EL TEST

Soy una narcisista que vive inmersa en el hedonismo más crudo, con tendencias suicidas y que sufre de trastorno obsesivo compulsivo del orden, con complejo de Diosa Griega del Inframundo. Ahí queda eso, amig@s.


¿Quién me ha descrito así? Pues Internet, que es una máquina cruel y patológica. Y más concretamente el “feisbuc”, esa red social que viene a ser como el Messenger pero en versión 2.0. O sea, mejorado, ampliado, y con muchas más opciones inútiles a la par de atractivas.

Y una de esas opciones inútiles a la par que atractivas son los test. Los hay de todo tipo. Qué color te define, qué significa tu nombre, qué bebida te va más, cada cuánto tiempo deberías cortarte las uñas de los pies… en fin, de todo.

Yo me cree un facebook de esos ni se sabe cuándo. No recuerdo quién me invitó, ni por qué me lo hice, pero me lo hice. Luego, hace unos meses, comencé a recibir unos correos no identificables para mí en los que gente que me sonaba de lejos “quería ser mi amigo”. Y yo como soy super maja, les decía que sí. Y un día, cuando quise darme cuenta, el fesibuc este era un medio de comunicación con los míos tan eficaz como el que más.

Total, que yo antes el facebook lo usaba para mandarle recaditos a la gente que tenía lejos, o para desahogarme cuando tenía ganas de matar… pero desde hace una temporada estoy enganchada a los test estos de personalidad que me envían. Son, lo digo desde ya, una fuente inagotable de conocimiento personal.

Por ejemplo, el pasado sábado, mientras esperaba que P. saliese de la ducha para salir a dar una vuelta, me llegó una invitación para conocer “¿Qué diosa griega eres?”.

Yo, por supuesto, siempre he querido ser una diosa griega… pero no tenía nada claro cuál, así que decidí hacer el test, a ver qué pasaba… y resultó que soy Perséfone,
la diosa griega del Inframundo, una mujer intuitiva y bella que, raptada por Hades, dios de las tinieblas y los infraseres, se traslada al otro lado de la Laguna Estigia para guiar a los perdidos.


Oye, fue leer el resultado, y me dio un subidón!!!! No sé, me daba un poco de miedo ser Atenea, que es como belicosa, o Hera, que es así más bien un rollo matrona gigantesca… Perséfone me gusta, es un buen resultado, pensé… y lo colgué en mi perfil.

Un par de días después me llegó otro test. Esta vez me preguntaba “¿Qué personaje histórico eres?”… y no pude resistirme. No me miréis así, vosotr@s habríais hecho lo mismo. Porque no tendréis el valor de negar que siempre habéis querido saber cuánto de Hitler y cuánto de Gandhi hay en vosotros. Bueno, pues para alivio de los curiosos diré que en mi no hay nada de ninguno de los dos. Yo, por lo que se ve, soy una persona hedonista y narcisista que vive el día a día y no se plantea el futuro como algo a largo plazo, sino más bien instantáneo. Resulta, querid@s bloggers, que soy Mick Jagger!!!!


Este inesperado descubrimiento me sobresaltó sobremanera. Primero, porque creo tener poco –por no decir nada- en común con el líder de los Rolling Stones, a parte del hecho de sentir más empatía con el ángel caído que con el arcángel Gabriel… y segundo, @porque servidora ignoraba que Mick Jagger era un personaje histórico. Histriónico tal vez, pero histórico… bueno, aceptamos barco como animal acuático.

Así pues, por lo de ahora soy una mujer bella e intuitiva que además es narcisista y hedonista. Bueno, venga, vale, va.

Y así es como llegamos al tercer test. En este nuevo cuestionario la pregunta clave era “¿Qué personaje de Friends eres?”. Rezando porque Günter no estuviese entre el elenco de elegidos, me aventuré. Total… ¿qué podía pasar?... pues eso, podía pasar que me diese un pasmo al comprobar que, según San Feisbuc, soy Mónica Geller, una persona maniática y con desórdenes compulsivos, controladora y posesiva. Joder, qué guay.


