LA PERSPECTIVA DEL DALTÓNICO

¿Habéis discutido alguna vez con un daltónico?


Anoche, antes de que esta gastroenteritis galopante se instalase en mi tripa, P. y yo fuimos a la presentación de un documental al CGAI. La película se titula “El Paraíso de Haffner”, y retrata de la vida real y actual de un ex – oficial de las SS Nazis, afincado en Madrid desde 1950.


Es un buen documental, no por su trasfondo histórico, que lo tiene, sino por su calidad humana. El autor, Günter Schwaiger, no quería hacer un reportaje al uso, sobre la vida de “un nazi”. Quería retratar a la persona, separar su dimensión política, tremenda y aterradora, de la dimensión humana, buscando de alguna forma todo aquello de Paul María Haffner comparte con el resto de los seres humanos.


Pero a mi lo que de verdad me caló hondo es la sensación de separación, de diferencia insalvable, que el propio Haffner crea hacia sí mismo hacia el final del film.

Haffner, que asegura durante los 74 minutos de metraje que el Holocausto no existió, se enfrenta voluntariamente a Hans Landauer, uno de los supervivientes del campo de concentración de Dachau, donde él mismo trabajó como oficial.

La escena resulta extrañamente fría, y al mismo tiempo familiar:

Haffner, un anciano de 84 años aseado y en forma –uno de esos vejetes que si te cruzas en el metro te caen simpáticos, con sus piropos y su galantería- y Launder están sentados frente a frente en el salón de la casa del primero. Debe –supongo yo- ser extremadamente extraño para la víctima estar tomando café con su verdugo, departiendo como caballeros.


Cada uno cuenta sus vivencias de aquel lugar. Haffner explica que, a su juicio, los campos de concentración como Dachau eran la salvación para aquellos hombres y mujeres, abocados a la muerte en ciudades asoladas por lo que él llama “la coalición anglo-americana”. Launder cuenta que fue maltratado, vejado e insultado, y que vio morir a muchos compañeros de hambre, de frío, y víctimas de soldados cabreados.



Cuando parece que nadie va a modificar su postura, Lauder saca de un portafolio una serie de fotografías del campo de Dachau. Son cuerpos esqueléticos, entre los que no se distingue a los vivos y a los muertos, hacinados unos sobre otros. Son soldados de las SS con un uniforme como el que Haffner llevaba entonces encañonando hombres famélicos y titubeantes. Es el horror fotografiado.

Cuando Haffner tiene ante sus ojos estas instantáneas, a penas parpadea. Sus ojos están casi cerrados, y se queja de un dolor agudo en la boca. El director, que sujeta la cámara, le pregunta.

“¿Qué opina después de ver estas fotografías, después de escuchar el testimonio de Launder?”

Y Haffner, con sus 84 años a cuestas, responde serio, sin alzar la voz, pero con una convicción irrebatible

“Estas fotos son propaganda. Esto no pasaba allí. Es un montaje”.

No voy a hablar de lo impactante de las escenas concretas… no, a mi lo que realmente me impactó fue la reacción de Launder, que recoge sus fotos y cierra el portafolios mientras afirma que “no hay nada que hacer”. Se da por vencido. Si esas imágenes, si la evidencia en primera persona, no hacen variar la postura de Haffner, nada lo hará.

Y a mi lo que me impactó de todo esto fue, si queréis decirlo así, su dimensión psicológica. Porque Haffner no justifica el Holocausto. Sencillamente lo niega. Y cuando tiene ante sí a una víctima directa mostrándole fotografías del campo donde él trabajó, simplemente responde que él no ve lo mismo que los demás vemos.

Salí del cine con al desasosegante sensación de que yo había tenido esa misma discusión muchas veces en mi vida. Esa discusión en la que no planteas diferentes puntos de vista sobre algo, sino en la que uno de los presentes sencillamente asegura que no ve ese algo.





Es como discutir con un daltónico que no sabe que lo es. Aunque tú le muestres el verde más brillante, para él será siempre rojo. Y jamás hablareis el mismo idioma.

