
De niña, los primeros días de septiembre eran siempre una fiesta: comprar ropa para el colegio, la mochila, los cuadernos, todas aquellas pijaditas de papelería que me volvían –y me vuelven- loca… Aquello era una gozada para mi hermana y para mí. Mi madre nos llevaba una tarde entera de compras, y nos equipaba para “La Vuelta al Cole” como si fuese un gran acontecimiento. Años más tarde, cuando nació mi hermano, se unió a aquella festividad otoñal que suponía preparar el regreso al día a día.
Creo que es mérito de mis padres haber conseguido que el fin de las vacaciones estivales nunca haya sido un trauma para mí. Parecían tan felices, contagiaban tanta energía, que era imposible sentirse abatido. Hasta los libros de matemáticas parecían un tesoro cuando mi abuelo los forraba con aquel film transparente y les rotulaba las etiquetas identificativas con aquella letra rectilínea y maravillosa.

Las etiquetas de mis libros eran una de esas cosas que nunca pasaba desapercibida en clase: tan cuidadas y bonitas, con aquella caligrafía que parecía arquitectura de lo elaborada y perfecta. Lo mismo pasaba con mis horarios, un trozo de papel cuadriculado que mi hermana se encargaba de customizar con su particular estilo: letra “nube” (ella misma la inventó) con colores y estampados diferentes para cada asignatura. Todo un alarde de originalidad y creatividad.
Mi entusiasmo por la “reentré” no ha desaparecido nunca, aunque es verdad que ahora me da un poquito más de pena que se termine el verano, creo que, sobre todo, porque de niña el otoño era sinónimo de volver a ver a los amigos, y de adulta es sinónimo de verlos un poquito menos, por aquello de que ya no compartimos clase, cosas de la edad.
Aún así, cuando septiembre amenaza con llegar a mi vida, yo siempre encaro la situación con el mismo sistema: una mezcla del entusiasmo que mis padres le ponían al asunto cuando yo era niña, y la ilusión que me hace estrenar todas esas prendas que veo colgadas en las perchas de mi boutique favorita.

Básicamente, mi reenté consiste en:
1.- Reorganizar mi agenda, y con ella, mis horarios. Recuperar mis clases de yoga, mis horas de sueño, mi ritmo más o menos constante de vida. Mi nuevo teléfono ha facilitado mucho las cosas en ese sentido, esto de poder conectar mi agenda personal a la del despacho y cuadrarlas automáticamente es todo un avance.

2.- Reorganizar mi armario. De momento ni se me pasa por la cabeza sacar la ropa de invierno, pero si alguna ventaja tiene Galicia, es que el 90% del año es “entretiempo”, así que, llegados a este punto, puedo recuperar camisas de manga larga y jeans sin miedo a cocerme, y mantener ese estilo “pseudoprimaveral” hasta bien entrado diciembre.

3.- Shopping de temporada: este año incluye unos zapatos en nude que he visto en Zara Woman que sencillamente me han enamorado, una botas de caña alta y taconazo en cuero negro de Cuple y un par de cardigans en tonos neutros. Del resto voy sobrada, porque el año pasado hice unas compras maravillosas, pero aún así caerá algún bolso, y casi seguro un vestidito que he visto en Mango, clon de uno de Dianne Von Fustenberg, que me he parecido precioso.

4.- Renovar mi neceser: El verano y sus cremas de protección solar han quedado atrás, y aunque yo no renuncio nunca a ella –a la protección solar, digo- no la utilizo del mismo modo en octubre que el julio, claro. Además, el calor, el sol, y los cambios de hábitos siempre pasan factura a la piel, que pide a gritos un poquito de cariño. Cremas más untosas, texturas menos fluidas, y nuevos principios activos para energizar el regreso.

5.- Nutrir mi nevera, que a estas alturas del verano parecía ya un páramo de lo desértica que estaba. Medio limón, cervezas, dos yogures a punto de caducar y un trocito de queso. Vamos, una tristeza.

6.-Organizar mi despacho, este año con más motivo que nunca, porque como acabo de aterrizar en este nuevo destino laboral, tengo todavía muchas cosas por hacer. Esta parte me encanta, lo reconozco, porque eso de colocar bandejas de archivo, gomas de borrar, portaminas y resaltadores me recuerda mucho a mi infancia… sólo me faltan las etiquetas de mi abuelo.

7.- Recargar mi I-pod, que llevo ya un mes dándole vueltas al último disco de Miranda! y a los temas de Mando Diao. Se impone una renovación pero a la orden de ya.

8.- Sesión de belleza post-vacacional intensiva… aún cuando en mi caso no han existido vacaciones. Exfoliación, mascarilla, depilación, manicura, pedicura, retoque de puntas… vamos, lo que se dice “un completo” para aterrizar en septiembre en plena forma.

…y creo que eso es todo. De aquí al lunes, como nueva para comenzar la temporada otoño/invierno 08-09 en plena forma. No es igual que cuando mis padres me regalaban aquellos cuadernos nuevos llenos de maravilloso dibujos... pero ¿quién quiere cuadernos nuevos teniendo pumps nude de tacón ancho?
¿Y VOSOTROS?
¿CÓMO PLANIFICAIS LA REENTRÉ?