Así que suma y sigue. A mi intuición y belleza hemos sumado ya mi hedonismo y mi narcisismo, y a esta magnífica ecuación añadimos ahora mis manías, mi personalidad controladora y mis desórdenes compulsivos… me quiero morir…

… coño, vaya, igual es que es así como funciona. Haces tres test, los resultados consiguen que quieras tirarte de un quinto piso, y entonces llega el cuarto para corroborar tu verdadera personalidad. Eres un ser débil en personalidad e hipersensible a la realidad, con tendencias suicidas, porque, querid@s, “la canción que mejor me define” es Smell like teen spirit, de Nirvana.



Así que, resumiendo, soy una mujer bella e intuitiva, pero maniática y controladora, con problemas de personalidad, hedonista y narcisista, que padece tendencias suicidas. Toma del frasco, Carrasco.

Yo, como comprenderéis, me encuentro en estos momentos inmersa en un proceso de rehabilitación, tratando se superar mi adicción de los test del feisbuc (porque tengo trastornos compulsivos, ya lo sabeis). Más que nada porque mi tendencia hedonista me impide preocuparme por estas cosas, y como mi intuición es sabia y extensa, me huelo un mal final, así que mejor paso de hacer más test de estos, no vaya a ser que se desate mi vena suicida. He dicho.

SPIDERMAN

La mente humana es un misterio insondable.




Esta mañana leyendo el periódico, me he encontrado con un caso que me ha puesto los pelos como escarpias… para bien. Todavía existen personas capaces de casi cualquier cosa por salvar la vida de un inocente. Todavía hay quien piensa con la cabeza fría y el corazón caliente. Todavía hay quien no pretende comprender a los demás, sólo atenderles. Hoy, el mundo es un lugar un poco mejor que ayer.

Ayer, un pequeño tailandés de ocho años se colgó del tercer piso de su escuela. El pequeño sufre un cuadro de autismo severo, y, en un descuido de sus profesores, el párvulo decidió que saltar al vacío le parecía una buena idea. Nadie sabrá nunca por qué.

Los profesores trataron de hablar con él, de razonar lo irracional. Una persona con un cuadro severo de autismo no razona como los que nos llamamos normales. Sus conexiones y encuadres siguen un mecanismo misterioso al común de los mortales que no es fácil de desentrañar. El niño no respondía a las llamadas de sus maestros, y tampoco lo hizo a la de su madre, que llegó a la escuela alertada por los profesores.

La dirección de la escuela llamó a los bomberos, pensando en evitar el mayor de los males. Si el niño saltaba, al menos alguien estaría abajo para recoger ese cuerpo cuya cabeza navegaba por mares extraños.

Y en ese momento, sucedió lo increíble.

Uno de los bomberos habla con la madre, “¿Qué es lo que más le gusta a tu hijo? ¿El chocolate, el zumo de pera, los dibujos del Correcaminos?”.

“A mi hijo lo que le pirra es Spiderman”.

Y como por arte de magia, el super héroe favorito de todos los que, como yo, amamos a los perdedores, se personó en la escuela. Bastó un gesto ofreciendo asilo en sus arácnidos brazos para que el niño se lanzara a ellos, y evitara, así, lanzarse al vacío.

Podría ser un episodio del cómic, pero en este caso, Charlie Parker se llamaba Virat Boonsadao, y en lugar de fotógrafo, era bombero. Un bombero que guardaba en su taquilla el traje de Spiderman, dice que para animar las visitas infantiles al parque de bomberos… yo prefiero creer que el super héroe ha revelado su verdadera identidad, encarnado en un héroe anónimo capaz de ver más allá de la mente humana.

A todos nosotros nos une algo mucho más profundo que el raciocinio… lo irracional.

P.D. Morid de envidia. Noa, Ely y Pinkocha estuvieron en la fiesta que di por mi 30 cumpleaños, y quemaron las naves. Admirad, oh, mortales mi nuevo y flamante vestido blusón de Masccob, que me queda de vicio y encima es ideal de la muerte!!! Niñas, no hay forma de deciros lo mucho que me gusta!!! GRACIAS!!!!





