A ORILLAS DEL BÁLTICO ME VOY...

... y por eso os abandono temporalmente.
Muuuuuuy temporalmente, la verdad, porque el día 2 de noviembre ya estaré de vuelta, con lo que no creo que os de tiempo ni a notar mi ausencia.



Pero a mi sí me dará tiempo a disfrutar de Tallinn... sí, sí, la capital de Estonia, esa ciudad adoquinada y señoral donde la Rosa de España cantaba aquello de "Iurops livin a selebreishon". Sólo que yo paso de ponerme a dar el cante en medio de sus plazas medievales. Creo que personalmente optaré por ponerme tibia de salmón ahumado y cerveza a orillas del mar más famoso del norte de europa.



Me voy, pues, a conocer un poco más y mejor esta Europa mía, esta Europa nuestra, en la confianza de que, en mi ausencia, cuidareis convenientemente mis dominios internáuticos.



Disfrutad de la tranquilidad que dejo, porque volveré con fuerzas renovadas, y entonces sí, queridos míos, que no daré tregua.

Con amor:
María, que se marcha de merecidas y nunca suficientemente disfrutadas vacaciones, pero que os echará un poquito de menos.

DE PRINCESAS Y OTROS CUENTOS CHINOS

Vaya timo que nos ha caído encima a las mujeres con eso de ser “princesas”.



Eso es exactamente lo que pensé esta misma mañana al leer un mail de mi amiga B. Mis amigas y yo chateamos –cuando nuestros trabajos nos lo permiten- vía mail por las mañanas.

Al llegar al despacho –por aquello de que soy la que entra más temprano- me he convertido en la encargada de inaugurar el chat mañanero con un mail lleno de energía y buenas vibraciones. La idea es que, cuando todas ellas entren en sus respectivas oficinas, tropiecen entre sus correos con un mail destinado sólo y exclusivamente a hacerlas sentir bien. Y de ahí en adelante, cada una responde cuando tiene tiempo contando lo que le apetece, preocupa o interesa compartir.

El caso es que esta mañana mi mail comenzaba con un encabezamiento tal revelador como inconsciente:

“Buenos días princesas”.

No fue premeditado. Sencillamente, lo escribí. Sin más. Luego les conté que ya tengo la maleta casi hecha para mi viaje a Tallinn, que tenía muchas ganas de cenar con ellas el jueves –cena de chicas, de esas que todo el mundo debería tener (los chicos también, se entiende)- y cuatro chorradas más, para terminar deseándoles un feliz martes.

B. respondió al correo asegurando que le encantaba el encabezamiento, porque no creía en eso de que “las niñas ya no quieren ser princesas”… y eso me hizo pensar.

Porque… ¿por qué conformarnos con un cargo más honorífico que real que conlleva mil y un compromisos y ningún poder? ¿Para qué vale una princesa, a parte de para “hacer bonito” al lado del príncipe desteñido de turno?

Dándole vueltas al tema, la verdad es que cada vez me horrorizaba más el plan: tener que tragarme todo el protocolo y no poder mandar nada de nada, al menos hasta los 60 o 70 años, cuando, con suerte, y contando que la república no se pusiera en mi contra, la reina me cediese el puesto… puffff… qué pereza me estaba entrando sólo de pensarlo, de verdad.

Eso sin tener en cuenta la vertiente literaria del puesto. Porque a ver, seamos sinceras… ¿qué princesas que merezcan la pena nos ha regalado la literatura?

¿Blancanieves?
Una pobre idiota huérfana que vivía haciendo de señora de la limpieza para siete tíos que no levantaban un palmo del suelo y que encima trabajaban de mineros, lo que conlleva dejar el suelo hecho unos zorros de carbonilla al llegar del trabajo. Que tú te pasas todo el día limpiado para que luego lleguen los siete medio metros esos y griten “cari, ya estamos en casa” mientras apoyan los pies llenos de tierra en la mesita del café…. Hombre, no por el amor de Dior… por no hablar de la madrastra esa que se pasa el día tocándote los bemoles queriendo venderte una manzana… que ahora que lo pienso, ese sí que era un personaje digno de admiración: guapérrima, malérrima y con un guardarropa rollo Dior en plan Galliano extremis que enloquecería a la más pintada.

¿Y qué me decís de Cenicienta? ¿Se puede ser más pringada? Heredera de una fortuna indecente, y al servicio de su madrastra y sus hermanastras. De pequeña, al leer ese cuento, siempre pensaba “pero vamos a ver, esta tonta por qué coño no le mete dos leches a su madrastra y la manda a freír monas”. Es que no lo comprendía. Se ve que ya de niña la abnegación no iba conmigo.

