IN & OUT

Jose-Airam me ha nominado al post encadenado que ideó Pakithor, de Elegancia Perdida, y le verdad es que la idea me parece maravillosa.

Muchas veces hemos hablado de la importancia que el aspecto que tenemos/cuidamos/buscamos tiene en la percepción que los demás tienen de nosotros mismos, pero lo cierto es que hay pocas cosas que nos descubran tanto de los demás como su interior…

Y no, no hablo de “el interior” en el sentido filosófico y elegante de la expresión. Hablo de “interior” en el sentido más cotilla posible… o más político, si lo preferís. Ese interior que se encuentra en los cajones del dormitorio, en el armarito del baño, en lo más recóndito del bolso de una mujer. Ese interior que hace referencia a lo más personal de nosotros mismos… vamos, a nuestro ministerio del interior particular.

Mi amiga Pi dice siempre que se puede saber mucho de una persona por lo que vemos en su cuarto de baño. Y no lo neguéis, que todos hemos hecho alguna vez eso de llegar a una casa y cotillear en el aseo… a ver si usa la misma colonia que yo, o si el champú es especial para cabello graso.

Lo mismo se puede decir de un bolso. De hecho, existe la extendida creencia de que no debe cotillearse nunca el bolso de una dama… no es mi caso. Debe ser que yo no soy nada dama, que a mi no me molesta que la gente hurgue en mi handbag… con mi permiso, eso sí, claro.

En fin, a lo que íbamos, que la idea de este post en cadena es que cada uno de los nominados escoja cinco elementos –como mínimo- que puedan definirle como persona. Pero no vale cualquier elemento. No vale una chaqueta de punto, ni unos stilletos. No valen las braguitas de algodón de Woman Secrets, por cómodas que sean y por bien que definan tu carácter relajado y campechano.

Se trata de escoger cinco cosas que marcan tu personalidad. Cinco cosas que, cuando tus amigos las ven, aunque sea fuera de contexto, se sienten irremediablemente transportados hacia tu recuerdo.

En mi caso obvia decir que soy una fanática de los zapatos y la lencería, pero como son elementos no permitidos, he tenido que optar por otras cosas… y resulta que ha sido bastante fácil.

Aquí va la selección, con su explicación.

MI RELOJ: Es un Rolex, y no, no soy rica. Era de mi madre, y a ella se lo regalaron. Es de los que se ponen en marcha con el movimiento, así que mientras estuvo enferma, como en casa no quería ponérselo, me pedía que me lo pusiese yo aunque sólo fuese para bajar a por el pan. No quería que se estropease al pararse. Cuando murió mi padre y mis hermanos quisieron que me lo quedase, pero pasó nada menos que cuatro años en una caja de madera, porque, queridos bloggers, yo no uso reloj… o mejor dicho, no usaba. Hace cuatro años lo rescaté, convencida por P., y volví a ponérmelo. Desde entonces no me lo quito más que para dormir. Cosas de la vida, ya ves.

MI MOLESKINE: Esta está nuevecita, porque me la acaban de regalar, pero siempre llevo una en el bolso. Eso, y un boli, claro. Yo creo que es deformación profesional, pero lo cierto es que la uso muchísimo. En ella anoto las cosas que recuerdo de repente, ideas para artículos o discursos, datos de los conciertos que cronifico… y en ella anotamos las pequeñas apuestas que hacemos de vez en cuando con las elecciones, las candidaturas de los Oscar…

MI PERFUME: Tengo varios, pero este me es especialmente afín. Es de Olivier Strelli, y huele… a mi. Es fresco pero intenso. Toma ya. Soy una maniática de los olores, no en vano dicen que es el sentido que más desarrollado tenemos. En mi caso, es el sentido más y mejor asociado a mi memoria. Esta misma mañana, de hecho, me he cruzado por la avenida con un chico que olía como alguien a quien hace mucho que no huelo, y se me han disparado los sentidos. Me pasa mucho, para lo bueno y para lo malo: por ejemplo, odio profundamente el olor de los hospitales y las salas de espera, y de los autobuses viejos.

MI MÓVIL: Es un Htc Dual, lo tengo desde hace algo menos de un año y no puedo vivir sin él. Últimamente, por motivos laborales, he llegado a aborrecer su timbre, así que lo tengo en silencio muchas veces, pero lo cierto es que suena cada día diferente, porque le he metido mil canciones que me gustan para poder variar.

MI PINTALABIOS: Este es Allure de Chanel, en rojo, pero tengo varios. Aún así no he encontrado aún el perfecto. No es el cosmético que más uso, pero sí el que más me caracteriza. Jamás –y cuando digo jamás quiero decir jamás de los jamases, o sea, nunca, never de never- salgo a la calle sin algo de rimel y, al menos un poco de cacao con brillo. Es necesario verte guapa para sentirte guapa, y aunque no haga milagros, ayuda.

MI I-POD: Es un shuffle, me lo regaló P. hace casi dos años por mi cumpleaños (o sea, por mis 27). Va conmigo a todas partes, porque, ya lo he dicho muchas veces, yo soy 75% música, del mismo modo que hay gente que es un 75% agua. No puedo vivir sin música y sin escuchar, al menos una vez al día, un tema que me haga vibrar. En mi i-pod se mezcla casi de todo –no tengo criterio, me da igual pop, que rock, que boleros, que metal…-, pero siempre hay por lo menos uno de esos temas que te electrifican la piel.