A LA FRANCESA

… así fue como me marché ayer del CGAI (Centro Galego de Arte e Imaxe). Había ido con P. para ver un documental con muy buenas críticas titulado “Liste, pronunciado Líster”, en el que presuntamente se narraba la biografía del histórico militar republicano de origen gallego. Digo presuntamente, porque yo eso no lo vi por ningún lado.




Para empezar, llegamos con mucho tiempo, porque en el CGAI las proyecciones son gratuitas y selectas, y suelen acumular una ingente cola de interesados en ocupar uno de los escasos asientos. No era el caso ayer. Ayer éramos cuatro gatos. Cuando nos fuimos, quedaban dos.

Total, que entramos, nos sentamos, y después de cotillear un extraño e incansable monólogo protagonizado por nuestro vecino de asiento, sobre las excelencias de la música de los 70, comenzó la proyección.

Durante aproximadamente dos minutos creí que me había equivocado de día, porque en la pantalla sólo se veía un plano fijo de algún lugar indeterminado, que lo mismo podría ser Cuenca que Monforte de Lemos, donde el verde monte estaba adornado con una especie de almena medieval. De fondo, musiquilla. Y ya. Nada más. Nada, nada, nada más.

Al cabo de esos dos minutos dejé de sospechar que me había equivocado para pasar a cerciorarme de ello. Efectivamente, la película era la correcta. El error era haber ido a verla.
Ante nosotros desfilaban, sin conexión alguna, imágenes de la guerra civil, películas caseras de la familia Líster en 8mm, recreaciones que no eran malas, eran lo siguiente, y grabaciones de la directora en Rusia, a donde, dedujimos, se marchó de vacaciones pagadas por la Xunta y aprovechó para grabar unos planitos en casa de su amiga, ojeando un libro infantil sobre la revolución bolchevique… vamos, lo never seen before, que diría La Divina.

El documental goza –él, digo, no sus espectadores- de una nada desdeñable duración de 111 minutos… en el minuto 45 P. y yo pusimos pies en polvorosa para cambiar aquel bodrio por el vidrio de las copas del Naïf. Qué tostón, madre mía de mi vida.

Como veis, no soy de las que le duelen prendas cuando abandona un espectáculo a la mitad. Yo, como decía mi sabia madre, no nací “pa de sufrí”, amig@s, así que cuando algo no me gusta, sencillamente paso. Soy un público sincero, como los niños, que cuando no les gusta lo que ven, le dan la espalda y punto. No comprendo a esas personas que, aburridas, asqueadas, y con cara de acelga más cocida, mantienen sus traseros pegados a la silla como si su vida dependiese de ello. Soy así con todo: que un libro no me engancha, pues lo dejo; que una película me aburre, pues me marcho; que un novio no me convence, pues al siguiente.

No es la primera vez que me levanto y me marcho en medio de un espectáculo, aunque tengo que reconocer que en general he sido bastante afortunada, y he escogido bien mis opciones de ocio… pero a veces la intuición me falla.

Como por ejemplo, aquella vez, hace unos 6 años, que fui al teatro con dos compañeros de trabajo, mi amiga B., y Q. Llegamos al Rosalía y nos sentamos en nuestras butacas preferentes –íbamos con invitación-, y comenzó el espectáculo: el mayor bodrio jamás contado by la Compañía de Teatro Galego. Nos marchamos cuando empezaba a roncar. Detrás de nosotros salieron una docena más, se ve que abrimos la veda.

La segunda vez que me largué en medio de la interpretación iba con P. Nos habían invitado a un espectáculo de una cadena de radiofórumla titulado “The Beattles Chill Out”, una especie de performance musical que revisionaba a los de Liverpool en clave electrónica con críticas más que aceptables. Abandonamos el teatro cuando una mujer de unos 150 kg, ataviada con unas mallas negras y una camiseta de leopardo se arrodillaba en medio de una nube de humo gritando como una posesa, mientras alzaba el puño a lo Scarlett O´Hara “Pennylaneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee”. Inclasificable.