Por no hablar de la Bella Durmiente. Que hay que ser pava para pasarte media vida dormida por pincharte con el huso de una rueca… y, para empezar… ¿qué hacía una princesa hilando en una rueca? ¿Es que no tenía costureras y modistas, o qué? Y encima va la muy pánfila y se casa con el primero que se le cruza por delante, hombre, que no, que hay más peces en el mar, que no puede una quedarse así con lo primero que pilla, hay que comparar un poco, chica.

Todo esto, sin tener en cuenta el hecho de que para encontrar pareja algunas se vieron obligadas a besas batracios… que no me veo yo besando sapos por el mundo adelante, la verdad.

Yo definitivamente viendo este florido plantel no quiero ser princesa. Del tema Reina ya no hablo, porque entre que tienes que tener más años que la tana y parece ser condición sine qua non el llevar un cardado digno de un mago, pues paso, sinceramente. El Infantado tampoco me convence mucho, porque suena como a rancio y encima es así un poco como Class B, que diría La Divina, y de los títulos nobiliarios de segunda y tercera división no hablo, porque no me atraen nada.

Así que, visto lo visto, me quedan dos opciones: o Maharaní, que tiene su aquel por aquello de las tierras lejanas y el olor a pachuli (que no cachuli, por favor que nadie se lleve a engaño), pero que tiene el inconveniente de la poligamia, que en principio no me apetece mucho, por aquello de las enfermedades venéreas y porque no viene aparejada de la poliandria, así que mira, como que no;… y Emperatriz.

Y oye, Emperatriz se me antoja a mi un cargo como con clase. Mandas un huevo, eres regia y elegante, y encima tienes ese halo como de misterio y drama a lo Scarlet O´Hara que no deja de tener su aquel.

Emperatriz fue Sissi, que pese a la cursilería de su apodo era una tía de armas tomar y encima ha pasado a la historia en forma de película imperecedera, que siempre es un aliciente. Y además tenía ese puntito rebelde con clase.

Emperatrices eran las damas japonesas de alta alcurnia, que, pese a lo machista de la cultura oriental, mandaban más que los propios emperadores.

Emperatriz era la gran Catalina de Rusia, mujer de Pedro I. Esta me encanta porque era prostituta, así, con todas las letras, pero se ve que la tía lo hacía tan bien que logró que el emperador le pidiese matrimonio loco de amor aún sabiendo que se había pasado por la piedra –cobrando, encima- a medio ejército ruso.

Emperatriz era Josefina Bonaparte, que fue una mujer elegantísima –aunque con un pésimo gusto en cuanto a hombres- y que pasaba mucho de las guerras de su maridito, entretenida como estaba el cepillarse media corte francesa mientras se embutía en esas casacas maravillosas de terciopelos, hilo dorado y encaje de chantilli.

Y en el terreno literario tenemos a la maravillosa Emperatriz del Reino de Fantasía, sentadita en su concha de ostra ella, con esas joyas que quitaban la respiración y rodeada de mis dos amores preadolescentes: el tontainas de Bastian, con quien todos los ávidos lectores nos hemos identificado alguna vez, y el valiente y apuesto Atreyu, con su caballo Artax entre las piernas… vete tú a saber si de adultos lo cambió por la Emperatriz… me gustaría creer que sí.

Vamos, que definitivamente yo paso de ser princesa. Yo lo que quiero es ser Emperatriz. A ser posible, soltera… lo de consorte queda fatal en las tarjetas de visita.

Dedicado con todo mi cariño a mis princesas del chat mañanero, que igual después de leer esto deciden abdicar, jajajaja

EL AMANECER DE LOS MUERTOS -Jesús, qué mañanita, por el amor de Dior-

Actualizo con un mini mini mini post, pero creo que muy ilustrativo de lo que significa trabajar en un Gabinete Político… el que sea.

Reproduzco a continuación los últimos 5 minutos de mi vida, fiel y literalmente. Algunos nombres y lugares han sido modificados para evitar alusiones innecesarias… el resto, queridos míos, es la cruda realidad.

Ahí va:





Me encontraba yo realizando el dossier de prensa y buscando en mi memoria métodos, cuando…

Ring, ring, ring… (o sea, el teléfono)

-Gabinete de Relaciones Exteriores, buenos días

-Oiga, mire, yo es que he hablado con la Xunta y me dicen que la Alcaldesa es la responsable de… (póngase aquí el nombre de una empresa molesta, ruidosa y maloliente, la que más cerca os quede)
y estoy ya hasta los cojones

-¿Perdone? Mire, creo que no nos estamos entendiendo bien, repítame lo que ha dicho.