Y ahora ha llegado el momento de nominar… me siento en el sillón y nomino, veamos:

A ELY, porque sé que su post será como mínimo curioso, y casi seguro brutal.


A BACCI porque me apuesto algo a que la foto me hará sonreír


A BABALLA porque quiero ver qué objetos describen a una madre artista


A RUB, porque quiero darle un motivo para postear y porque me intriga con que objetos se identifica un psicólogo.


A COCO porque hace falta algo de racionalidad y estilo en mi vida, jajajaja


Y creo que ya está…



SUENA EN MI I-POD: Jajjajajajaj, mientras escribía esto estaba puesto el random del I-tunes y sonaba… jajajajaja “Mi Novio es un Zombie”, de Alaska y Dinarama. Está en el lp “Fan Fatal”, editado en 1989. Me lo regalaron mis tíos por mi cumpleaños y bailé tanto ese tema!!! jajajaja

FELICIDAD EDICIÓN DE LUXE

La felicidad, queridos bloggers, es una sesión de cañas con los amigos una tarde de martes al salir del despacho.



Bueno, ese es un ejemplo de felicidad. No es que sea la única, pero es una felicidad alcanzable, asequible, que todos o casi todos nos podemos permitir. Porque todos o casi todos tenemos amigos, y 5 euros para cañas.

El caso es que llega a mi buzón la revista Elle de este diciembre, y lo hace forrada de cristales Swarosky, los más caros del mundo, porque las chicas de Elle han tenido la deferencia de enviarme la edición limitada (mil gracias).




Dentro, como en cada mes navideño, miles de ideas para regalar y/o ser regalado: que si joyas, que si maravillosos vestidos, que si viajes de ensueño, que si perfumes afrodisíacos… un derroche de lujo que, en los tiempos que corren, no está precisamente al alcance de todos nosotros.

Pero yo, que ya sabeis que por deformación profesional soy adicta a la letra, he buceado entre las manchitas negras que adornan ese fondo maravilloso, cromático y elegante. Y entre tanto lujo inalcanzable me he cruzado, primero, con el maravilloso artículo de Elvira Lindo.

Desde su atalaya de escritora Lindo desgrana los motivos por los que, en plena crisis, los teatros, los bares, las calles, están más llenas que nunca. Dice mi admirada Elvira que cuando el lobo de la crisis nos enseña sus dientes aprendemos a moderar el gasto y a valorar más esos pequeños placeres alcanzables que antes desdeñábamos. Una entrada de teatro, unas tapas con los amigos, una escapada a un pueblecito tranquilo… Ely, que es más lista que los ratones coloraos, dice que todas quisimos en los años de bonanza ser Vicky (Beckham, of course) y creímos que si no era Loewe, no valía la pena. Ahora, con las vacas aún no tan flacas como ella pero sin duda más desnutridas que entonces, recuperamos el placer de las pequeñas cosas. Menos es más.




Y quizás tengan razón, porque hay un estudio muy antiguo que demuestra que, en épocas de recesión económica, se disparan las ventas de lápiz de labios carmesí de las grandes marcas. Un pequeño lujo que sí podemos alcanzar. Quizas no tengo un 2.55, pero al menos el Rouge Allure me lo puedo permitir… es el índice Rouge, amigos, que tiembre el Nikkei.




El caso es que, a penas unas páginas más adelante, cuatro reporteros repartidos a lo largo y ancho del orbe analizan, en una particular encuesta de campo, a qué lujos estamos dispuestos a renunciar la clase media (por Dior, qué expresión tan vulgar a la par que ficticia) en esta etapa más bien baja… y las respuestas me sorprenden… manicuras, copas con los amigos, cenas de pareja… no es que me sorprenda el contenido. Todos, en caso de necesidad, recortamos gastos a diestro y siniestro. Lo que me sorprende sobremanera es el concepto del lujo.

Si hace dos años nos hubiesen preguntado qué era un lujo para nosotros, la mayoría habríamos dicho que un viaje a Isla Mauricio en Jet Privado era un lujo… pero casi ninguno habríamos afirmado que hacerse la manicura dos veces al mes era un lujo.




Sin embargo, al parecer, muchos lo ven así ahora… ¿a qué se debe? A que el lujo, como casi todo en esta vida, es extremadamente relativo.

Quizas los chinos tengan razón y el concepto de crisis está más cercano al de oportunidad de lo que creemos a priorio (por cierto, cercano no significa pegado. No es verdad que las grafías sean exactamente iguales, aunque sí muy similares). La oportunidad de volver a emocionarnos con cosas más sencillas, de volver a apreciar el esfuerzo que supone hacer un regalo a alguien a quien aprecias, de repasar nuestra lista de amistades más a menudo frente a una caña.




Hay un montón de pequeños lujos al alcance de una Mastercard sin crédito que, bien dosificados, pueden hacernos replantear el momento:

1.- Una prenda sencilla en una tarde de compras, en Zara, Only, Vero Moda, Pepa Karnero…. Menos de 50€

2.- Unas cañas con los amigos al salir de la oficina …. Menos de 10€

3.- Un sábado de marcha por los bares con la pandilla (sin pasarnos bebiendo, eso sí) …. Menos de 30€

4.- Una tarde de cine con alguien especial…. Menos de 10€

5.- Una cena en un italiano agradable, en una tasca con encanto o en un local chic como el de Pinkocha … Menos de 20€

6.- Organizar una sesión de juegos de mesa en el salón con los amigos…. Menos de 10€ por cabeza.