Marcharse a la francesa es todo un arte. Tal y como yo lo veo, abandonar un espectáculo no debe ser nunca ni demasiado ruidoso, ni demasiado discreto. En el primero de los casos, parecerás un maleducado y además ofenderás al resto de los espectadores. En el segundo, parecerás avergonzado de tu escapada, algo indecible a todas luces, y además impedirás que otros con menos valor que tú sigan tu estela desesperados por escapar de esa tortura en forma de “arte y ensayo”.

Antes, largarse a la francesa era más fácil, porque casi todos los espectáculos tenían intermedio, y podías desaparecer a los David Coperfield sin remordimiento alguno, pero ahora nos obligan a perfeccionar la técnica del “vete a tomar por culo tú y tu bodrio de obra” hasta grados semi profesionales. Algo, por cierto, que lleva muy mal la tercera edad.

Los viejos son como los niños: sinceros hasta el dolor. Y además, igual que los infantes, creen que el mundo merece saber qué piensan y por qué en cada momento. Para muestra, un botón:

Hace cosa de tres años estrenaron en el Forum Metropolitano “Nine Songs”, una película algo “peculiar” que narra la historia de una pareja a través de nueve polvos y las nueve canciones que los acompañan. Nos pareció curioso el experimento, y como además las salas comerciales no exhibían la cinta por su contenido pornográfico, nos plantamos en el Forum a disfrutar del estreno.

La película llevaba unos 5 minutos de metraje, cuando de repente, un grupo de 5 señoras de unos 500 años, enjoyadas hasta los dientes y con abrigos que abultaban más que el animal que los llevaba puestos antes irrumpieron en la sala. No había cinco sitios juntos, pero claro, ellas no lo veían, porque como ya estaba rodando la película las luces ya se habían apagado, así que discutieron en voz alta durante unos minutos quien se sentaba con quien y, tras hacer levantar a media sala, ocuparon sus localidades. –Nota mental: ¿por qué hay cines que siguen sin numerar la sesión? Evita muchos problemas, en serio-.

A mitad del primer polvo, las pobres señoras ya no podían más. Se removían incómodas en sus butacas mientras la pantalla les escupía imágenes de cuerpos desnudos nada decorosas, hasta que una de ellas, situada en la octava fila, decidió alzar su voz para comunicarse con su compañera de la segunda fila:

-Carmen, nena, a mi esto no me convence

-A mi tampoco

-Shhhhhhhhhhhhhhh

-¿Nos vamos?

-¿Ahora?


-Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

-Sí, yo me voy, eh, Carmen. ¿Pilar, vienes?

-Shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

-Ay, sí, yo me voy también


-Bueno, pues nos vamos

-Nos vemos en el ambigú

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

COÑO YA!!!!


Y allí se fueron el Comando Mariperla, al ambigú, pasando por delante de los otros 80 espectadores mientras se ponían sus abrigos y comentaban en voz alta la jugada, sin pudor alguno.

Yo al menos esperé a estar fuera de la sala para descojonarme viva con la experiencia de anoche… y si no preguntadle a Pinkocha.

SEXUAL TRAINNER FOR HIRE

Yo hace mucho tiempo que asumí que, si lo que buscaba era hacerme rica, me había equivocado de profesión.



De hecho, es algo que comento mucho con P. y S., sobre todo los domingos, que quedamos para tomar algo. No deja de ser curioso que los tres lo tengamos tan claro, sobre todo porque los tres somos lo que se denomina “trabajadores vocacionales”, que es un eufemismo que se ha inventado la sociedad para hablar de los capullos que primero nos curramos unos estudios de lo que sea, cueste lo que cueste, y luego trabajamos mucho por muy poca pasta porque lo que hacemos nos gusta. Vamos, gilipollas de tomo y lomo.

Pero la realidad, amigos, es que casi nadie se hace rico siendo periodista, ingeniero de caminos, gráfico, cajera del super o abogado. La mayoría de la gente se hace rica por dos motivos fundamentales: o bien les viene la riqueza de cuna (o de cama, en el caso de los que heredan de sus ex parejas), o bien escogen una profesión poco frecuente en la que destacan por unas habilidades fuera de lo común.

Este último supuesto es el más alucinante de todos, porque tiene tantas variantes como personas existen en el mundo.

