CONSPIRANOIAS

Tengo un amigo que inventa “palabros” con cierta facilidad, y tiene uno que me encanta, la “conspiranoia”.




La “conspiranoia” responde, básicamente, y como su propio nombre indica, a una mezcla a partes iguales de conspiración y paranoia de lo más interesante. Se trata, así, a grandes rasgos, de buscar –y encontrar- situaciones en las que todo el mundo sospeche ser el centro de una trama maligna en la que, por algún motivo no necesariamente importante ni mucho menos serio, alguien a quien podríamos denominar “la reencarnación de Maquiavelo” quiere acabar contigo a toda costa.

Vamos, para ser claros, el mejor ejemplo que se me ocurre de conspiranoia pura y dura es la Comunidad de la Esperanza, antes conocida como Madrid.








Yo, queridos bloggers, desde hace una semana he dejado la novela que tenía entre manos para entregarme por completo a la lectura de las páginas centrales de los periódicos de tirada nacional. No he leído un argumento tan intenso, tan tenso, tan esclarecedor e intrigante en mi vida… madre mía, qué derroche de medios, que imaginación desbordante, que alarde de técnica narrativa para mantener la tensión!!!

¿Y los personajes? ¿Qué me decís de los personajes? Son todos maravillosamente caricaturescos, casi como los protagonistas del cine negro clásico. Esa malvada dama altiva, todopoderosa y cruel, capaz de cualquier cosa por mantenerse en el poder. Ese supuesto héroe, que al final es humano, y falla, y se equivoca… Ese líder sin carisma, padrino ajado y manipulado, que no se entera de nada pero no quiere hacer ruido, por si tiemblan los cimientos de su pequeña casa perfecta…

Me encanta esta trama, me encanta!!!




Estoy, lo confieso, amigos, como una niña con zapatos nuevos con esta conspiranoia madrileña que tanto da que hablar en tertulias y cafés. Debe ser el alma de literato, que me absorbe. Si es que me viene de familia. Cuando era adolescente, mis hermanos y yo disfrutábamos como niños con mi madre cuando salíamos de compras, o de paseo. Mi madre era una experta en inventar tramas rocambolescas llenas de maldad y conspiraciones. Veíamos a dos personas riéndose en la calle, y mi madre decía “seguro que acaban de atracar un banco y se ríen de la cara que se le ha quedado al dueño”.



El mejor ejemplo para que comprendáis la genialidad de mi madre elaborando conspiranoias sucedió en París. La familia al completo hacíamos cola en la Torre Eiffel, y, justo delante de nosotros, una pareja de enamorados se besaba con una complicidad maravillosa. Ella era menuda, morena, de unos 30 años, y él, algo mayor, rozando los 50, tenía el pelo canoso. Hablaban bajito, pero no tan bajito como para no distinguir que se entendían inequívocamente en francés, y de repente mi madre soltó “son amantes, seguro”. Cuando mi hermana le preguntó cómo estaba tan segura de que no eran, por ejemplo, unos recién casados, mi madre argumentó, para pasmo del personal “hablan en francés, así que son franceses, y ella parece de París, ¿y cuanta gente conoces que haga cola para visitar el monumento de su propia ciudad? Si yo quisiera esconderme en Coruña, me iría a la Torre de Hércules, porque allí no va ningún coruñés si no es con una excursión del colegio, así que definitivamente son amantes y quedan aquí para que la mujer de él no les descubra”. Toma del frasco, oye, ni El Mentalista ese de La Sexta, vamos.

Yo, desde que comenzó esto de La Trama de La Esperanza (me encanta llamarlo así) me acuerdo de mi madre más que nunca. Lo que pasa es que esta historia tiene unos ingredientes mucho menos jugosos con los que construir la trama, porque claro, queda como muy poco glamouroso imaginarse a un tío bajito y medio calvo escondido detrás de un periódico con agujeros para los ojos siguiendo calle Génova arriba y abajo al consejero de Gallardón. Y así es exactamente como me imagino la situación.



Los veo con gabardina de Burberrys y con maletín de Hermes –o de El Caballo, aún no lo he decidido- intercambiando documentos con una estampita en rojo que pone “confidencial” sentado en el Rio Frio… y me descojono sola. Me parece tan, pero tan divertido… ¿Es que no aprendieron nada de aquella famosa pillada del CESID? Que les faltó dejarse el DNI en el lugar de los hechos, hombre… no creo yo que los políticos españoles, al menos no los que tenemos ahora, estén capacitados para convertirse en espías “como Dior manda”.



Pero mientras tanto, mientras ellos descubren lo absurdo de su propia conspiranoia, en la que terminará por estar metido hasta el apuntador, te lo digo ya, vamos, yo disfruto cada mañana más de mi café con leche y mi bollo, mientras me deleito con la lectura de la mejor novela negra jamás escrita: la prensa nacional.



HOY EN CORUÑA: Se pone sobre el escenario el resultado de “A Coruña Son”, un concurso-curso de talentos musicales dirigido por Santiago Auserón. Será en el Forum Metropolitano a las 20.30, y de regalito, el resultado grabadito en digipack.


SUENA EN MI I-POD:Náufrago”, una versión de un tema original de Nacho Canut interpretado por las Nancys Rubias en su primer lp, “Nancys Rubias”, de 2005. Mira que me cae mal Mario Vaquerizo, pero este grupo tiene un no sé qué que qué sé yo. Sé que han pasado por malos momentos por la pérdida, tremendamente voraz, de uno de sus miembros, así que les deseo lo mejor en esta nueva etapa.

MADRE TIERRA

Cuando pienso en la Madre Tierra siempre pienso en África.





Pienso en lagos maravillosos, en cataratas imponentes, en una fauna salvaje que, sin embargo, consigue convivir con el hombre. Pienso en estepas áridas y en costas azules bañadas por la espuma de un océano indomable. Pienso en selvas llenas de vegetación exuberante, en flores de otro mundo, en danzas llenas de vida y en lluvias incontrolables. Pienso en un continente que, desde niña, ha ejercido sobre mi un poder de atracción fuera de lo razonable.

Sencillamente, no puedo morir sin haber visto África.

