LA DELGADA LINEA ROJA ENTRE IT GIRL Y PAYASA




Yo a lo que aspiro en esta vida es a ser guay.

Pero guay de verdad, y no guay de las normales, de las de “que guay es esta tía, que bien me cae”... no no no, yo quiero ser guay de las imprescindibles, de las que dices “joder, esta tía es TAN guay... tiene que estar en mi próxima fiesta”.


Gaia Reposi, una de esas chicas a las que todos quieren tener cerca.

Es una vocación que tengo desde pequeñita, pero a la que le he prestado poca atención porque fui una adolescente acomplejada, y eso es fatal para el karma fashion... claro, si te crees la rana de la charca en vez del cisne más bello, no te apetece mucho ser el centro de atención, porque te entra paranoia exacerbada y te pones como una moto creyendo que en lugar de mirar tu estupendo vestido, los demás miran los michelines que el vestido te marca... y eso no puede ser.

Afortunadamente para mi egomanía, he superado con éxito y no sin esfuerzo mi etapa de complejo permanente, y estoy preparada para convertirme en it girl mundial... bueno, patria... bueno, empezaremos por local y luego ya veremos.

Otra It Girl Socialité, Delfina Delettrez, diseñadora de joyas e invitada imprescindible en un sarao con solera

¿No me diréis que no es la vida perfecta? Te levantas por la mañana –a eso de las 9:30 eh, nunca antes, que 8 horas de sueño son fundamentales para convervar un cutis impoluto, absolutamente necesario en mi nueva profesión-. Lees la prensa y compruebas el correo, el facebook, el twitter y dios sabe qué más mientras desayunas fruta fresca, café y bangels con salmón ahumado. Luego te arreglas y sales a la calle, a tomar un brunch con unos amigos que han abierto un nuevo local y te quieren en la inauguración, paseas, comes en un restaurante que te invita porque sabe que la publicidad que consigue contigo entrando por sus puertas no la paga una página en color en el Vanity Fair, descansas al sol en una terraza y/o piscina, pasas la tarde acudiendo a inauguracione y fiestas que requieren tu presencia “suplicante e insistentemente”, cenas con unos amigos, y de nuevo a comenzar.

Sí, definitivamente creo que esta es la vida para la que he nacido... pero sólo lo sé yo, lo cual es lamentable, de modo que no puedo vivir así porque no hay quien me pague por ello, y, cosas de la vida, mis facturas –y son unas cuantas- no se pagan solas.

Pero pero pero pero –siempre hay un pero, queridos, siempre lo hay-, esta vida disoluta y magnífica, compaginable con otros trabajos más identificables en la vida laboral, como columnista de sociedad (véase Josemi Rodríguez Sieiro, el espejo en el que mirarme, pero yo sin pajarita, claro), periodista en una revista de moda o life style (editoras varias, desde la Roitfeld hasta Yolanda Sacristán, cada una en su parcela o parcelita, según el caso), tiene un peligro inminente: convertirte en un freak.

He aquí una It Girl con fundamento, Margherita Missoni, heredera de un imperio, estilosa y única

A mi eso me aterroriza sobremanera. Quiero decir que me encantaría ser una columnista conocida –me vale en mi ciudad eh, que no soy ambiciosa... bueno, sí, pero no lo digo en alto-, a la que invitan a todo cuanto sarao se monta y que recibe súplicas de aquí y allá por iradondesea, comerendondesea, ponerseloquesea..., pero no quiero convertirme bajo ningún concepto en un personaje como... qué sé yo... como Paris Hilton!!

Me aterra la idea de tranformar mi incipiente –en mi cabeza es incipiente, qué pasa, es mi cabeza y mando yo- carrera de socialité respetable en un desguace loco de anfitriones poco recomendables y apariciones inoportunas enseñando una teta... o lo que es peor, convertirme en una mujer anuncio!!!

Eso sería lo peor!!! La gracia de ser It Girl está en encontrar el equilibrio entre las apariciones pactadas y las personales y voluntarias, de forma que tu imagen de marca valga su peso en oro, porque nadie podrá nunca adivinar si cenas con tus amigas en el restaurante de turno porque adoras el sitio, o porque el sitio te adora a ti y no pagas ni el agua mineral al entrar por su puerta seguida de los paparazzi de turno.

Cuando vi a la Lomana anunciando hamburguesas a la parrilla no daba crédito... y sigo sin darlo


La cosa cambia, y mucho, muchísimo, de hecho, si te conviertes en un escaparate andante, siempre vestida como el payaso de Micolor para que los logos se vean bien en las fotos, y acudiendo a programas de televisión de dudosa calidad para hablar a gritos de lo bien que le pasaste en el local tal o cual dándote el lote con el bombero torero de turno.