7.- Poner música y bailar como una posesa mientras lavas los platos…. Si no contamos la corriente y el agua, sale gratis.

8.- Una escapada de tarde a un pueblo cercano, a pasear y hacer turismo de cercanías… Menos de 50€, incluyendo el transporte y picar algo en la tasca del pueblo.

9.- Ver el partido o el programa de turno en casa con unas cervecitas y unos amigos … Menos de 20€

10.- Comprar la Elle en edición de lujo y degustarla en el sofá con una copa de vino… Menos de 10€




Ya veis, al menos diez cosas que cuestan menos de 50€ y que son agradables, especiales, divertidas... ¿un lujo?

Y es que aquí está el quiz de la cuestión... ¿Es la crisis un revulsivo que nos enseña a valorar correctamente lo que tenemos? ¿O en realidad todo este retorno a los orígenes no es más que autocomplacencia, buscando justificarnos a nosotros mismo con un "no, yo no necesito más para ser feliz"?

¿CUÁLES SON VUESTROS PEQUEÑOS LUJOS?

¿A QUÉ OS CUESTA MÁS RENUNCIAR EN ETAPAS DE NÚMEROS ROJOS?

¿CREÉIS QUE NO APRECIAMOS CORRECTAMENTE EL VALOR DE LAS COSAS?





SUENA EN MI I-POD: “Crónico”, de los chicos de La Habitación Roja. Este tema forma parte de su lp “Largometraje”, editado en 1999 y reeditado en 2004, y lo escuché tanto, pero tanto, tanto, que jodí el cd!!! Tiempos aquellos, jajajajaja

LA EXPOSICIÓN

Si quieres ser alguien en el mundillo cultural, ponte botas planas.


Eh, que no es ninguna tontería, amigos, es un hecho constatado sobre el que me he prometido a mi misma escribir una demoledora y exhaustiva tesis doctoral que me proporcione por fin la entrada en el exclusivísimo olimpo de los ganadores del Nobel… o del Planeta, que da más pasta.

Mi teoría se fundamenta, sobre todo, en el estudio de campo. Llevo más de cinco años moviéndome con frecuencia por los ambientes más destacados del panorama cultural coruñés… ojo, como mera espectadora, o como profesional del periodismo, que quede claro. Yo, de cultural tengo lo que de rubia: puedo serlo, pero no resulto natural.

El caso es que el pasado martes P. y yo nos acercamos al MACUF, que para quien no lo sepa en el Museo de Arte Contemporáneo de Unión Fenosa… -Nota Mental: es curiosa esta manía que tienen los comisarios y directores de estos grandes centros de arte de apocopar y apocrifar en siglas divertidísimas sus nombres: el Macuf, el Musac, el Cegac, … ves, aquí tengo otro tema para una nueva tesis-.


En fin, a lo que íbamos. Que mi santo y yo queríamos ver la exposición que se inauguraba aquella tarde, una muestra de fotografía de Simon Norfork que desde luego mereció la pena. Para meteros en harina os contaré que Simon Norfork es un fotógrafo que dedicó la mayor parte de su vida profesional a retratar conflictos bélicos, hasta que un día descubrió que hay algo más extraño e incomprensible que la guerra: el momento que la sucede. Y desde ese instante Mr. Norfork se ha dedicado a fotografiar lo que queda de esas ciudades devastadas, a retratar lo que los rostros de sus habitantes tienen que decir después del horror… una mezcla de alfa y omega, de desesperanza e iniciativa de futuro muy desasosegante.


Y allí estábamos P. y yo, recién salidos de nuestros respectivos trabajos. Él, jeans, camiseta y zapatillas; yo, pantalón sastre negro, sueter bicolor a rayas y zapatos de tacón ancho en color mostaza… vamos, atuendo de oficina.

Y… ¿qué nos encontramos allí?

Pues, a parte, of course, de un montón de buenas fotografías, en el MACUF el martes pasado había, sobre todo, una nutrida representación de cada uno de los grupos y subgrupos sociales que conforman el mundillo cultureta coruñés –y deduzco que mundial-, que a continuación paso a retratar:

1.- Los personajes más importantes son los culturillas de diseño, y a ellos, como a todos, amigos, por sus ropajes les conoceréis. Ellos lucen melenita tipo Aznar y bufanda o fuolard al cuello, inspirados, quiero creer, en el Marichalar de los grandes tiempos. Hablan sin pudor en un tono que ni es alto ni es bajo y llevan los zapatos relucientes. Su versión subgrupo viste de negro y tiene el pelo más largo… rollo beatnick, vamos.


Ellas deben llevar el pelo suelto y alborotado, o, en su defecto, un corte a los garçon lo más afrancesado posible, y por supuesto sin tinte –o al menos que no se note, claro-. El atuendo varía algo, pero se reduce básicamente a vestiditos flojos, muuuuuuuy flojos, preferiblemente de algodón orgánico, que no marquen la figura y que no tengan demasiado color. El color lo dejamos para los complementos, que pueden ser una bandolera de cuero natural, un bolso de tela con mucha ilustración, o, y esto es lo más recomendable, un mega collar con cuentas del tamaño de algún país africano, que parezca hecho mano.
Y lo que es más importante: si quieres entrar en este selecto club, que conoce al dedillo la trayectoria del primo del vecino del que expone, no debes, jamás, ponerte tacones en una inauguración. Eso nunca. Never de never. Lo mejor es calzar botas de media caña planas planísimas, o, en su defecto, Katiuskas de colores.