-Es que esto es la ya hostia, a ver, que en 2005 yo pregunté en la Xunta y me dijeron que (póngase aquí el nombre de una empresa molesta, ruidosa y maloliente, la que más cerca os quede)
es responsabilidad de la alcaldesa, y es que es increíble, porque lo estáis haciendo fatal, y lo que tenía que hacer era poneros una denuncia en la Guardia Civil y…

-A ver, cálmese, es que no entiendo nada de lo que me está diciendo. ¿Dice usted que en 2005 la Xunta le dijo que (póngase aquí el nombre de una empresa molesta, ruidosa y maloliente, la que más cerca os quede) era responsabilidad de la alcaldesa? … Pero si en 2005 la señora XXX
estaba en la oposición…

-A mi eso no me importa

-Ya, pero verá, no puede ser responsable de una licencia de 2005, porque no podía firmarla, porque en 2005 no era alcaldesa, ¿comprende?

-Mira, me teneis hasta el coño, lo que tenía que hacer era plantarme ahí y cortarte el cuello y patearte la cabeza, que sois unos hijos de puta. (Eso, que viva la moderación, la diplomacia, el buen gusto y la educación exquisita, a primera hora de la mañana, hombre)

-¿Me está amenazando? (aquí yo ya estaba esperando ver aparecer a Juan y Medio con un ramo de rosas adornado con monigotes blancos y con la banda sonora de Inocente Inocente de fondo… pero no)

-Pues sí, mira

-O cuelga usted el teléfono ahora mismo, o lo cuelgo yo, se lo advierto.

-Es que tenía que mataros a todos


…y colgué, claro.

Y esto, a las 09.15 minutos de la mañana… ADORO MI TRABAJO… PUFFFFF

Y mientras, yo repito mi mantra… “quedan 8 días, piensa en la maleta… quedan 8 días, piensa en el salmón ahumado… quedan 8 días, piensa en la belleza de las calles medievales de Tallinn…”

Creo que en lugar de un aumento de sueldo voy a pedir escolta policial…

RESUMEN INFORMATIVO -madre mia cómo está el mundo...-

Llego a casa hecha polvo, con un dolor de cabeza lacerante y pensando seriamente en contratar a unos sicarios que me arreglen la vida con lo poco que queda en mi cuenta corriente, y enciendo el televisor para toparme de golpe con el mundo ha enloquecido mientras yo dormía.




En Honduras un tal Micheletti ha dado un golpe de estado, y mientras el depuesto presidente Manuel Zelaya (que será todo lo cabrón que el mundo quiera, pero es constitucional y democrático, y es lo que hay) se atrinchera en la embajada brasileña, el mundo mira misteriosamente hacia otro lado… o al menos esa es la impresión que me llevo yo mientras mordisqueo un trozo de queso.

Comento la jugada con P., que me responde que en el siglo XXI los golpes de estado son así: nada de aquellos asesinatos de la etapa romana, o de las sangrientas contiendas del siglo XX… ahora, sencillamente, los muertos se silencian y la comunidad internacional se calla… y listo. Y yo alucino bastante, pero me voy a la cama y duermo, porque soy una inconstante y una inconsecuente, además de un ser humano, claro.

Unos días después, amanezco con la imagen de unas pre-adolescentes vestidas de negro, posando con Obama y Zapatero. Me entero por una amiga de que se trata de las vástagas del presidente, que acudieron a una cena de esa guisa. Un amigo periodista que trabaja en un importante periódico regional me llama por teléfono para pedirme mi opinión sobre el atuendo de las dos muchachas, conocedor como es de mi pasado oscuro…

…literalmente oscuro, quiero decir: yo, en mi etapa universitaria, frecuenté los ambientes góticos madrileños. Salía de noche vestida de negro de los pies a la cabeza, enfundada en preciosos vestidos de terciopelo y rasos, y con las uñas pintadas de rojo oscuro y los ojos ahumados, cuando aún no estaban de moda en la pasarelas, a bailar Rammstein y The Cure en la pista del Dark Hole, en plena Gran Vía Madrileña. Eran los años de los vampiros románticos de Anne Rice, la resurrección del cine de terror de la mano de la remasterización de El Exorcista, y el regreso a las pistas de baile de Fangoria con Naturaleza Muerta. Y yo era una jovencita en busca de su propio mundo.