CUESTIÓN DE ACTITUD

Ayer recibí la Elle de mayo.

En la portada, una morena, sonriente y voluptuosa Ariadne Artiles (mucho más carnosa de lo que la recuerdo, la verdad) me invitaba a rebuscar entre las páginas satinadas el Especial Cuerpo de Verano. Trucos y consejos adaptables a todas para lucir perfecta en los meses estivales.





Yo, ya lo he dicho muchas veces, soy la némesis del cuerpo veraniego. Soy curvilínea hasta donde no debería serlo. Tengo la espalda ancha, bastante pecho, tripa redonda, piernas delgadas pero musculosas y una piel tan blanca que el sol se refleja en ella en lugar de broncearla.






Por eso siempre leo con interés este tipo de reportajes, que normalmente me confirman lo que de antemano ya conozco: no hay forma de cambiar un cuerpo. Se puede mejorar. Se puede tonificar. Pero la genética es la genética, y las bajitas de espalda ancha no seremos jamás espigadas modelos.

El caso es que, aún así, me fui de cabeza al especial, esperando encontrarme con la fotografía de una delgada, bronceada y musculosa modelo… y me topé de bruces con la foto de una Kate Dillon desnuda, curvilínea, guapa y casi radiante, con su piel nívea y su melena suelta.





Junto a la voluptuosa foto, un titular que anunciaba que, señoras y señores, vuelven las curvas.

¿Los argumentos? De peso, como no podía ser de otro modo.
Las delgadas y andróginas modelos de finales del siglo XX y principios del XXI se han convertido en mayoría. Las chicas delgadas han dejado ser especiales, y lo que vende, lo que llama, es lo diferente. Por eso, si ya cualquiera puede pasear del brazo de una mujer delgadita… lo que “mola” es sacar del ganchete a una novia bien alimentada, a un ligue marcón y mediterráneo.

Dice el artículo que parte de esta nueva moda la tienen las actrices y cantantes, que se han convertido en los nuevos iconos de belleza en detrimento de aquellas supermodelos de los años 80 y 90.

Kate Winstle, Drew Barrymore, Jessica Alba, Gwen Stefani, J.Lo., Beyonce, Shakira, Penélope Cruz, Scarlett Johansson… todas ellas mujeres rotundas, de traseros prominentes, pechos generosos, vientres curvos (que no gordos, eso es otra cosa) y caderas desafiantes. Las nuevas “Sofias Loren” del mundo del papel couche.





Evidentemente, no es lo mismo tener el cuerpo de Penélope Cruz que el mío. Quiero decir que para que las curvas se vean bonitas, llamativas, sensuales, deben estar tonificadas, cuidadas y bajo control. Que una cosa es tener la tripita redondeada, que puede resultar muy sexy, y otra es tener “un bandullo” (palabra gallega que define el tripón cervecero a las mil maravillas) de aquí a lima.





Pero a mi eso me dio igual. Yo lo único que veía en aquel artículo era algo así como el prozac más efectivo del mundo. De repente, las “gorditas” teníamos el mundo a nuestros pies.

Anoche, con mi felicidad como colchón de soporte y mi nuevo vestido camisero de Benetton (en blanco, con corte de camisa masculina, ceñido a la cintura con un frunce y adornado con un cinturón y con bolsillitos. Me encanta ese vestido), salí a tomar algo con P., y aproveché para preguntarle qué le parecía eso de que “las gorditas” hubiésemos conquistado el mundo.






Después de poner cara de poker, conseguí hacerme entender con la pregunta del millón:

“¿Tú qué preferirías, una chica con cinco kilos de más, o una con cinco kilos de menos?”

Nota: Sé que la pregunta es extrema. Quiero que quede claro que hablo siempre dentro de los parámetros de normalidad. Ni me refiero a una mujer extremadamente delgada, ni hablo nunca de chicas con sobrepeso.

P. me miró atónito, y respondió:

“Depende”

Nota: Esto es lo que pasa cuando le preguntas algo genérico a un gallego.

Y vosotros os preguntaréis, “¿y de qué depende?”.