Es el continente más rico del planeta. Sus recursos humanos, biológicos y naturales han hecho ricos a medio planeta… curiosamente, al otro medio. Es extraña y poco recomendable la tendencia que este planeta tiene a desequilibrar el norte por el sur, pero qué le vamos a hacer, dicen los conformistas, o los cómodos.




Es el continente más rico del mundo, y también el que acumula mayor pobreza. Somos así de bipolares. África es la cuna de niños muertos más enorme que podamos imaginar. Los que no nacen ya sin vida están condenados a perderla, bien físicamente, por las hambrunas, las epidemias, las enfermedades y la falta de higiene y agua; bien metafóricamente, convertidos en guerrilleros de medio metro, dispuestos a disparar a quemarropa por el único ideal que conocer: la supervivencia.




Por no hablar del SIDA, una pandemia en toda regla que asola un continente lleno de contrastes y vida. Porque la vida es irreducible, y se abre camino, nos guste o no. A mi, personalmente, me gusta.




Desde la vieja Europa encontramos África apetecible sólo como destino turístico, o como pozo petrolífero, o como mina de diamantes… desde la próspera América, otro tanto de lo mismo. Los vemos atrasados, tribales, energúmenos… y olvidamos que en muchos casos nos dan mil y una vueltas.




África cuenta con una representación parlamentaria femenina altísima en algunas de sus democracias. Cierto es, a cambio, que otros gobiernos no sólo no existen las mujeres. Es que directamente no existe la democracia… ni el gobierno. Saben reconocer a sus mayores y a sus jóvenes, sin menospreciarlos nunca, entienden su entorno y se adaptan a él –y no al revés- y cuentan con más historia de la que jamás podremos narrar los avanzados occidentales.



Este mes Elle dedica su número a África, y a mi me abre una ventana a la esperanza. Siempre he creído que la vida termina por abrirse camino. Y África es la Madre Tierra… ¿qué hay más vivo que eso?




HOY EN CORUÑA: Se celebra la comida anual de la Asociación de la Prensa de A Coruña en la S.D. Hípica… y allí me voy, claro.




SUENA EN MI I-POD:Womanizer”, el single presentación del nuevo album de Britney Spears,Circus”… porque ella también es un buen ejemplo, -espero-, de que la vida termina por abrirse camino.

CULTURA POPULAR -O El Quijote y yo-

No soporto “El Quijote”.




Me obligaron a leerlo en el colegio, cuando tenía 15 años, y lo cogí con interés, porque yo de cría era aún más repelente que ahora, y rozaba peligrosamente el término “ratón de biblioteca”. Me encantaba leer, leía todo lo que caía en mis manos, y con tanto interés y fruición que desarrollé una capacidad de compresión muy alta, lo que me llevó a leer libros cada vez más complicados, avanzados para mi edad, decían mis profesores. A mayor abundamiento, mi padre era y es un gran admirador del librito en cuestión, y como para mí mi padre era y es el tío más listo del mundo, me hacía una ilusión loca tener un nuevo tema de conversación con él.

Así que cogí “El Quijote”, algo que me costó gran trabajo, porque la edición que teníamos en casa era tamaño “Mansión Presley” y no tamaño “casita del barrio de Labañou”, y me senté con él sobre la cama a leer. Y leí. Leí con interés las… veamos… ¿15 primeras páginas? Pero aquello se me antojaba un bodrio de mucho cuidado, complicadísimo de seguir, aburridismo cuando por fin conseguía cogerle el hilo, y además más viejo que la Carracuca… algo, que, sin embargo, no me había importado los más mínimo cuando leí “La Celestina”, por ejemplo.




El caso es que, pese a mi interés, mi ahínco, y mi buena disposición, no fui capaz de soportar El Quijote. Terminé el libro por orgullo, por cabezonería y por sentido de la responsabilidad más que por otra cosa, hice los preceptivos resúmenes, aprobé el examen sobre la materia, y cuando mi padre me preguntó qué me había parecido me sinceré y grité a los cuatro vientos que aquel libro era un tostón de no te menees y que como novela no valía un pijo, lo que me costó más de una discusión con mi progenitor, ardiente defensor del arte literario del señor Cervantes.

En una de esas discusiones, mi padre me espetó algo así como “decir que El Quijote no te gusta es como decir que no te gustan Las Meninas”.




En ese momento recordé mi visita al Museo del Prado, el verano anterior. Estaba sola en Madrid, pasando unos días en casa de mis tíos, y como no tenía nada mejor que hacer esa mañana me planté en El Prado, cual guiri aburrida. Recorrí todo el museo de cabo a rabo, más que nada porque fuera se caían los pajaritos a plomo y dentro el aire acondicionado daba una sensación de brisa marina de lo más acogedora. Recordé con impacto las pinturas de Goya. Con estupor las de El Bosco y sus discípulos –hubo uno que captó especialmente mi atención, pero no soy capaz de recordad su nombre-… y con verdadero horror las de Velázquez. Especialmente Las Meninas. Recordé haberme parado frente al enorme cuadro y pensar “será perfecto, pero es feo como un mundo. No lo pondría en mi casa ni aunque me lo regalasen, en caso de que me cupiese en ella, claro”.



Así que se lo dije a mi padre. “Es que no me gustan Las Meninas”.

No voy a contar el resto de la discusión, más que nada porque aún no ha terminado, casi 15 años después, madre mía de mi vida lo que hay que aguantar, pero sí os diré que la gran diatriba me llevó a concluir que:

1.- Sobre gustos no hay nada determinado, aunque sí mucho escrito (y no necesariamente por gente con la que compartes opinión).

2.- No es lo mismo algo “bueno” que algo “gustoso”.

El Quijote es un gran libro. Tiene una técnica excepcional, rompió moldes en su momento, y además utiliza fórmulas novedosas en literatura… pero yo no lo recomendaría como lectura “entretenida”… y yo, seré idiota, leo por gusto. Sí recomendaría como “entretenido” El Código Da Vinci, que es, sin embargo, un libro malo, pero malo, malo, carente de toda estructura narrativa, previsible y poco original… pero demonios, cómo engancha el jodío!!!