Este grupo es el más importante. Si no hay, al menos, dos o tres personas de este género, podemos afirmar con rotundidad que la exposición ha sido un fracaso absoluto, como los experimentos de Flipy en El Hormiguero.

2.- Los perdidos son ese grupo de amigos que ha terminado ahí porque la exposición les llamó la atención en la prensa. Les gusta el arte, pero pasan de entenderlo, y suelen tener unos 30 o 40 años bien llevados. Visten de traje y corbata ellos y más o menos como yo iban ellas, entran, ven la exposición, y se van. Como mucho se toman un vino o dos mientras charlan entre ellos.


Este es el grupo que más me gusta, supongo que porque es aquel en el que mejor encajo… (Yo sin tacones no soy nada, chica, qué le vamos a hacer).

3.- La guinda del pastel la componen las “Canapé Girls”. El pasado martes nos tocó tomarnos el vino justo a su lado y no veas las risas que nos echamos. Son un grupo de señoras, normalmente de unos 50 años, que van muy arregladas y todavía más pintadas. Estas mujeres son alucinantes en grado sumo.

En la mayoría de los casos les importa un cuerno la exposición, que no digo que no les guste, digo que les da lo mismo que les gusto o que no. Ellas van a la sala o museo de turno porque hay que ir, hay que dejarse ver, y oye, hay que quedar en algún lado y ese es tan bueno como cualquier otro. Además, allí ponen canapés gratis, su gran pasión.

Y es que estas mujeres pasan de puntillas por la exposición para lanzarse cual hienas maqueadas y hambrientas sobre las bandejas de salmón y tortilla como si fuesen manjares de dioses, ambrosía a extinguir. Comen con fruición, a dos carrillos, que estamos en crisis y si ceno aquí ya no ceno en casa, y beben kas de limón o vino tinto en copas lo más posible, que vacían con una rapidez inusitada.


Este grupo es el más divertido. Si te pones a su lado las oyes cotorrear sin piedad. El martes una le decía a la otra. “Te veo más gordita” (Nota mental: alguien debería explicarle a la gente que los diminutivos no son como los zapatos negros, que valen para todo). “Sí, chica, es que como”, respondió la otra. Y acto seguido se zampó dos trozos de tortilla, que tragó ayudada por una copa de kas limón. “Y la barriguita no me favorece nada, porque como no tengo culo, pero bueno”.

P. trataba de hacerse hueco para poder coger un trocito de sándwich, pero resultaba imposible franquear aquel muro de visones y gabardinas con forro de burberrys, madre mía que fortín montaron alrededor de aquella mesa.

4.- El cuarto grupo es que el forman los representantes del museo o la sala, el artista que expone y dos o tres autoridades que hallan dejado caer por ahí aquella tarde. Visten de forma sobria y seria, hablan en petit comité, a penas tocan la comida ni la bebida y se alejan del gentío. Hay que marcar distancias.


5.- Y el quinto puesto, pero el primero en mi corazón, es para ELLA. Esa señora que debe tener chopocientos años o más, con el pelo entrecano y la melena, entre gris y plata, desaliñada y sin forma. Ella y su enjuta figura pasean por todas las inauguraciones de la ciudad. Y cuando digo todas, quiero decir todas. Quiero decir que cuando el verano pasado Inframundo –que el nombre ya lo dice todo- entregó los premios a la música loca ella fue también. Lo mismo que a la inauguración de la Exposición Thyssen en el Museo de Bellas Artes. Le da a todo la buena señora.


Siempre sola, durante mucho tiempo con muleta y pierna escayolada, vestida de la forma más extraña que jamás he visto y tranquila como un pajarito, ELLA es la señal que da por inaugurada cualquier muestra en la ciudad. Sin ella no hay expo, así de simple.

P. y yo abandonamos el MACUF a eso de las 22:00, entre bromas sobre el comando canapé y recordando la extraña instalación que este pasado fin de semana vimos en el MUSAC… definitivamente, la cultura da para mucho.


SUENA EN MI I-POD: “Lágrimas Negras”, versión de Bebo Valdés, maestro al piano, y El Cigala, que canta como para morir por ello. Está en el disco homónimo “Lágrimas Negras”. Y no, no soy flamenquera… pero la perfección bien merece una excepción.

IMPROVISAR EL PRESENTE

Perder la cabeza es bueno.




Es más, es necesario.

Y cada día más, a mí alrededor, me doy cuenta de que salirse del camino puede depararnos sorpresas maravillosas.

Vivimos absorbidos por una vorágine de compromisos: laborales, sociales, personales, … caminamos por un sendero prefabricado donde todo está marcado: las paradas, los apeaderos del camino, los miradores…






No me interpretéis mal, me gusta ser previsora. Soy una ordenada compulsiva, quizás precisamente para evitar esa natural tendencia al desorden que me embarga cuando pierdo un poco el norte. Y quizás precisamente por eso soy de las que defiende a pies juntillas nuestro derecho a improvisar la vida, sin mirar atrás ni adelante: aquí, ahora. Hoy.




En los últimos días –bueno, vale, meses- mi personal vorágine de compromisos ha estado al rojo vivo. Trabajo, sobre todo, pero también compromisos sociales y personales que han copado el 100% de mi tiempo, sin darme un solo minuto para dedicármelo a mi, a mi pareja, a mi familia.