Pues según P. depende de cómo lleve esa chica su cinco kilos de sobra, o sus cinco kilos de menos.

La respuesta me pareció tan interesante como acertada, y me abrió los ojos. Definitivamente, a los hombres, así, generalizando, nos les gustan las mujeres delgadas. Tampoco las llenitas. Les gustan, sencillamente, las mujeres seguras de su cuerpo. Las que lucen sus puntos fuertes y saben desviar la atención de sus imperceptibles defectos. Las que saben qué les favorece y cómo llevarlo. Las que entran en un local con paso firme y riendo, con la cabeza levantada, sabiendo que las miradas se centrarán en ellas, y felices con ello.





Miss B, una bloggera de cabecera para las fashionistas como yo, comentaba el otro día que, según como sea tu cuerpo, así deberás vestirte. A las mujeres con el culo grande no les sientan bien los jeans ajustados… peor les quedan bastante bien las faldas de vuelo, o el look lady, marcando cintura. A las que tenemos la cintura ancha no nos favorecen los talles bajos ni los vestidos ajustados, pero los minidress y los vaqueros pitillo con blusones nos hacen parecer chics y elegantes. Cada mujer tiene algo que resaltar y algo que ocultar…Angelina Jolie también. Lo que pasa es que ella ya ha aprendido, y oculta tan bien sus defectos que los hace invisibles a los demás.

“No hay nada más sexy –me dijo una vez un amigo- que una mujer que se siente sexy.” Mirad bien que no dijo “que se vista sexy”, ni “que se crea sexy”… ni si quiera dijo “que actúe sexy”. Dijo “No hay nada más sexy que una mujer que se siente sexy”, y dijo exactamente lo que quería decir. Y, sin saberlo, verbalizó la piedra filosofal de la belleza femenina.

Así que, después de leerme el especial de Elle, he decidido comprarme un anticelulítico especial para el vientre, y retomar mis clases de body-pump para endurecer mis curvas… pero sin renunciar a las cervecitas del verano, ni al placer de un helado en una tarde soleada, ni al sabor de una lasaña de espinacas y piñones en el Naïf (una vez tuve un “amante” que decía que lo que más le ponía de mi era lo mucho que disfrutaba con la buena mesa, porque era síntoma de que sabía saborear la vida, ya ves).






Desde hoy mismo, voy a empezar a sentirme sexy, para terminar siendo realmente sexy… pero…





¿ES REALMENTE LA ACTITUD ANTE NUESTRO PROPIO CUERPO LA QUE PROVOCA, AL MENOS EN PARTE, QUE LOS DEMÁS NOS VEAN DE UN MODO U OTRO?

SINCERAMENTE...

El viernes pasado mi amiga E. y su marido A. (cuanta vocal…creo que pediré consonante la próxima tanda), nos invitaron a su casa a cenar.




Se trataba de una cena informal, entre amigos, con la que daban por inaugurado su recién estrenado nidito de amor y, de paso, nos enseñaban las fotos y el vídeo de su enlace (claro, tenía truco, ¿o qué creíais?)



El caso es que allí estábamos, la “cuchipandi” al completo, copichuela va, copichuela viene, riéndonos de los modelitos de la boda y de las caras que poníamos, y del “momento arroz” (algún día os contaré la historia del arroz en esa boda, pero ese es otro tema)… cuando de repente, mi amiga M.P. pega un alarido al verse en pantalla:






“¡¡¡Pero bueno!!!... ¡¡¡Tengo el “cazo pá fuera” y nunca me lo habíais dicho, so perras!!!”

(Nota: Lo del “cazo pá fuera” es la forma en que M.P. se refiere al prognatismo, esa pequeña deformación que hace que la mandíbula inferior sea más sobresaliente que la superior… rollo Jesulín de Ubrique, vamos)





La frase dio para muchas risas, para varios comentarios jocosos y en resumen para pasar un buen rato… pero a mi lo que me dio fue un tema nuevo para el blog.

Porque vamos a ver, si tienes un amigo con algún defecto, el que sea… ¿se lo dirías así, a bocajarro?, ¿es de buen amigo tanto alarde de sinceridad, si ésta no te lleva a ningún lado?, ¿o es la sinceridad una virtud extremadamente sobrevalorada?