Las Meninas son un cuadro magnífico, donde la perspectiva, el color y la luz son casi tan novedosos y magistrales como el uso del espacio. Es el primer cuadro con “cuarta pared” presente, el espectador forma parte de él, está dentro de la acción y contempla todo el ámbito, sin restricciones, gracias al espejo del fondo, pero… Pero yo en mis paredes tengo una litografía de Peteiro, que dicen que roza la vulgaridad. Pero, demonios, es tan alegre la jodía!!!

Nunca se me ocurriría negar la maestría y el alarde técnico de ciertas obras maestras… pero que algo sea técnicamente impecable, o socialmente aceptado como “magistral”, no lo convierte en algo irrefutable, porque, amigos, el gusto es libre como el viento. Incluso el de los que gustan de El Quijote.

Las “cosas” técnicamente buenas son buenas, magníficas, de hecho, pero… yo, que soy así de simplona, para mi vida “diaria” prefiero pasar de “de sufrí” y dedicarme a disfrutar sin pudor de cosas más sencillas, técnicamente menos elegantes o refinadas, pero más estimulantes a nivel de evasión.

De hecho, cuanto mayor me hago, con más alegría reconozco la bacanal a la que me entrego a diario. Escucho música pop, o rock, y no jazz o clásica, que será mejor pero para fregar los platos me inspira menos. Leo a Marian Keyes y a Terry Pratchet, y no a Cela –a veces sí, pero pocas- o a Cervantes, que serán mejores, pero me aburren mogollón cuando abro el libro en cama. Veo House, y Sé lo que hicisteis, y El Intermedio, y duermo sin pudor los documentales sobre el mono araña, que son técnicamente impecables y super educativos, pero normalmente me estimulan lo mismo que un tomate; o sea, nada.

A pesar de mis esfuerzos por hacer entender a la gente que uno puede ser muy culto, -no es mi caso-, muy educado –sí es mi caso-, y muy elegante –no sé si es mi caso-, y disfrutar de la vida con cosas aparentemente banales y populares, en mi particular lucha he topado muchas veces con la frase de “¿Tú? ¿Leyendo eso? Hija, no te pega nada, tan culta como pareces.”







¿CREEIS QUE ES INCOMPATIBLE LA INTELIGENCIA CON LAS COMEDIAS ROMÁNTICAS?

¿ES MENOS ELEGANTE ESCUCHAR A AMY WINEHOUSE QUE A HANDEL?

¿PREFERIS UN BUEN LIBRO O UN LIBRO BUENO?





HOY EN CORUÑA: El CGAI Proyecta hoy “El Puente sobre el río Kwai”, un clásico de 1957 que podéis ver a precio de risa, 1.20€, a partir de las 20:30 horas.



SUENA EN MI I-POD: “Back to Black”, el single del álbum homónimo de la demonizada Amy Winehouse. Me intriga sobremanera cómo saldrá esta chica del enredo en que está metida… ¿sacará nuevo lp? ¿merecerá tanto la pena como este?

LA FOTO

Sale guapa.



Sale muy guapa la señora Saez de Santamaría en las fotos que “El Mundo” ha publicado, y en las que posa sugerente y femenina, dejando –por fin, por Dior- atrás, esa imagen de monja rancia y clausurable a la que nos tenía acostumbrados.

Y, sin embargo…

Y sin embargo han causado un revuelo que a mi me parece bastante injustificado. Vale que la niña no es Shakira, pero resulta atractiva en estas instantáneas que se ha sacado porque le ha dado la gana, y porque Pedro J. tiene mucho arte tendiendo trampas.

Porque ha sido una trampa, burda y facilota, como las que el coyote le tiende al Correcaminos. Yo es que veo perfectamente en mi cabeza la conversación, en letras negritas.

“Soraya, nena, te va a dar un empujón, y te cambiará la imagen ante el electorado”

“No sé, no sé…”

“Sí, mujer, serán fotos con estilo y elegancia, modernas, actuales…”

“Mmmmmmm…”

“Ya verás como no te arrepientes”

“Bueno, venga, va…”


Y fue. Fue Soraya con su traje negro de Rosa Clará al estudio y posó como una profesional. Y luego vio el resultado, y se encontró mona –yo me habría encontrado mona- y sugerente, con sus piececillos descalzos y su mirada lánguida, y dio “sea”…



Y fue. Fue el momento en que Pedro J. aprovechó para cargar tintas contra ella, tachando de incongruente su decisión de posar femenina y atrayente, cuando, lo importante, dijo Pedro J., era el discurso político, en unos tiempos convulsos y poco dados a la frivolidad.

Yo es que soy muy frívola, ya lo sabéis, y aunque la muchacha me cae peor que mal y sus ideas políticas me dan urticaria, no creo que la entrevista “íntima” y las fotos “sugerentes” sean ni un error, ni algo frívolo. Son una campaña de marketing como cualquier otra, que, desde ayer, defenderé a ultranza por la ley del “y tú más”.

La ley del “y tú más” es una especie de resorte interno que me azuza a ensalzar todo lo que aquellos con cuyas ideas no comulgo tratan de menospreciar. Yo es que soy así de simple.

La COPE –concretamente el programa de Jiménez Lozanitos- se puso ayer las botas con el dichoso posado, soltando, él y sus colaboradores, perlas del calibre de “las mujeres normales y decentes no posan así”; “sale en neglillé” (que no sé lo que es, pero por el contexto debe ser algo muy malo); “se le ven los pies” o, agárrate que vienen curvas “esto es como si Rajoy posara en tanga de leopardo y arrastrado por el suelo” (sólo la idea ya me provoca ictus cerebral).

Se atreven quienes vilipendian el posado a asegurar que no existen precedentes del mismo en casos masculinos. Olvidan, sin duda, las fotografías que el actual presidente del gobierno ofreció a la revista Zero, metrosexual como él solo; o las instantáneas que, en la misma publicación, protagonizó el alcalde madrileño, Ruiz Galladón, haciendo alarde de cara aniñada y brazos torneados. Por no hablar de aquel posado-robado de Mr. Aznar paseando por la playa en su asueto veraniego, marcando pectorales para deleite de féminas y no tan féminas (me consta).