Está la variante “Deportista de Élite”, que en la mayoría de los casos se restringe al fútbol (y poco más, la verdad). Suelen ser hombres, menores de 40, y no demasiado agradables al trato.

Está la variante “Amancio Ortega”, esa gente que empezó de la nada, con buenas ideas y mucho trabajo, y ha llegado a amasar fortunas descomunales a base de conseguir saquearnos la cuenta corriente.

Está la variante “Soy una Estrella”, que se subdivide en cantantes, actores, bailarines (estos menos) y alguna que otra profesión artística más, como pintores o modelos. Son personas que gustan, a veces de forma complicadamente justificable, y que no tienen ni de lejos garantizado su éxito, porque dependen de que su “arte” o “estilo” siga de moda.

Y luego están los inclasificables.

Dentro de este último grupo, hay una persona que destaca por encima de todas las demás, de cualquier otra profesión, de cualquier otro trabajo millonario. Más raro de domar tiranosaurios, más extraño que escribir novelas, más difícil que una chilena en tiempo de descuento…

Son…

LOS ENTRENADORES SEXUALES!!!

Ah, ¿Cómo? , ¿Qué vosotros tampoco sabíais de la existencia de esta extraña y a la vez desconcertante profesión?

Pues permitidme que os ilustre, querid@s mi@s.

Un entrenador sexual no es un chulazo –o una chulaza- que se pasa el día obligándote a practicar las posturas del Kamasutra. No, no, eso es un amante. O un Darek, según lo mires.

Un entrenador sexual es algo así como el Personal Trainner del futuro. La Neutrex de la vida sexual del siglo XXI.

Son personas que, durante una hora diaria, supervisan una compleja tabla de ejercicios pélvicos, destinados a fortalecer en músculo pulvo-cocígeo en el caso de las señoras, y el área del perineo en el caso de los caballeros. Estos músculos son los responsables de las contracciones en el orgasmo femenino, y de mantener erecto el pene en el caso masculino, y su entrenamiento, al parecer, mejora ostensiblemente la calidad y cantidad de las relaciones sexuales. Todo esto, señores, por el módico precio de 150€ la sesión.

¿Y cómo me he enterado yo de esto? Pues no es porque me haya decidido a contratarlo, ni a ejercer –esto último me lo estoy pensando, a la vista de los honorarios-. Me he enterado leyendo el Pronto en casa de mi suegra, que es como me entero de las mejores cosas. Porque- y aquí viene lo verdaderamente genial-, Sarkozy ha contratado una!!!.

Según relata la revista, la entrenadora sexual del mandatario francés es una ex campeona mundial de aerobic y ex bailarina profesional, que acude al Eliseo tres veces por semana. Dice la muchacha que el pequeño gran hombre es “un alumno excelente, siempre dispuesto para el ejercicio” (os juro que estoy citando textualmente), pero que “a veces le pierde el ímpetu”.

Yo, desde que he leído esta noticia, estoy en un sinvivir. No reacciono, vamos. De hecho, me he quedado tan paralizada que he goggleado el término, para comprobar que había más de una persona en el mundo ejerciendo tal profesión… y resulta que es un valor en alza. Claro, este ritmo de vida endiablado que llevamos no nos permite disfrutar del sexo como Dior manda, y una ayudita a veces puede solucionar muchos problemas.

Así que aquí estoy, en mi despacho de periodista, con mi sueldo de periodista, escribiendo sobre mujeres y hombres que ganan 150€ a cambio de entrenar sexualmente a otros… y yo me pregunto… ¿sería yo capaz de soportar ciertas torturas por dinero?. Porque no es lo mismo que te toque entrenar el perineo de Gael García que el de Sarkozy… vamos, digo yo… Ay, qué duro esto de tener escrúpulos… ¿le dará Bruni propinas a la “seño”?

PRIMERA DAMA

He leído esta mañana que Carla Bruni quiere tener un hijo con Sarkozy, y por poco me atraganto con el café con leche.