Pero ha sonado la campana. El pasado viernes, tomando una caña con Ely y Noish, me di cuenta de que, como decía Lennon, la vida es lo que nos pasa mientras nos empeñamos en hacer planes. Todo lo planeamos. Planeamos un futuro perfecto –o incluso pluscuamperfecto- sin pararnos a disfrutar de nuestro efímero e condicional presente. Craso error.






Y luego me crucé con Pinkocha, en la tarde del miércoles, y me contó que estaba pensando en desconectar unos días, en dejarse llevar… y en mi cabeza empezaron a bullir ideas de escapada.

Vi una habitación de hostal, en medio de la nada, pequeña y calentita… Me vi a mi misma sentada en una tasca cenando caldo gallego junto al fuego… Vi a P. sacando fotos como un poseso de los paisajes otoñales y haciendo bromas sobre mi torpeza al caminar por el monte. Nos vi a los dos en el coche, cantando canciones de Extremoduro y Deluxe y comiendo bocadillos de jamón y queso camino del siguiente enclave perdido de la mano de dios…



¿Qué pasa? ¿Os sorprende?... Hay gente que cuando ve un fin de semana de relax por delante imagina en su cabeza un hotel maravilloso, un resort a pleno sol, una ciudad elegante y restaurantes de moda… no está mal esa fantasía. Ni si quiera está mal esa realidad. Pero la verdad es que los mejores viajes de mi vida han sido mucho menos sofisticados, menos elegantes, menos caros… y más míos.

Para mí, el paraíso es una carretera a ninguna parte y un plato de menú del día en la tasca del pueblo, y el Nirvana, una ciudad pequeña y acogedora donde lo más parecido a un lujo es que el somier de la cama no chirríe demasiado.





Por eso, y gracias a P., este fin de semana voy a hacer caso a la canción que se empeñó en recordarme que, en un tiempo, no tan lejano, tenía en mi cabeza más sueños que planes y más esperanzas que miedos.

Me voy mañana de viaje.

No sé a dónde. Ni si quiera me importa.


Me llevo en la maleta dos pares de vaqueros, botas planas y jerseys de lana, y en el I-pod toda la música que sea capaz de meter, para perderme horas y horas en la carretera, comiendo bocadillos con P. y riéndonos de todo camino de ninguna parte.




Volveré el lunes, con las pilas cargadas y el pelo revuelto.






SUENA EN MI I-POD:La Vereda de la Puerta de Atrás”, un tema sencillamente perfecto de Extremoduro, que forma parte de su álbum “Yo, minoría absoluta”. El pasado viernes Robe Iniesta y los suyos dieron un concierto en el Coliseum para presentar su nuevo trabajo,La Ley Innata(podeis escuchar la intro desde su web, es magnífica, pinchad en el link), y de paso recorrer sus casi 20 años de trayectoria profesional. No pude ir –tenía una cena- pero P. fue, y me llamó por teléfono cuando sonaba este tema para que pudiese escucharlo en directo. Este fin de semana me voy a recorrer esa vereda de la puerta de atrás… hasta el lunes!.

CUTRELUX

He ido de compras.



Que sí, que ya lo sé, que vaya gilipollez de comentario, que la gente va de compras constantemente y yo más… pero es que la cruda realidad es que desde que me incorporé a mi nuevo cargo las tiendas las piso poco no, lo siguiente, así que, aunque parezca increíble, servidora todavía no había pisado en nuevo centro comercial que han abierto en Coruña.

Sí, sí, como dijo S. “Coño, es que no pareces tú”… pero es que la responsabilidad va por encima de cualquier otra cosa, y lamentablemente he tenido tanta en los últimos meses que no había tenido tiempo de acercarme al Dolce Vita… y allí hay H&M!!! Y Primark!!! Y Sephora!!! Coño, que es que son muchas tiendas que no había antes en Coruña, que yo H&M lo echaba de menos desde mi regreso de tierras madrileñas… que Sephora me pierde!!!

Total, que el otro día, como salí tarde de trabajar y P. trabajaba en turno de tarde, me acerqué hasta el Dolce Vita. Qué ilusión.




Iba yo más contenta que unas pascuas. Un centro comercial enorme para mi solita. Tiendas nuevas. Hace mil años que no voy de compras. Me voy a poner el mundo por montera…

…y allí entré. En ese momento me di cuenta de que estoy perdiendo la costumbre shoppinera, porque me parecía todo enorme. Qué grande, por Dior, enorme, todo esto… a ver, a ver qué hay…

Y me puse a caminar.

“Una tienda de zapatos. Una perfumería… un Zara. Un Pull&Bear. Un Bershka. Un Oysho. Un Stradivarius… coño… ¿no me habré equivocado y habré entrado en la nave de Inditex?... ah, pues no, que aquí aparece Dolce Vita en todas las esquinas. Pero no, voy a ser fuerte. Yo lo que quiero es ver las tiendas que no hay en el centro. Venga, María, a por el H&M”.



Encontré el H&M en la tercera planta, o la segunda, yo que sé. Entré llena de esperanza, dispuesta a terminar con el sufrimiento de mi pobre Visa, que lleva agonizando tanto tiempo que ya la deberían haber canonizado, coño… pero es que no pude. Nada me gustaba. A ver, entendedme, había cosas monas. De hecho, me compré un vestidito morado con topitos en color crema y cuello claudine muy mono, así como años 50, y muy barato… pero fue lo único que me entró por los ojos en el primer momento. Camisas a porrillo, pero todas normalitas. Pantalones a cascoporro, pero nada original un diferente. Y los complementos mejor no los menciono porque no encontré ni uno que mereciese la pena. Madre mía qué decepción.