Yo fui de las que defendió el posado de las Ministras Vogue. Y lo hice porque creo que:

a/ La política y el buen gusto estilístico no deben estar reñidos.


b/ La política y la feminidad/masculinidad de sus protagonistas no deben estar reñidas.


c/ El marketing es imprescindible en política, y una foto elegante, atractiva, diferente, acompañada de declaraciones empáticas, puede ser la mejor campaña.

d/ Que la importancia -obvia- esté en el discurso, no es óbice para que cada cual emplee su imagen como mejor considere.


Sigue sin gustarme la política del PP. Sigue sin gustarme el discurso de Saez de Santamaría. Sigue sin gustarme su estilo. Pero, nena, si lees esto, que sepas que en las fotos estás fantástica. Lo cortés no quita lo valiente.



HOY EN CORUÑA: La Sala Moret Art, en la calle Olmos, inaugura una exposición de fotografía japonesa. Si os atrevéis a salir de casa con este tiempo es una gran, gran opción.



SUENA EN MI I-POD:Turnedo”, un tema maravilloso de Amado Ferreiro que suena así de bien en boca de su hermano, Iván. Está en el álbum “Canciones para el tiempo y la distancia”, editado en 2005. Si os gusta Iván Ferriero, que sepais que acaba de presentar álbum en sociedad, bajo el título “Mentiroso, mentiroso”.

SEX & THE BLOGGERS (Part II)

¿Sabíais que muchos hombres ven el porno sin sonido?




No os creíais que es un dato irrelevante. Ni si quiera es un dato frívolo. Es un dato muy, pero que muy significativo que me sirvió, cuando lo conocí, para darme cuenta de que hombres y mujeres somos extremadamente diferentes, incluso en el terreno del erotismo y la sexualidad.

Vamos a plantear un caso práctico, para comprender mejor la cuestión. Imaginaos la siguiente escena:

Entras en casa y de repente te encuentras con las luces completamente apagadas. Sólo se percibe la tenue luz de lo que parecen velas. Intrigada, caminas llamando por su nombre a tu pareja, y al entornar la puerta del dormitorio descubres sobre la cama unas esposas forradas de suave terciopelo azul. Bajas ligeramente la mirada, y tus ojos tropiezan con un vibrador de color morado, y tu imaginación de dispara. En ese momento notas la suave caricia de una mano tibia, que te recorre con delicadeza el vientre por debajo de una blusa que ha comenzado a desabrocharse como por arte de magia por tu agitada respiración. Una venda de seda negra cubre tus ojos, y tu pulso se dispara… y en ese momento, cuando tu cuerpo cae sobre la mullida colcha bajo el peso irrefrenable de la pasión, la cadena de música descubre los acordes de… High Way to Hell, de los AC/DC.




¿A que jode, eh?

Pues a ellos no, amigas. A ellos –y no hablo de los fans de AC/DC, hablo de los hombres- les importa, así, generalizando, exactamente un cuerno lo que suene en la cadena de música.

El hombre es un ser erotizable por la vista. La mujer, por el oído.

No quiere esto decir que a los hombres les de igual la una voz de pito aflautinado que una susurrante cadencia, ni que a las mujeres nos de lo mismo Santiago Segura que George Clooney –que para gustos colores, y además a mi Segura me cae genial- . Pero, a grandes rasgos, las mujeres necesitamos del sonido, mientras que ellos tienen más que suficiente con una imagen sugerente.


Es por ello que muchos hombres prescinden del sonido en el porno, mientras que muchas mujeres se erotizan –nos erotizamos- mucho más con el sonido que con la imagen.

De hecho, en un alarde de ejercicio periodístico sin precedentes en este blog –y sí, ya sé que soy periodista, pero es lo que hay, amigos-, antes de arrancarme definitivamente con este post realicé un intenso estudio de campo que consistió básicamente en preguntar y observar.





Preguntando llegué a la conclusión de que la mayoría de los hombres me daban la razón, y también la mayoría de las mujeres. A ellos la BSO de sus encuentros sexuales les importa un pijo, y el sonido del porno, otro tanto de los mismo; mientras que ellas, en una amplia mayoría, aseguraban no ser capaces de concentrarse si quien amenizaba su noche de pasión eran los Ramstein a toda pastilla, pero casi ninguna confesó abiertamente haber consumido y/o consumir pornografía, y desde luego ninguna habló de hacerlo sin sonido.

Yo sí he consumido –y consumo- pornografía. No es que sea un elemento imprescindible en mi vida sexual, pero es uno más. Desde los juguetes eróticos hasta las películas, mi natural inquieto y curioso –y mis pocos pero acertados amantes- me han ido llevando a investigar… pero, la verdad, jamás había visto una película pornográfica sin sonido, aunque sí vi, en una ocasión, una entera.





Llegados a este punto del post, creo que es momento de aclarar mi iniciación en el porno. Llegué a la pornografía más tarde que al sexo, cosa extremadamente curiosa, así que cuando vi por primera vez en mi vida una escena pornográfica –que no erótica, no confundamos los términos- ya tenía cierta experiencia en temas amatorios.

Mi primera película porno la vi acompañada de una docena de amigos –sí, en masculino-, y media docena de amigas. La trajo a una fiesta en casa de mis padres –mis padres no estaban, obviamente- mi amigo L., a petición de mi amiga E. Tendríamos unos 17 años, y en aquel entonces hablábamos mucho de sexo entre nosotros (igual que ahora, mira tú que casualidad), así que una tarde salió el tema de la pornografía, y todas nosotras confesamos, ante el estupor de “los niños”, no haber visto nunca una película pornográfica. Después de varias bromas, E. y L. convinieron en que lo mejor sería que él trajese una a la siguiente fiesta. Puede parecer todo muy raro, pero para ellos nosotras hemos sido siempre “tíos”. Hubo un tiempo en el que podríamos habernos paseado desnudas antes ellos que su reacción hubiese sido “oye, ya que vas, tráeme una cerveza”.

El caso es que L. trajo la película y la pusimos. La primera escena mostraba una orgía lesbiana. Una veintena de mujeres guapísimas se lamía, tocaba y besaba con delirio, mientras una de ellas acariciaba el sexo de las demás con una pluma enorme y con aspecto de ser muy suave. No recuerdo nada más, porque la escena se cortó y empezó otra. Al parecer, L. se había tomado la molestia de seleccionar las mejores escenas de su personal colección de porno, cosa que no agradó demasiado a E., que esperaba ver terminar la película. Fue la primera vez que escuché aquello de “son todas iguales, ¿para qué la quieres ver entera? ¿para ver si al final se casan?”.

