... qué aburrimiento hubiese sido tener que estudiar en un colegio donde el más tonto hacía derivadas... esas que yo jamás supe hacer.



SUENA EN MI I-POD: Pues es que hoy me he levantado con actitud de viernes, y con el recuerdo de mi fin de semana en Madrid en la cabeza, así que... ¿Qué tal un poco de Alaska?... un clásico, por ejemplo, “Ni tú ni nadie”, que le viene al pelo al post, oye, porque 32 años después, sigo siendo zurda, amigos. Es lo que hay,