Desde luego, la de sacrificios que tiene que hacer una primera dama, hay que ver. No le bastaba con cambiar su imagen de femme fatal, deslizada en esos modelitos vaporosos y super sexy, por un armario repleto de engendros de colores neutros y trajes chaqueta infames; No era suficiente hacerla bajar de sus infinitos tacones para obligarla a calzar esa bailarinas del Carrefour; No tuvieron bastante con obligarla a codearse y charlar con la mujer de Gordon Brown, que tiene pinta de ser la mujer más aburrida del mundo, que me imagino las conversaciones y me muero del tedio yo sola:

“Ay, hola Carla, qué tal?”

“Bien, y tú?”

“Pues nada, aquí, haciendo un pastel de riñones, que me sale delicioso. Yo es que soy muy diestra en la cocina, porque creo que el corazón del hombre se conquista por el estómago, ¿sabes? Le pongo un poco de jerez, y poca sal, porque Gordon tiene la tensión un poco alta, yo creo que es por culpa del estrés, ¿sabes querida?” (es que los ingleses son mucho de decir “querida” y “darling” a todo el mundo)

“Mmmmmmmmm”

“Claro, es que nuestros esposos son hombres con poder, hombres atareados, y hay que cuidarlos. Por eso cocino siempre con poca sal. Y cuando se ocupa el servicio yo misma superviso la elaboración del almuerzo, ¿entiendes darling?”

“Mmmmmm… pues yo me tiraba a Eric Clapton”.

No me digáis que no es para cortarse las venas del aburrimiento. En fin.

Pero a lo que vamos. No han tenido suficiente con torturar a la grácil cantautora y modelo convirtiéndola en una señorona aburrida y super predecible. Ahora, además, han logrado lobotomizarla. ¿Cómo si no se explica que quiera, a sus 41 años, quedarse embarazada de un tipo como Sarkozy, que tiene pinta de follar fatal?

Yo creo que esta pobre chica no se lo ha pensado bien, y no ha valorado que la genética es caprichosa. Porque sí, te puede salir un hombrecito –o mujercita- alto, esbelto, elegante, grácil, y a la par calculador, inteligente, un líder nato… pero… ¿y si te sale al revés? ¿Y si te sale un bajito cabreado con menos cerebro que un mosquito? ¿O lo que es peor, una mujercita feucha y morenilla, pero lista como un ajo?... Estaría condenada a convertirse en política segundona!!! Un horror. O todavía más retorcido… ¿y si te sale un play boy, que los genes los lleva… un Briatore pero sin gracia?.. ay, señor!!!

Definitivamente ser primera dama debe ser un coñazo mortal, a parte de un trabajo super exigente. Mirad si no lo rápido que salió corriendo Cecilia, la ex de Sarkozy…. O el modelito de color indescriptible que obligaron -¿de qué otro modo si no se pondría algo así?- a llevar a Michell (Obama, of course) el día de la investidura de su señor esposo.

Yo es un trabajo que no me veo capacitada para ejercer. Creo que, como Cecilia, saldría por patas a la mínima. Por eso admira tanto a estas mujeres, incluida doña Leticia, antes “Leti la del telediario”. Hay que estar muy enamorada, muy idiota, o ser muy trepa (y ojo, que no pongo adjetivos a ninguna en particular) para aguantar tanto rollo sin comerlo ni beberlo, y encima verte obligada a vestir fatal, calzar peor –sobre todo si tu señor presidente es más bajito que tú- y engendrar hijos como un conejo.

Yo me imagino las noches de Carla en el Eliseo y lloro de la pena. Ella, solitaria y elegante, recordando los tiempos en que compartía lecho con grandes estrellas y hombres de la cultura, mientras amasaba millones posando desnuda, y el gran público moría por su cuerpo... Ay, qué lastimita. Y no, no me digáis eso de que París bien vale una misa… porque querid@s, soy agnóstica convencida, y no creo que nada valga tanto sacrificio… vamos, antes muerta que sin tacón.

NEIGHBOURS

Tengo vecinos nuevos.



Soy una persona con un imán especial para los vecinos: se me arriman siempre los que están tocados del ala, y claro, es una putada bastante grande, porque un vecino es como una suegra de las malas, que llega cuando quiere y se va cuando le da la gana y no tienes defensa contra ella, porque te ha tocado y punto.