Años más tarde, en mi etapa universitaria, comprendí que aquello de que todas las películas pornográficas eran iguales era una generalización muy poco acertada. En aquella época el Canal Satélite se pirateaba con cierta impunidad y mayor facilidad, y compartir salón con 6 hombres me deparó la extraña sorpresa de vivir rodeada de porno 24 horas la día -¿habéis visto este capítulo de Friends donde Chealder y Joey no cambian de canal para no perder su porno gratis? Pues está basado en mi vida entonces- . Y, de entre todas esas películas que nunca terminaba de ver y que jamás, jamás me enganchaban, un día me quedé atontada con una. La vi enterita, de principio a fin. Trataba sobre unas mujeres malísimas que venían del espacio a conquistas la tierra a base de matar de placer a los terrícolas, y de un científico que inventaba un aparato que podía acabar con ellas a base de orgasmos ultrasónicos. Era la leche.

Entre medias de estos dos contactos con el porno, coqueteé en una ocasión con las grabaciones caseras, un acto de valentía del que me arrepentí amargamente cuando comprobé que, en pantalla, no estaba ni tan buena ni tan segura como las actrices a las que intentaba emular, aunque al parece al que entonces era mi pareja sí le gustaba lo que veía. Yo pasé tal vergüenza que no pude ver más que unos segundos. Y no, esa grabación ya no existe, afortunadamente.








Total, que como jamás había visto una película porno sin sonido, decidí probar.

Escogí una de entre las que hay en el ordenador de casa –casi todas bajadas por error en el e-mule, tratando de piratear algún taquillazo reciente. Es el mejor método para obtener porno, tú teclea en el e-mule el título de cualquier película reciente que haya triunfado, y ¡zas! Porno asegurado-, y la puse a pantalla completa para, acto seguido, eliminar el sonido.

No os lo recomiendo… al menos, no como método erógeno. Aunque es una estupenda lección de anatomía para adultos, o incluso una fórmula infalible para descojonarte viva.

Sin sonido, los actores me parecía feos, muy feos; y las actrices neumáticas y recauchutadas, más de lo normal, digo. Y las caras… madre mía las caras!!! Jajajaja. Esas caras como de sufrimiento, que más que echando un polvo parece que estén peleando a vida o muerte contra un cocodrilo del tamaño de Gozila, jajajajaja

Mi estudio concluyó con la firme demostración de que hombres y mujeres percibimos el sexo desde diferentes sentidos… quizás por eso las denominadas películas eróticas tienen mucho más tirón entre el público femenino –tienen mucho más diálogo que sexo, pero qué diálogos, jajaja-.




En el anterior post Ely nos preguntaba en un comment si hablábamos durante el sexo. Pues, ya veis, al parecer, el erotismo a través de la palabra es una cualidad extremadamente femenina, que a los hombres, una vez metidos en faena, les trae al pairo. No así “para iniciar” el acercamiento, donde los encuestados me han confesado sentirse especialmente incitados cuando es “ella” quien toma la iniciativa sugiriendo sexo con palabras explícitas, para callarse luego, mientras ponen las sugerencias en práctica.

¿Y VOSOTROS, CÓMO LO VEIS, CÓMO LO OIS?

¿PREFERÍS EL SEXO MUDO, O EL ORAL?

*Edito para comentar dos cosillas: la primera, que no he visto una película porno entera; han sido dos, la segunda fue "Garganta Profunda", y os juro que no lo he pasado tan bien en la cama en mi vida, en el sentido hilarante de la expresión. Si disfrutais del sexo con humor, muy, pero que muy recomendable.

La segunda cosilla: Este es mi post número 200... madre mía!!! Qué vértigo!!!





HOY EN CORUÑA: La Sala Mardigras acoge la actuación de los chicos de Gansos Rosas, una Cover Band de los Guns&Roses, cuyas baladas son, por cierto, una BSO especialmente buena para un encuentro sexual de esos de antología. Será a partir de las 22:30


SUENA EN MI I-POD: Little Sister”, una versión del clásico de Elvis en la voz de Álvaro Dorda, el cantante de los Rockers go to Hell, otra Cover Band coruñesa que actúa cada miércoles en la sala Garufa. Y sí, el video mola mucho. Y sí, lo grabaron P. y F. Y sí, me llena de orgullo y satisfacción, como al rey pero en republicano. Para verlo teneis que clickar aquí. Acaban de sacar al mercado su primer disco, un cd con aspecto y sonido de vinilo que puede comprarse en el propio Garufa, obra de los chicos de Freaky Dicky.

LÁGRIMAS DE COCODRILO

La gente opina de mí que soy fría.


No “fría como un témpano”, en plan “esta tía no tiene sentimientos”, sino más bien en plan “esta se repone en 5 minutos, no llora, ni padece”. Digamos que quizás lo correcto sería decir que me ven “dura”.

El caso es que, en realidad, tienen motivos. Soy, más que dura, orgullosa. Y entiendo el orgullo de un modo extremadamente particular. No me gusta que se me vea abatida, o vencida, o destrozada, o simplemente débil. Y, por supuesto, no lloro en público.

El tema de las lágrimas lo llevo fatal. No es que no me guste llorar en público –que también-; es sencillamente que no puedo. No me sale. No lloro en el cine si voy acompañada, ni lloro en las bodas (bueno, vale, lloré en la de F. y D., una entre cien). Ni si quiera lloré en el funeral de mi madre, y eso que estaba rota de dolor. No me salía. Yo, cuando hay público, no reacciono. Llamadlo miedo escénico, si queréis.

Y es extremadamente curioso mi caso, porque provengo de una familia excepcionalmente emotiva, y he heredado de ambos progenitores una tendencia innata al drama, al tiempo que una facilidad inusitada para verme desbordada por mis propios sentimientos. Todo me afecta de una forma profunda, interna, catárquica. Y cuando digo todo es todo, todo.