“Venga nena, no desesperes. Aún no has entrado en el Primark, que todo el mundo dice que es una especie de diamante en bruto, que si buscas podrás encontrar un montón de gangas super estilosas… ale, a por el Primark”.



Y allí me fui. Y allí me volví. Madremiademividaperoestoquécoñoesloquees. Eso fue exactamente lo que pensé al entrar allí. Un carrefour de telas y punto de paupérrima calidad lleno de gente que revolvía en las cestas y estanterías como si dentro fuese a encontrarse la joya de la corona… y si la encuentran que me avisen, porque es el último sitio donde yo la buscaría. Sólo entrar ya me daba la sensación de que todo me picaba. Me acordé mucho del día que Ely dijo que aquellas tiendas daban casi miedo… y es que de verdad que sentí algo muy similar al pánico cuando entré en Primark… me daba la sensación de estar viviendo una película de terror dentro de una especie de enorme universo paralelo tipo “Saldos Arias del siglo XXI”… un horror. De verdad.

Total, que salí de Primark como alma que lleva el diablo, y tropecé con el escaparate de Zara.



“Bueno, total, con la decepción que te has llevado con H&M y el susto que has vivido en Primark, siempre puedes entrar a echar un ojo, a ver qué ideas puedes sacar de aquí”.

De aquí, o sea, de Zara Woman, saqué un vestido negro desestructurado de corte saco con bolsillos laterales y pinzas marcadas, que me queda como un guante, me sienta como un Valentino y me ha costado lo mismo que una cañas de domingo.



Y ya más contenta, con mis dos vestiditos, me puse a buscar el Sephora. Lo encontré en la planta baja, lleno de color y luz. Y me volví loca. Lo quería todo. Cremas. Coloretes. Bases. Champús. Potingues de todo tipo. Brochas que no sé para qué se utilizan pero que tenían pinta de ser imprescindibles en mi set de maquillaje… pero me contuve. Me contuve y me compré sólo una base protectora para las uñas, que se había acabado la mía, y un botecito mini con una laca de color frambuesa oscuro precioso. Menos de 10€ de compra, una ganga.

Y eso es todo.



Y direis vosotros, vaya mierda de post.

Pues no, señores, esta experiencia que aquí relato me ha enseñado cosas fundamentales sobre mi misma y mi entorno, que no creí que podría aprender en un centro comercia. A saber:

1.- Zara es impertérrito, incombustible, imprescindible… en Zara Woman siempre podrás encontrar algo que te guste, que te siente bien y que puedas pagar, que te alegre una tarde se shopping inútil. ¿Y por qué?. Pues, amig@s, esa es la conclusión número 2.

2.- Me hago mayor. Cada vez compro más cosas versátiles de calidad media-alta, y menos caprichos inclasificables. Hasta hace menos de un año Zara Woman era el último reducto al que me acercaba. Ahora ese privilegio ha quedado relegado a Bershka… madre mia.

3.- Inditex domina el mundo. Amancio es dueño del mundo. Y yo soy responsable de buena parte de su fortuna.

4.- En relación al punto dos, hay otra cosa que determina que, evidente, contundente, y fehacientemente adulta: H&M, que cuando vivía en la Madrid, en mis años universitarios, me encantaba, me chiflaba, me perdía… ahora me deja indiferente en muchos casos, tibia en la mayoría y medio cálida en el resto. Quitando el vestidito, el resto, plim

5.- Primark es el infierno. Si eres malo, si combinas naranja y verde lima y morado y te pones parkas acolchadas y sales a la calle sin rimel todo el tiempo, y matas gente, y defraudas a hacienda, y mientes a tus padres, cuando mueres, vas a Primark.

6.- Una perfumería bonita, con colorines, y olores agradables, y precios asequibles, y dependientes maravillosos, puede alegrar cualquier tarde de shopping. Siempre nos quedará la sombra de ojos.



SUENA EN MI I-POD:Matar al Cartero”, del álbum “Los Amigos de los Animales”, de Pereza. Es un tema cantado con Xoel López, el alter-ego de Deluxe, que me chifla. Mi relación con Xoel-Deluxe es un poco bipolar, tiene temas apasionantes y otros que no me gustan nada de nada. Lo mismo me pasa con los Pereza. El pasado viernes Xoel daba el último concierto de su gira en Expocoruña y anunciaba su intención de pasar una larga temporada en el extranjero, concretamente en Uruguay, donde vivió la intensa experiencia del Laboratorio Ñ con los chicos de Pereza, Amaral e Iván Ferreiro entre otros. Y a su vuelta, dijo, no descartaba “matar a Deluxe”… veremos con que nos sorprende. De momento, lo único seguro es que sacará disco de nuevo con Lovely Luna, un proyecto en común con su amigo Felix Arias, con el que son capaces de dejar al respetable sencillamente sin palabras.

MUJERES, PODER Y PREMIOS -No necesariamente revueltos, pero sí juntos-


“¿Pero no está tu jefe?”



Esa frase la oigo, al menos, tres veces al día.

