Bohemian Rapsody 2.0

Cuando era niña mi colegio tenía por costumbre organizar charlas “de orientación y aprendizaje”, algo así como una forma muy entretenida de perder clase, basada en que profesionales de diferentes ramas disertaban ante púberes pasotas sobre los pros y contras de sus diferentes trabajos.

Pues bien, desde siempre, cuando he escuchado a alguien hablar con interés sobre algo, mi capacidad de mimesis se ha disparado hasta el infinito. Y en mi cabeza, yo no veía trabajadores que se levantaban a las 6 de la mañana para currar 10 horas por un sueldo justito, cuando no miserable. No, no, no, yo, con esa imaginación que he debido heredar de Julio Verne sin saberlo, veía profesiones super interesantes, vidas apasionantes y personas atractivas e interesantísimas.


¿Qué venían a dar la charla del Colegio de Abogados? Pues yo quería ser Ally McBeal.

¿Qué los ponentes eran historiadores? Pues yo me veía divina en plan novia de Indiana Jones

¿Qué los conferenciantes eran periodistas? Yo visualizaba mi futuro como el de la protagonista de “Luna Nueva”.

¿Qué la sesión informativa la daban los de leche Leyma?... pues yo quería ser vaca.


Es así de sencillo. Soy una especie de esponja envidiosa que encuentra fascinante casi todo a su alrededor.


Con los años he pulido un poco el asunto, básicamente porque he logrado que mi vida –la mía, mía, vamos, la que vivo yo a diario- me guste bastante. Pero es que en esta nueva etapa de mi vida, con los 32 convertidos en realidad en mi DNI y un parón involuntario pero de lo más gratificante en mi vorágine laboral personal, estoy empezando a recuperar las viejas costumbre… y desde ayer, quiero, deseo, necesito desesperadamente ser francesa.

La cosa es que llevo un tiempo como muy… suelta. Desencorsetada, diría yo. He vuelto a ir a conciertos de rock entre semana, a inauguraciones de exposiciones de teatro, a muestras de danza, de cañas con amigos… y el otro día hasta me bebí –oh, Dior mío, hacía tantos años- un par de chupitos de licor de cilantro, que es un poco como la absenta de las Rías Baixas… y me encontré tan bien!!! Me siento rejuvenecida -algo a lo que, no vamos a negarlo, ha contribuido, y mucho, el serum de Kiehls, pero ese es otro tema y ya lo trataremos más adelante, en otro post-, con ganas de hacer planes, de organizar cenas con amigos, de ir al teatro y al cine y a exposiciones y a espectáculos de danza de callejera, y a tomar cañas a bares inmundos y hasta de beberme un chupito de tequila, que mira que hace años, y últimamente me vuelve a apetecer un montón.

Después llegó el momento de rescatar los pendientes largos, que claro, con el pelo medio corto, medio no, no me veía con ellos, pero ahora, con mi melena corta rizada –falsa, pero rizada- me los veo ideales. Sobre todo cuando me pinto los labios de rojo, que es mi última pasión. Y no rojo, rojo, no, no, no, rojo “desdibujado”, en plan “me acabo de morrear con Ewan McGregor y no me ha dado tiempo de retocarme, perdona”.

Esto sí que son unos labios rojos


Cuando creía que superaría el momento beat que me asola, la marea conservadora asoló el país, y a mi me dio por volverme –bueno, siempre lo he sido, máscaras fuera, la verdad- contestataria, y rescaté del altillo los vestidos largos y las cuñas. Yo, la reina del overdressed, del tacón de aguja, del pelo impecable, convertida en una hippy chic de pelo rizo, cuñas de esparto y naturalidad extrema.

Y entonces llegó el post de Lula con esas fotos de Natasha Zupán, y enloquecí del todo. Recordé un post precioso de Miss B hablando de los vestidos años 70 que tanto le encantaban, y tomé definitivamente la determinación de prescindir absolutamente de formalismos en mi vida... porque yo quiero ser divina así, al natural, con mi capazo con asas de piel al hombre y mis labios rojos hasta en la playa, comiendo exquisiteces con deleite, sin usar los cubiertos (no sé por qué yo asocio comer con los dedos a un placer super sensual y muy intenso, soy así de raruna) y cantando en voz alta, y despeinándome a propósito.
Le robo la foto a Lula porque ese pelo es El Pelo, y esa sonrisa es perfecta, perfecta, perfecta!
 
 
Y ya para rematar la jugada, anoche me fui al cine con mi chico y mi mejor amigo, y Midnight in Paris terminó de convencerme. Esa Marion Cotillard flexible como un junco, pero firme, mujer, mujer, con sus curvas y su conciencia de ser deseable, y ese París de los años 20 caótico, desinhibido, interesante, atrayente, creativo.


No me digais que no parece que camina bailando, tan flojita ella, como suelta, y ese bolsito!

Claro, entre unas cosas y otras, entre las ganas de desmelene que ya acumulo yo misma sin ayuda ajena, los post que he ido leyendo, la peli de anoche, y el enganche monumental que tengo con Boardwalk Empire, pues estoy en estos momentos con una convicción absoluta de que lo que tengo que hacer es dejarme llevar y punto.

Le robo esta foto a Miss B, porque la encuentro super inspiradora para el verano!


Total, que me he dicho a mi misma “mira niña, si llevas desde los 5 años ejerciendo impenitentemente de copiona envidiosa profesional, mimetizándote con todo lo que te ha parecido atractivo, no veo por qué vas a tener que cambiar ahora, con la edad que tienes, y con lo bien que te sienta ser una flapper del siglo XXI”.

Y es que yo el concepto de flapper que manejo no es como el de los demás mortales. Yo veo esas imágenes, escucho esas voces, y veo mujeres tranquilas, seguras de sí mismas y de su feminidad, apasionantes y apasionadas, creativas, inteligentes. Mujeres que no se mueven, se deslizan, y que son como de plastilina.
Y aquí me tenéis, recuperando el blog y de paso mi vida a golpe de soltura y morritos rojos. depuis un aujourd'hui je serai enchanteresse et amusante (y sí, esto he tenido que buscarlo en un traductor, que yo soy generación EGB y ahí se daba inglés, que le vamos a hacer)


Ese aire despreocupado, esa sensación de que el tiempo no cuenta...

SUENA EN MI I-POD: Pues desde ayer por la noche, incansablemente, uno de los temas de la banda sonora de Midnight in Paris, “Let´s do it, let´s fall in love”, de Cole Porter. Si algún día me caso, quiero bailar ese tema, es una de las nuevas decisiones de mi vida bohemia.