Me afectan los sentimientos de los demás. No soporto ver sufrir a nadie, aunque sea una mala persona… y ni te cuento si el que lo pasa mal es alguien a quien aprecio. Me preocupa sobremanera el estado de salud de mi familia, ver felices a los míos… y a los no míos también. Y mi paranoia en este terreno llega a tal extremo que me afligen profundamente, por ejemplo, las noticias sobre catástrofes.

Recuerdo que, cuando era niña, un tifón o una tormenta tropical, o algo así, asoló algún país sudamericano. Yo era muy, muy pequeña. Estaba en mis primeros años de colegio, y, al llegar a casa, comía con m hermana. Aquel día, no sé por qué, en la televisión teníamos sintonizado el telediario de la primera. Y de repente la vi. En la pantalla, una niña pequeña, de mi edad, se moría atrapada entre dos vigas, sepultada por hectolitros de agua putrefacta. No recuerdo su nombre, ni el nombre del país, ni qué fue lo que pasó exactamente, pero podría dibujar con asombrosa precisión el rostro de aquella niña.

Sin previo aviso, rompí a llorar. Cuando mi madre llegó del despacho alucinó en colores al verme tan hecha polvo, y cuando le conté que no podía soportar ver sufrir así a aquella niña, ella también lloró. “Has salido a mi, hija, asúmelo”, me dijo. Y tenía razón.

Los sentimientos –personales, o adquiridos por empatía- me desbordan con mucha facilidad. Lloro con el final de “Entre Fantasmas”, y cuando El Almendro vuelve a casa por Navidad. Lloro con el anuncio de la lotería; con los reencuentros de los diarios varios, aunque sean amañados; lloro con los libros, y lloro mucho, mucho, pero muchísimo con la música. Hay temas que me ponen el corazón la garganta con una facilidad pasmosa, de verdad.

Resulto tan excesiva, que he llegado a llorar porque creo que alguien se siente mal. No porque lo sepa, sencillamente porque lo creo.

Por no hablar de los llantos “sentimentales positivos”.

Yo no necesito un motivo triste para llorar… en realidad, no necesito ningún motivo. Hay días que quiero llorar, y punto. Me lo pide el cuerpo. Es como si de repente me hiciese dolorosamente consciente de las muchas e increíbles cosas que me pasan: tengo amigos, familia, gente que me quiere, un trabajo, un techo, comida y lujos varios.. Y estos pensamientos me asaltan de repente, sin previo aviso, completamente a traición. En esos momentos, siento que las sensaciones me desbordan. Noto el suelo al caminar, el tacto de las llaves en las yemas de mis dedos, el aire en la cara… todo se multiplica inexplicable y exponencialmente, y directamente me desbordo, como cuando no cierras a tiempo el grifo. En esos momentos necesito llorar.




Normalmente me siento tranquilamente en el sofá, con música –alegre, si puede ser-, o con la tele encendida, y lloro. Lloro sin aspavientos, sin grandes dramas, sencillamente dejo que me caigan las lágrimas. Y las disfruto mucho, como un bálsamo, así solita, tranquila… luego me levanto, me lavo la cara, y ale, lista para la batalla de nuevo.

Mi madre, mi hermana, mi hermano, mi padre… todos somos así en mi familia. Gente dura por fuera y blandita por dentro que eleva los sentimientos a potencias astronómicas, y claro, al final necesitamos desahogar… pero todos lloramos en privado –bueno, mi hermana menos, que era más llorica, jajaja-. Lloramos sin motivo alguno, pero con una tranquilidad pasmosa, siempre que no nos sintamos observados.

Esto, aunque pueda parecer maravillosamente romántico, es un asco del quince, porque imposibilita las lágrimas de cocodrilo, un recurso de chantaje emocional que me encantaría dominar pero del que soy completamente incapaz. No puedo llorar cuando quiero… ¿cómo voy a poder, si ni si quiera puedo llorar cuando debo? Yo sólo lloro cuando lo necesito, y si no me ve nadie mejor.



Curiosamente, ante el dolor extremo y personal –perder a un ser querido, romper con un amor intenso, una traición sin parangón- mi defensa consiste en reírme. Siempre he sido fan del humor, creo que es la mejor de las curas para cualquier daño, y una buna carcajada soluciona casi todos los problemas… y si no los arregla, al menos los atenúa. Así que cuando he sentido un dolor horrible, he llorado un poquito en privado –o con alguien de mucha confianza-, y luego he salido al mundo con la mejor de mis sonrisas, a comerme el planeta.

A mi me encantaría poder llorar para ablandar el corazón de la gente, pero no me sale. No me sale, y punto. No hay más que hablar. Yo, si lloro delante de alguien, es porque de verdad lo siento, lo necesito, y es tan fuerte que no he conseguido pararlo, pese a mi pudor atávico al llanto público.

Quizás por eso me maravillan esas personas que lloran sin reparo alguno en cualquier lugar: un restaurante, un cine, la Calle Real… lloran con aspavientos y con grititos, y con hipos, y a mi me dejan alucinada… y me dan envidia al mismo tiempo. Me encantaría poder hacer eso… o a lo peor, no, porque si empezase a llorar en público quizás perdería esa aura de tía dura, curtida y cosmopolita que se me atribuye…vale, parezco fría, pero puedo ser muy cálida… también en privado, claro.



HOY EN CORUÑA: Hoy es el momento. Si os acercáis hasta la Nueva Herboristería de Ely os invitamos a una copa de cava como la que nos estaremos bebiendo ella y yo, y Pinkocha y Noa si se animan. Está en la Avenida de Arteixo, en el tramo final, y es preciosa y chic.


SUENA EN MI I-POD:Como un lobo”, de Miguel Bose, un duo maravilloso con su sobrina Bimba del disco recopilatorio “Papito”. No viene al caso pero este tema me chifla y me he acordado de la última vez que lo pasé bomba un sábado, el del cumpleaños de C.P., bailando este tema con mis amigos como una loca en La Fundación. Qué noche tan divertida.

SEX & THE BLOGGERS (Part I)

El sexo mueve el mundo.


Es un hecho, y la verdad es que, aunque no es, ni de lejos, el único motivo por el que la gente actúa, sí es uno de los más poderosos. El sexo es importante. Muy importante. De hecho, ¿por qué creéis que nos venden todo –desde el detergente a los coches de lujo- convenientemente adornado con maromos de 2.15 y tías de quitar el hipo? Pues porque el sexo es nuestro instinto más primario, más inmediato, y más feroz, aún cuando nos volvemos racionales.