Y no, mi jefe no está, porque no tengo jefe. Bueno, en realidad tengo una jefe, que es jefa, porque trabajo en un ayuntamiento donde hay alcaldesa, no alcalde.

Pero la gente que me pregunta eso –mayoritariamente incluidos en el target de hombre o mujer rondando los 50- no quiere hablar con la alcaldesa, quiere hablar conmigo… sólo que no lo encajan bien.

Ese grupo de gente llega a mi despacho preguntando por “el jefe de gabinete”, y se les salen los ojos de las cuencas cuando digo “sí, dígame”. Es en ese momento cuando me preguntan si pueden hablar con mi jefe. Y es entonces cuando yo les explico que “yo soy mi jefe”, vamos, que el jefe de gabinete soy yo, o sea, la jefa, y que si quieren hablar con esa persona con quien tienen que hablar en conmigo.




Algunos lo llevan bien. La sorpresa inicial se diluye a poco que comprueben que ni les estás vacilando –hay quien cree que lo que quiero es quitárselos de encima a mi supuesto jefe-, ni eres idiota. Pero hay quien lo lleva fatal.

De este último subgrupo –insisto, casi a partes iguales masculino y femenino-, he tenido que escuchar perlas del tipo “¿Pero cómo pueden tener a una niña en ese puesto?”, “¿Eres señora o señorita?”, “Mujer, pero algún jefe tendrás que tener”… etc, etc, etc…

Os cuento esto para ilustrar el post, para que veáis que, todavía hoy, el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad está “mal visto”, pese a que sea una realidad.

La revista Elle de noviembre incluye un reportaje central muy extenso y muy bien documentado sobre la escalada del sexo femenino en los grandes puestos políticos. Una realidad que, en España, ha llegado acompañada de la polémica y todavía no sabemos si eficaz ley de paridad que obliga a los partidos políticos a contar con un mínimo de mujeres en sus filas.




Los datos son los que son:

.- De entre todos los diputados que hay en el mundo, a penas un 17.7% son mujeres (unas 7000) De ellas, 1.022 ocupan cargo de ministras.

.- Aún así, hay 13 paises en el mundo que ni tiene una sola ministras, y 8, entre los que se encuentran Arabia Saudí, Omán y Qatar, que no tienen ni una sola mujer a cargo de un acta de diputada electa.

.- En España, tercer país de Europa en número de ministras (53% del total, frente al 55.6% de Noruega y el 58% de Finlandia), hay un total de 122 parlamentarias: no llegan al 40% del hemiciclo.




Pero más allá de las cifras, cada día más halagüeñas, eso es verdad, ¿cuál es la realidad de estas mujeres, inmersas en un mundo estereotípica y mayoritariamente masculino? ¿De verdad han cambiado las cosas? ¿De verdad están cambiando?

Cuando mi madre terminó la carrera, hace ahora 34 años, se presentó a un puesto de trabajo en una empresa. Mi madre era aparejador, y se presentaba, evidentemente, a un puesto de aparejador. La empresa le contestó, por escrito, que no consideraban que una mujer pudiese realizar ese trabajo correctamente, puesto que requería estar “a pie de obra”. Corría el año 1974. Mi padre todavía conserva esa carta.




Cuando mi madre falleció, ocupaba un puesto de responsabilidad dentro de un importante ayuntamiento, en el área de urbanismo. Era el año 2002.

Entre medias, muchas cartas como esa, algunas escritas, y otras de palabra, pasaron por su vida. Y por la de muchas otras mujeres.

A día de hoy, avanzado el siglo XXI, una respuesta por escrito de semejante calibre es inconcebible… ¿pero cuantas respuestas orales hemos recibido de la misma índole?

En mi primer trabajo me obligaron a firmar un documento en el que me hacía jurar no tener intención de quedarme embarazada, y que, en caso de quedarme, permitía a la empresa despedirme sin alegar despido nulo o injustificado. Ni qué decir tiene que lo firmé descojonada de la risa, sabiendo que, en caso de suceder, cualquier juez del mundo declararía ilegal el documento. Pero… ¿y si yo no hubiese conocido mis derechos?




Que las mujeres han llegado a puestos de responsabilidad en una realidad, eso es cierto. Y, sin entrar a plantearnos cómo se ha logrado (las leyes de paridad, la discriminación positiva… todas ellas medidas polémicas que no nos ocupan ahora mismo), lo que a mi me intriga es la realidad diaria de esas grandes directivas, de esas presidentas, ministras… que se mueven en un mundo testosterónico y que, muchas veces, no saben muy bien si decir “so o arre”.

Porque, desengañémonos, amig@s, las leyes pueden allanar el camino pero no harán más cómoda la llegada. Y es que una cosa es llegar, y otra mantenerse. Y en esto, las mujeres seguimos contando con más problemas que los hombres.

En la política, por ejemplo, no he escuchado jamás criticar a un diputado por su aspecto físico. Si es gordo, calvo, o daltónico a la hora de escoger su indumentaria, jamás escuchareis a alguien criticar esa faceta… sin embargo, los outfit de Mª Teresa Fernández de la Vega o de Cospedal ocupan incluso titulares.




Y no sólo de aspecto físico hablamos. Hace unos días saltaba a los tabloides la noticia de la incomodidad en que se sentía inmersa Angela Merkel, cancillera alemana, cada vez que el francés Sarkozy se le acercaba. Al parecer, el mandatario francés es demasiado tocón… algo que, efectivamente, he comprobado día en día. Y no con Sarko, sino con muchos otros. ¿Vosotros habéis visto alguna vez a una jefa de gabinete darles arrumacos y achuchones a sus colegas? Porque yo el caso contrario, el del jefe –hombre- que saluda con dos sonoros besos y te abraza al ladito- sí lo he visto.