Los vecinos son algo muy importante en nuestras vidas. Mirad si no la de películas y series –sobre todo series- basadas en los vecindarios. Neighbours fue pionera, pero en medio estaba Beverly Hills 90210, Melrose Place, Friends, OC,… Y la vida te cambia según que vecino tengas, porque no es lo mismo tener de vecino a Joey y Chealder que a la malvadísima Amanda Woodward. Con los primeros comerás tarta y helado y te liarás un día de borrachera. Con la segunda… bueno, con la segunda mejor buscar piso nuevo.

Cuando vivía en casa de mis padres, mis vecinos eran de lo más normal… hasta que un día, no sé muy bien por qué, una pareja joven se mudó y cambió mi concepto del término “vecino”. Dejaron de ser personas con las que coincidía por el barrio, o en el ascensor, para pasar a ser “esos hijos de puta que me dan el coñazo día y noche”. Para que os hagáis una idea, esta gente vivía en la escalera contraria, en un tercero, y nosotros en el sexto del otro lado… pero al parecer nuestra lavadora molestaba el dulce sueño de su criatura en la siesta de las 18:00… que digo yo que aquella niña debía tener el oído de superman, porque escuchar una lavadora a través de 3 pisos, dos patios de luces y un muro maestro tiene su mérito.

Cuando esos vecinos se mudaron alquilaron el piso a un grupo de estudiantes. Fueron unos años convulsos en el vecindario. Yo acababa de regresar de mi periplo madrileño y reinstalarme en casa de mis progenitores, y me encontré con que en la escalera de en frente dormían, comían, y sobre todo lo pasan que te cagas los amigos de mi mejor amigo, o lo que es lo mismo, un grupo de ingenieros de caminos que la liaban parda cada jueves. Ha pasado mañanas de viernes geniales con ellos, trasladando magdalenas y cola-cao desde la despensa de mi casa a la mesa de su cocina, en un periplo surrealista y etílico…

Aunque lo más surrealista que me ha pasado hasta ahora con un vecino sucedió hace unos seis años, en una etapa de mi vida en la que, inexplicablemente, ligaba muchísimo. Llegué un mediodía a casa después de haber ido a varias entrevistas de trabajo, y me encontré el suelo de mi dormitorio lleno de bolitas de papel arrugadas… alucinada, traté de encontrar el origen de aquel asalto, y descubrí que la ventana de mi cuarto estaba, tal y como yo la había dejado, medio abierta. Me asomé para descubrir, más desconcertada todavía, una siembra de bolitas idénticas en el patio de luces. Desconcertada, me agaché, y recogí una de las pelotitas de papel. Al alisarla, me encontré el siguiente texto: “Estoy enamorado: eres un ángel”.

Resultaron ser un envío de mis nuevos vecinos del séptimo de la escalera contraria, tres jóvenes estudiantes que, al ver que miraba alucinada por la ventana, se escondieron corriendo. Me enviaron mensajes como ese durante casi un mes, alegrándome las mañanas. Me resultaban dulces y encantadores. Luego se mudaron. Aún conservo aquellos mensajitos.

En mi etapa madrileña habité dos apartamentos con mi hermana: en el primero los vecinos eran gente normal e incluso aburrida. En el segundo –apartamento que mi hermana aún habita, con su pareja- teníamos una portera de la Gestapo, una pareja de viejitos que nos invitaba a entrar cada vez que nos veían, una ninfómana de 16 años y una loca de atar que llamaba a la policía cada sábado por la noche, hubiese gente en casa o no. En una ocasión le protestó al casero porque yo me duchaba muy temprano y la despertaba con el ruido del agua. Como comprenderéis, yo me duchaba a las 06.50 sólo por joder, y no porque empezase las clases a las 08.00.

Los vecinos más originales que he tenido en mi vida los tuve en mi etapa de la calle Leganitos. En aquella especie de comuna hippy compartíamos ascensor nada menos que con un super productor de porno, así que en muchas ocasiones he tenido conversaciones sobre el tiempo, las elecciones –que no erecciones- generales y lo mal que está el tráfico con actrices recauchutadas de pechos enormes y chulazos de 2.15 (y no precisamente de altura).