Y sí, aviso a navegantes, y los aviso desde ya, este será un post de contenido explícita y claramente sexual, por lo que si alguien cree que puede llegar a sentirse ofendido por mis palabras, le invito ya en este párrafo de entrada a abandonar la lectura. No pediré disculpas por decir lo que pienso.


Una vez, no hace demasiado, metida de lleno en un acalorado y desde luego justificado debate sobre el aborto, alguien, al leer mis opiniones al respecto, aseguró que yo le daba demasiada importancia al sexo dentro de la pareja. Por el contrario, mi particular opinión es que quien aseguró aquello le da demasiada poca a algo de tamaña repercusión. Es, como casi todo en esta vida, cuestión de puntos de vista.

Para mi el sexo nunca ha sido un tabú, aunque desde luego sí hubo un tiempo en que era un misterio –y en algunos aspectos me gusta creer que aún lo es-. Crecí en el seno de una familia relativamente abierta en la que se respondían sin vergüenza las preguntas, pero claro, para que hubiese una respuesta debía, previamente, haber una interpelación… y a los ocho años preguntar parece más difícil de acercarse después de clase a la enciclopedia de la “Vida Sexual Sana” que mis padres tenían en la sala, así que, como casi todo el mundo en mi generación, aprendí poco sobre sexo de boca de mis padres, aunque sí lo suficiente; a saber:

1.- El sexo no es algo sucio, ni malo, ni pecaminoso… todo es cuestión de actitud.
2.- Todo lo que se hace con cariño, con deseo, con interés y con buena intención está bien hecho. Esto incluye, claro, la experimentación sexual.

No soy capaz de recordar cuándo descubrí que mi cuerpo podía resultar un juguete de lo más divertido, lo que me hace sospechar que, definitivamente, debía ser bastante niña. Fui precoz, por lo que se ve, y también descubrí con rapidez mi orientación sexual. Soy hetero desde que tengo consciencia de mi propio deseo, lo que no implica que, como muchas otras personas, haya sentido y sienta curiosidad por la experiencia homosexual, aunque no he conocido nunca a una mujer que me resultase excitante.


Creo que el hecho de haberme sentido siempre libre en ese terreno me ha dado alas. He tenido pocos amantes –o muchos, claro, según con quien me compare, supongo-, pero casi todos muy bien aprovechados. Aprendí mucho de mis propios tropiezos, y descubrí muy rápido que el sexo es, sobre todo, un juego. Y en los juegos puedes pasarlo genial incluso cuando pierdes, como demuestra mi desastroso currículum como jugadora de Trivial Pursuite.

El caso es que, tal vez por mi falta de prejuicios al respecto, tal vez por mi demostrada inquietud, llegó un momento, en los últimos años de mi adolescencia, en el que terminé por convertirme en la consultora sexual de mi pandilla. Y os aseguro que no hay nada más enriquecedor en este mundo que intercambiar dudas, preguntas y curiosidades con un grupo de amigos. Es increíble lo mucho que puedes llegar a aprender. Casi tanto como con la propia práctica.

Eso sí, si hay algo que me ha quedado claro con el paso de los años, es que la visión que las mujeres tenemos del sexo ha ido haciéndose cada día más manifiesta.


Nótese que hablo de “hacerse manifiesta” y no de cambiar, porque no creo que realmente haya cambiado en absoluto la visión que las mujeres tenemos del sexo en los últimos años. Ha cambiado desde mi abuela hasta mi, pero desde mi hasta mis primas pequeñas… no. En absoluto. En este caso lo que ha pasado es que cada día hablamos más de sexo. Más, y mejor.

Hasta hace relativamente poco era extraño, muy extraño, ver a un grupo de chicas entrarles a un grupo de chicos en un bar. ¿Por qué? ¿Por qué antes las mujeres no deseaban hacerlo? Creo más bien que se trata de una amplitud de miras en los roles. Ahora puede hacerse. Antes también, pero te arriesgabas a ser tachada de fresca, o algo mucho más desagradable.

Lo mismo sucede con los estados civiles. Conozco cada día más mujeres que confiesan sin pudor su deseo hacia alguien. Sólo eso, deseo. No quieren casarse, formar una familia, ir al cine o a cenar… quieren echar un polvo de película con alguien sexualmente atractivo. Y nada más. Una actitud antes considerada eminentemente masculina que ha terminado por volverse unisex, afortunadamente.

Y digo lo de “afortunadamente” porque creo con firmeza que las mujeres, como género, hemos estado y estamos todavía sometidas a un rol social en el que el sexo sólo el válido si va acompañado del amor, algo que, curiosamente, no sucedía si en lugar de Victoria te llamabas Víctor. Y digo curiosamente porque, o bien todas esas relaciones exclusivamente sexuales se daban en el terreno homo, o con alguna chica dispuesta a sexo sin compromiso debían topar, vamos, digo yo.

Que nadie me malinterprente; soy una ardiente defensora del sexo con amor. O con cariño, al menos. Creo que la complicidad que una pareja puede llegar a conseguir dentro de la cama depende, en buena medida, de la que tenga fuera, y en mi experiencia personal puedo asegurar que, salvo contadas excepciones, los mejores polvos de mi vida han sido con gente a la que he querido.


Pero eso no significa que desprecie el sexo como tal… ¿cómo no apreciar algo placentero, agradable, sano e inocuo (si se practica bien)? Es como si digo “no, yo no como chocolate porque soy una gran defensora de los M&Ms”·… hombre, los M&Ms molan, pero sin cacahuete el chocolate también está muy bien.

Entiendo que se trata de una opción personal, y que cada uno hace en su cama lo que quiere –o lo que puede, según los casos-, pero no entiendo que pueda considerarse reprobable que una mujer tenga uno, dos o cuatrocientos amantes esporádicos por los que nada siente… mientras, claro está, ellos estén de acuerdo.