La llegada de Chacón al Ministerio de Defensa, tradicionalmente feudo masculino, generó una polémica que, al margen de la idoneidad o no de la persona para el puesto, puso en tela de juicio su capacidad por tratarse de una “joven embarazada”. Si un hombre de su misma edad a punto de ser padre hubiese ocupado el puesto, nadie se habría cuestionado su validez. (Insisto: no entro ni salgo en si es la ministra idónea o no para el cargo, lo que no me gusta es que se cuestione este asunto por razones de sexo).




Un caso más: la siempre polémica Hilary Clinton quedó relegada a un segundo plano en la carrera demócrata a la Casa Blanca a favor de un carismático hombre negro. Hubo quien dijo y escribió que los americanos votarían siempre por un hombre, del color que fuese (y no olvidemos que hablamos de un país donde los brotes racistas son una realidad, sobre todo en ciertos estados) que a una mujer. Y yo, la verdad, creo que tienen razón esas lenguas mal pensadas.




En las comidas de empresa, sigue imperando la costumbre de “mesas de hombres”, “mesas de mujeres”, cuando el protocolo laboral establece una clara primacía del rango y no de sexo… pero es que, en muchos ambientes, aún siguen siendo sinónimos. Si eres mujer y ocupas, por ejemplo, un cargo ejecutivo, arreglarte mucho puede granjearte calificativos despectivos que jamás serían atribuidos a un colega masculino presumido, que cuidase mucho su aspecto. Y al contrario, evidentemente.

Todo esto no viene si no a confirmar una realidad diaria y palpable: las leyes pueden obligar, pero no pueden cambiar las realidades sociales, porque el hecho es que la sociedad es quien dicta las normas de comportamiento. Y hasta que no seamos capaces de normalizar socialmente el acceso de las mujeres a este tipo de cargos relevantes, no seremos verdaderamente iguales.

Porque igualdad no es que me dejes llegar, que no me pongas trabas en el camino… igualdad es que cuando un trabajador tenga una jefa no la mire y trate con condescendencia, igualdad es la gente –hombre y mujeres- dejen de poner cara de sorpresa ante un cargo importante femenino, o lo que es peor, mujer, y joven. Igualdad es que la gente deje de preguntarme “¿Eres señora o señorita?”, cuando jamás me lo preguntarían de llamarme Mario. Igualdad sería que este post no tuviese razón de ser.

Y ahora os toca a vosotros:

¿CREEIS QUE REALMENTE HAY IGUALDAD EN EL PANORAMA ACTUAL ENTRE HOMBRE Y MUJERES A NIVEL LABORAL?

¿HABEIS TOPADO ALGUNA VEZ QUE UNA RESPUESTA O ACTITUD MACHISTA ANTES VUESTRO TRABAJO, O EL DE ALGUNA COMPAÑERA?

¿CONSIDERAIS QUE LAS TRABAS DE ACCESO A LAS MUJERES A LOS PUESTOS DIRECTIVOS, PÚBLICOS Y PRIVADOS, HAN DESAPARECIDO REALMENTE?

¿ESPAÑA “IS DIFERENT” HASTA EN ESTO, O LA SITUACIÓN ES LA MISMA QUE EN EL RESTO DE PAÍSES OCCIDENTALES?

¿CREEIS VIALBLE QUE LA IGUALDAD SOCIAL LLEGUE ALGÚN DÍA? ¿ES UNA CUESTIÓN GENERACIONAL?




Y ahora llega lo bueno:







Ely me ha dado un premio!!! Yupi!!!!

E mi como esto de los premios me encanta, lo cuelgo siempre, porque oye, que a una la agasajen no pasa todos los días.

Veréis, el premio se llama “Caminamos juntas”, y consiste en lo siguiente:

1.-Citar a la persona que te entrega el premio: Ely, ya lo he dicho


2.-Elegir 5 blogs de amigas y visarlas: Pues… Bacci, Chema, Comparte mi Moda, Baballa y El Estilario (así no repito ninguno de los nominados por Ely)


3. -Decir el número de pie que calzas y cual es tu calzado favorito: Pues calzo un 38 y cualquier Jimmy Choo será bien recibido.


4.-Seguir visitando mi blog, y visitar los de mis amigas a quienes concedí el premio. Hombre, faltaría más.


5.- Poner las reglas en tu blog: Son estas.

Lo dicho, que mil millones de gracias por el premio, que no me pongo el vestido que eligió Ely porque no me entra, pero vamos, que si pudiese acudía a la entrega en un Valentino Rojo Que Te Mueres, y que Mel, tía, ¿qué es eso de que quieres ser como yo de mayor?... Pero si yo no soy mayor!!! Jajajaja






SUENA EN MI I-POD:Somos” una rumbita divertida del último disco de Los Delinqüentes, “Recuerdos garrapateros de la flama y el carril”. Tocaron el pasado jueves en directo en el Playa Club y allí estábamos P. S. y yo, dándolo todo, con algunos amigos más. Este tema lo grabaron con el Laboratorio del Sonido, o sea, con Muchachito Bombo Inferno y Kilo Veneno entre otros (aquel famoso proyecto G5).