Me pregunta mi amigo periodista si, a la vista de la polémica que se ha montado sobre la idoneidad del atuendo de las dos hijas del presidente, sería tan amable de darle mi opinión: “¿Son las hijas de Zapatero góticas?”, me pregunta. “Lo que son es adolescentes”, le respondo, mientras me planteo para mis adentros en que mundo vivimos, donde la imagen de dos niñas en plena edad de rebeldía vestidas de negro y con Doc Marteens en los pies –por cierto, de moda este invierno- resulta de debate público y hace rasgar las vestiduras de cientos de políticos, cuando el caso Gürtel planea todavía sobre nuestras cabezas.

Discuto el tema en una comida familiar de domingo, y mientras mi hermana asegura que es “vergonzoso” que las dos niñas se presenten así en una cena, yo sostengo que son adolescentes, y eso justifica casi cualquier atuendo, aunque seas hija de un presidente. De hecho, sigo creyendo a pies juntillas que la adolescencia es la peor etapa de la vida de cualquier ser humano, solo comparable al paso por “Gran Hermano”, por aquello de que “ya sabes, aquí dentro todo se magnifica”.

Discuto, me asombro… pero me voy a la cama, y duermo igualmente.

Y unos días después, con todo esto rondando aún mi atolondrada y cabreada cabeza, regreso a casa de nuevo –la idea del sicario toma forma… pero eso es otro tema-, y me siento a cenar en el salón con P.

La pizza casera de salmón y tomate se enfría mientras el telediario nos explica con detalle cómo los 17.000 folios desclasificados del Caso Gürtel (sólo la tercera parte del sumario, que digo yo que debe pesar más que Falete) que el Supremo ha hecho públicos cuentan entre sus protagonistas con nombres tan importantes como el ex – presidente Aznar, o su yerno, Alejandro Agag, amén de los ya conocidos Bárcenas, Correa, Camps y compañía.

Oigo con estupor cosas como que existen relojes de 20.000 euros… y que además hay quien los regala (que digo yo que ya podía tocarme uno a mi, oye), comisiones que superan los 10 millones de las antiguas pesetas por contrataciones fraudulentas, y gente con un gusto tan pésimo a la hora de escoger sobre nombre para figurar en la Caja B como para decantarse por Don Vito (pudiendo escoger cualquier otro, que es que hay que ser cutre, coño).

Y lo mejor de todo, lo verdaderamente alucinante, es que estoy convencida de que, aunque se demuestre que todo esto es cierto –o que la mitad es cierto, que ya es mucho- no les pasará factura política, porque en este país somos así, y estas cosas las asumimos con total normalidad. Y yo alucino.

Pero, aún alucinando y todo, me apetecen unas natillas de chocolate de postre, y mientras P. me las acerca de la cocina, yo zapeo en la televisión para toparme de bruces con un programa nuevo en Antena 3, “Clase del 63”, donde se recrean los métodos educativos de mediados de los 60… o sea, lo que vivieron mis padres… obviando las hostias como panes, claro, que no son nada políticamente correctas.

No me preguntéis por qué, pero me engancho al programita de marras, y, entre cucharada y cucharada de mis natillas, contemplo estupefacta como mozalbetes de casi 20 añazos lloran amargamente porque les quitan sus peluches, o responden “vete a tomar por culo” a un profesor que les obliga a hacer la cama… y aquí sí que ya flipo en colores. Yo, que era una de esas estudiantes rebeldes y contestonas a las que echaban de clase con cierta frecuencia por corregir al profesor, alucino con la falta de educación de estos monstruitos post-adolescentes, capaces de soltar lindezas por sus boquitas dignas de la Reegan de El Exorcista, y tan faltos de una mínima cultura que dicen, con toda tranquilidad, cosas como “habemos tres de Málaga”, “siete por ocho 90”, o “Toledo está aquí” (señalando en un mapa político de España las provincias aragonesas… que hay que joderse).

Y mientras redescubro que las natillas de chocolate me apasionan, me descubro a mi misma pensando que, definitivamente algo falla en el sistema educativo actual si nuestros post-adolescentes no saben ni conjugar el verbo haber, ni discutir sin llamar “gilipollas” al profesor. Algo no está en su sitio cuando se confunde el derecho a la libertad de expresión, a la libertad de imagen, y a la libertad de pensamiento, con el derecho a hacer lo que nos sale de los mismísimos sin dar explicación alguna a nadie.

Y aquí sí que ya no pude dormir… me metí en la cama y dí vueltas, y vueltas, y más vueltas, pensando que, definitivamente, un sicario no solucionaría nada, porque me saldría carísimo matar a toda esa gente (porque mira que hay gente por ahí)… menos mal que me queda el cine, porque P. puso “Pagafantas” y al menos me eché unas risas. Que es más de lo que se puede esperar de un mundo como el que relata este reflejo de la actualidad… ay, qué mundo este.