Pero ya el colmo del surrealismo es mi actual vecindario. La vecina del primero es una mujer que tiene por lema “antes muerta que sencilla”. Baja a por el pan como si fuese a la boda de la infanta. Es, además, la reina del vecindario: todo lo controla. Un fin de semana que P. no estaba, S. pasó a buscarme el viernes para salir a tomar algo. Cuando llegó yo aún estaba a medio arreglar, así que le pedí que subiese –no me parecía muy “de buena amiga” dejarle en el portal 15 minutos, la verdad-. Abrí el portal y la peurta de arriba, para no tener que esperar a que llamase al timbre… pero S. no llegaba. Vivo en un cuarto… ¿Cuánto tiempo se puede tardar en subir cuatro pisos, aunque sea andando, presuponiendo que S. no querría coger ese amplio ascensor de 1 metro cuadrado? Estaba planteándome llamar a la policía, cuando S. abrió la puerta explicando que por el camino una vecina le había sometido al tercer grado. El domingo, cuando P. volvió a casa, la misma vecina le paró y le dijo “Ah, ya estás de vuelta. El viernes un chico subió a ver a María”. No comment. Es una cotilla profesional, pero también es de las mejores vecinas del mundo. Con ella sabes a qué atenerte, y es colaboradora y divertida. A mi me encanta.

El segundo es feudo de la justicia. Allí residen un magistrado, encantador y educadísimo, y su mujer, una señora con cara de desayunar acelgas y muy mal carácter. Es la presidenta de la comunidad y debe creer que las oposiciones a juez se ganan por ósmosis, porque se comporta como si la magistrado fuese ella. No la aguanto, ni ella a mi. Al menos es mutuo.

El tercero es un piso extraño. No sabemos cuánta gente vive en él, y no estamos seguros de que en realidad sean gente. Juegan a la Play a todo volumen, tocan la guitarra, siguen los partidos de fútbol con devoción y al menos uno/a de ellos/as pinta. Son algo así como una comuna hippy. A mi me dan un poco de miedo, más que nada porque creo que no son humanos. Y lo digo en serio.

El quinto es el hogar de L. y su familia. L es una señora joven muy jovial, y vive con su marido, y frente a sus padres. Son vecinos agradables y sencillos. Da gusto cruzarte con ellos, siempre sonriendo.

Y en medio, el cuarto, nuestro piso. En él hay dos apartamentos, y en “el otro” vivía antes un señor de cuarenta y tantos con su hija, una post-adolescente respondona pero maja que le tiraba los tejos a P. Era divertida y muy agradable, la verdad, y su padre era el vecino perfecto: bajaba tu basura, te prestaba sal o un destornillador, preguntaba si molestaba su tele, no protestaba por las fiestas… un encanto. Hasta que un día, pluff, despareció como por arte de magia. Escuché las palabras desahucio, impago, hospital y alguna que otra más… y el piso quedó vacío durante un año. Durante unas semana vivieron en él una pareja joven con un perro, pero duró poco el idilio…
Hasta que, hace más o menos una semana, un tío moreno, guapo, de pelo largo y ojos claros con acento extranjero (P. dice que inglés, pero a mi me suena más como de la Bretaña o algo así) llamó a nuestro timbre por error. Quería encender la luz del descansillo y se equivocó de botón, lo que me dio la excusa para abrir la puerta y cotillear.

Al día siguiente me los encontré –a él y a la que parece su pareja, una chica morena y muy sonriente- en la ventana del patio. Yo tendía la ropa y ellos inspeccionaban las vistas. Cruzamos unas palabras amables y listo.

Llevamos una semana escuchando ruidos de mudanza, gente que se ríe, música disco de los 70 el domingo a medio día y el ascensor subiendo y bajando, y, al menos de momento, me gustan mis nuevos vecinos. Eso sí, en esto, como en otras cosas, he aprendido a ser paciente antes de emitir un juicio, no vaya a ser que la encantadora pareja resulten ser Bonnie & Clyde y yo ni me haya enterado.