La línea que separa a la It Girl mágica y con clase, la reina de las fiestas, elegante, envidiada, estilosa y misteriora, de la mamarracha convertida en escaparate ambulante es tan fina, tan sutil, que a veces una duda sobre si alguna de las presuntas socialités está en un lado o en el otro. Y eso sí que no.

A ella la adoro desde siempre, a él le odiaba, hasta que descubrí que es una mascota maravillosa!!


¿Cuál es el punto de no retorno en el que una socialité molona pasa a convertirse en una Lindsay Lohan de la vida? ¿En qué momento dejas de ser imprescindible en las recepciones de los embajadores y las inauguraciones sublimes para pasar a ser la number one en la lista de invitados de Burguer King (lo de la Lomana me ha matado, os lo juro que me ha matado)?

Estas dudas me corroen mientras devoro el reality de Marito y Olvi (yo los llamo así porque son ya como de la familia). Ellos son un extraño equilibro entre lo vulgar y lo sublime en el mundo del famoseo, y reconozco que me desconciertan...



SUENA EN MI I-POD: Hoy me he levantado tarareando un tema de Meat Loaf que me apasionaba, “I would do anything for love”, cuyo videoclip me parecía el colmo de lo refinado y lo elegante a mis 15 primaveras. Me sigue pareciendo un temazo!!!



A CARCAJADA LIMPIA!!


En las última semanas he escuchando al menos una docena de veces “he sabido que estabas aquí porque te he oido reir”.

Y no es que me sorprenda, quiero decir que soy perfectamente consciente de que me río en voz alta, y de que en general soy una persona alegre. Lo que me ha impactado realmente es la cantidad de tiempo que hacía que nadie me comentaba nada parecido, y me he preguntado... ¿es que he pasado tanto tiempo sin reirme?

Una de esas rosas contagiosas, poderosas, exageradas. Perfectas!

No lo creo, la verdad. Soy una persona de naturaleza... digamos que lúdica. El lado hedonista de mi cerebro es indiscutiblemente dominante, y la verdad es que tampoco he hecho nunca nada para remediarlo. Me gusta ser así. Soy frívola, alegre, y la verdad es que en general la gente que me rodea contribuye activamente a ello.

Que nadie piense que con esto quiero decir que soy una irresponsable –que un poco también, pero no tiene nada que ver, vamos- o una loca insostenible. Es sencillamente que creo en el poder terapéutico de la risa, del optimismo vital. Una sonrisa abre muchas más puertas que el juego de llaves de un sereno, creedme.


Otra sonrisa poderosa. 
El caso es que a veces la vida te pone un poco entre la espada y la pared, y te encuentras en una situación en la que reirse en voz alta, hacer bromas o ser sarcástico es impropio, o al menos no lo más apropiado, y claro, pues te ries menos, o bien para no herir a los demás, o bien para resultar más convincente y firme en el terreno laboral, por ejemplo, que es exactamente mi caso.

No tengo inconveniente alguno en hablar en serio, y si hay que dar dos voces, pues se pegan y listo, y hasta el golpe encima de la mesa si hace falta, que también para eso me han entrenado, pero... pero lo que no quiero bajo ningún concepto es que ese caso puntual, ese momento concreto termine invadiendo mi vida entera y logre que se me olvide cómo soy en realidad, que se me olvide reirme, vamos.

De lo que me conozco –que oye, en 32 años algo he llegado a conocerme, es lo que tienen las relaciones largas- creo que puedo decir que, hasta el día de hoy, no habido nada, pero nada, de lo que no haya conseguido reirme. Y no me ha ido nada mal, la verdad.


Ines de la Fressange, el ejemplo perfecto de las maravillas que la risa puede hacer por nosotras. 

Las intensidades no van conmigo –aunque en ocasiones no nos quede más remedio que afrontar las cosas en serio-, y soy de las que confiesa abiertamente que disfruto tomando una caña con los amigos, viendo el reality de Alaska y Marito (madremiademivida, qué descubrimiento este hombre! Es una mascota divertidísima!!!), leyendo libros de Stephen King y bailando como una loca. Que sí, que me encantan las películas clásicas, que leo a Murakami y me gusta la danza contemporánea, y las exposiciones de arte pop, y Vivaldi y Mozart, pero... vamos!!! Por qué tienen que ser serias esas cosas??? Por qué????

Así que una de las nuevas tareas para este etapa de mi vida será recuperar el poder de la risa... de mi risa, contagiosa, sincera y constante. Y que se oye desde antes de verme.




SUENA EN MI IPOD: Un poquito de rock&roll del de siempre, del de toda la vida, del que se baila y se canta y se disfruta a saltos y con amigos. Jhonny B-Goode, de Chuck Berry. A disfrutarla!!