El otro día Ely colgó un post divertidísimo sobre lo mucho que echaría en falta al “Duque” tras su muerte, y entre líneas creí leer esa fina ironía que caracteriza sus textos, hablando precisamente de esto: del sexo, del deseo, del cuerpo como algo propio para disfrutarlo y mimarlo… y que otros lo disfruten y mimen. Y me di cuenta de que en el fondo la red de redes ha contribuido mucho a encauzar hacia la normalidad el deseo femenino, aislado de cualquier otra connotación. Sexo, puro y duro… nada más, y nada menos.

¿QUÉ OPINÁIS VOSOTR@S?

¿CONCEBÍS EL SEXO SIN AMOR, O SOIS DE LOS QUE ENTREGAN CUERPO Y ALMA AL MISMO TIEMPO?


HOY EN CORUÑA: Pues esta semana el Forum Metropolitano estrena “Fuerce People; Gente poco corriente”, un drama con tintes irónicos sobre la alta sociedad americana, ese Upper East Side tan de moda últimamente. El Forum es una magnífica alternativa para una tarde de invierno: películas difíciles de encontrar en las salas comerciales, y encima a precios super asequibles. En este caso, 3 eurillos de nada.



SUENA EN MI I-POD: No podía ser otra. Repetimos intérprete, el gran Robbie Willimans, esta vez con uno de sus temas más sexy, en fondo y forma: “Sin, sin, sin”, del álbum “Intensive Care”. Que la disfrutéis.

VOLVER...

…con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien…

Ay, si es que el regreso es siempre duro. Y no creais, que yo en realidad sigo de “presuntas” vacaciones hasta el lunes. Digo lo de presuntas porque hoy ya me he dado un garbeo por la oficina, porque claro, nadie es imprescindible pero hay unos más pringaos que otros… en fin…

El caso es que ayer terminó oficialmente el periodo navideño, y con él se terminaron también el amor incondicional, la carta blanca para comer y beber “a degüello”, las reuniones con amigos y el dormir hasta las 11. Adiós, Reyes Magos; hola, vida.

Porque sí, volver de los reyes es como regresar de un coma.


Tiras todo el papel de regalo, ordenas las estanterías, los armarios, hasta el armarito del baño… todo para hacer sitio a lo nuevo y dejar atrás lo viejo, arrancas las etiquetas de los regalitos… ¿y todo esto para qué? Pues para darte cuenta un par de días después de que no encuentras nada, de que aquel cuaderno que tiraste “porque llevaba años almacenado para nada” tenía anotado el equivalente personal a la fórmula de la Coca-Cola, y de que la camiseta que tu prima te regaló, y que juraste en un ataque de amor fraternal que te apasionaba, es horrible, te queda como a un cristo dos pistolas… y ya no la puedes devolver, porque claro, en pleno fervor “regresemos a la vida con buen pie” le has arrancado ya la etiqueta, o, en su defecto, has perdido el ticket regalo. Un despropósito, vamos.


Conste que el regreso tiene cosas buenas. A mi, recuperar un ritmo más o menos normal –digo “más o menos” porque mi ritmo de vida, normal, lo que se dice normal, nunca ha sido- me ayuda a elaborar mi listado de propósitos de año nuevo con mayor eficacia.

Sí, sí, bloggers, soy de esas ilusas que cree firmemente en la pureza del corazón y el espíritu, y que cada día 7 –porque el año empieza el día 7, no el 1, y ya era hora de que alguien lo dijese alto y claro- se hace el firme propósito de convertirse en mejor persona por la vida menos eficaz que se conocer: la del auto-convencimiento.


Este año, como mi primer propósito es poner los pies en la tierra, he dejado de jurar que iré a diario al gym, que no comeré más lomo -¿cómo puedo si quiera intentarlo, si en casa queda todavía como kilo y medio de la cesta navideña?-, o que voy a ir a clases de inglés. Este año comenzaré la casa por los cimientos, a ver si así no se me cae… y me he prometido a mi misma:

1.- No malgastar tanto dinero en cosas que no necesito. Es más, que ni si quiera deseo. No voy a caer en las rebajas, por ejemplo. Y sé que este lo cumpliré porque no tengo un duro.

2.- Darme de baja en el gym. Hace como 6 meses que no lo piso, ergo… ¿por qué coño lo sigo pagando?. Dejaré de pagarlo y me apuntaré en cambio a clases de pilates, martes y jueves, al lado de casa. Es más caro, pero como me queda al lado de casa sé que iré, algo es algo.

3.- Se acabó eso de comer “guarreridas”. Este lo estoy poniendo en práctica desde noviembre más o menos y me va bastante bien. Navidades, claro, no cuenta, jajajaja

4.- Ser constante con mis amistades. Aunque me cueste un poco, este año voy a haceros más caso a tod@s vosotros. Aunque sea vía blog, o facebook, o mail… pero mejor con un café un día a la semana… vosotr@s bien valéis 1€!!!!!

5.- El dichoso inglés… que vale, que no voy a ir a la academia ni “patrás”, pero prometo hacerme el “English Training” al menos dos veces por semana y ver al menos dos películas o series en V.O. every week… como veis, el movimiento se demuestra andando.

6.- Decirle a mi padre y a mis hermanos lo mucho que les quiero más a menudo. Se lo merecen.

7.- Ser más eficiente en mi trabajo. Nada de “lo hago luego”. Aunque cueste. Cómo te sientes luego compensa el agobio, la verdad.

8.- Vestirme y arreglarme “perfecta” cada día. Hay días que da pereza, sí, pero… merece la pena. Desde ya mismo este.

…y creo que ya está.

Hoy he comenzado a vivir mis propósitos del 2009 con bastante fortuna, y espero poder llegar al menos a marzo, cuando cumpliré los 30, con la lista intacta…

¿Y VOSOTR@S? ¿CUÁLES SON VUESTROS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO?


HOY EN CORUÑA: Date una vuelta por la Plaza de María Pita y aprovecha para echar un último vistazo a la expo de “Arte na Rúa”, de Manolo Valdés. Y de paso disfruta de las ambientillo rebajil y de un chocolate caliente. Hace un frío que corta la respiración,.



SUENA EN MI I-POD:Common people”, de Pulp, una de esas bandas imprescindibles de los años 90 más british. Está en su lp de 1995 “Different Class”. Es todo un himno post adolescente para mi.