No hablo de sinceridad en el sentido estricto de la expresión. Si un día una amiga me pregunta, yendo de compras, si tal o cual prenda le queda bien, y creo que le queda como el culo, se lo diré. No hablo de eso.


Hablo de esa sinceridad gratuita, esa que el interpelado no ha buscado por ningún lado.

Hablo de esa mañana en que un compañero te dice “Te veo más gorda”.

Hablo de esa reunión familiar en la que tu abuela suelta “Pues has envejecido muchísimo”.

Hablo de ese novio que te dice al volver a casa “Ese corte de pelo te sienta faltal”.


Mi madre, que era una mujer muy pero que muy sabia, me decía siempre: “Si no tienes nada bueno que decir, no digas nada”… yo añado: “salvo que te pregunten. En ese caso trata de ser lo más diplomática posible”.

Personalmente siempre he creído que la sinceridad está muy sobrevalorada, y que mantener la boca cerrada (algo que hago menos de lo que debería, la verdad) es una gran virtud. Que hay cosas que no deben decirse, y que la gente, en general, vive muy feliz en su ignorancia, y mucho menos preocupada.





Pero el viernes, el alarido de M.P. me puso sobre aviso… ¿A caso lo que la gente espera de los amigos es sinceridad cruda y dura? ¿A caso entre amigos lo correcto es soltar a quemarropa “Nena, te estás poniendo como una bocoi”?

Como la duda me asaltaba, pregunté en mi entorno… y me encontré respuestas para todos los gustos. Y como ninguna me convencía, ahora he decidido soltar la pregunta a la blogsphera, en busca de respuestas.

¿QUÉ OPINIÓN OS MERECE LA SINCERIDAD?

¿SINCERIDAD ES DECIR TODO LO QUE PIENSAS?

¿O POR EL CONTRARIO SINCERIDAD ES DECIR LA VERDAD SÓLO SI TE PREGUNTAN, Y EL RESTO ES SOLAMENTE INCONTINENCIA VERBAL?

¿LAS MENTIRAS PIADOSAS ENTRAN DENTRO DE LA SINCERIDAD DIPLOMÁTICA?

EDITO para aclarar que M.P. no padece prognatismo, o síndorme "del cazo pá fuera". Nena, si lees esto, que sepas que no tienes "el cazo pá fuera"... te pillaron en un gesto raro. Y esto sí lo digo sinceramente.

GRANDES Y PEQUEÑOS

El pasado sábado la radio en la que colaboro, Cuac Fm, celebró la final de su ya mítico concurso de maquetas –Van ya por la décima edición en doce años de vida, que no está nada pero que nada mal-.



Además que acudir como reporteros para la web cultural Inframundo, P. y yo estábamos allí en calidad de jurado. Vamos, que nos tocaba decidir cuál de las dos bandas que participaban en la final –los coruñeses Los Crueles y los madrileños The Bloody Bandits- eran los que más merecían los 700 euros del premio grande. Los segundos recibirían un cheque por valor de 500€, que tampoco está mal, vamos.


El caso es que una vez en el Mardigras, y charlando con los dos grupos, me acordé de uno de los conciertos más alucinantes que he visto en mi vida, y que tuvo lugar precisamente en esa sala.



Nos enteramos de casualidad, como suelen pasar esas cosas. Estábamos P. y yo en la redacción –entonces trabajábamos juntos en una televisión local- y nos llegó un correo anunciando el concierto de Chris Barron para esa misma noche. Nos pareció un poco surrealista que el cantante de los Spin Doctors tocasen por sorpresa en Coruña, en una sala que no es ni de lejos grande, y sin previo aviso, pero como los gerentes de la Mardigras son gente seria y el correo venía de ellos, pues nos lo creímos… y allí que nos fuimos.


Cuando llegamos a la sala -una hora antes del concierto, para tratar de entrevistarle, previendo una avalancha de público-, nos encontramos con el que el señor Barron estaba allí más sólo que la una. Bueno, solo, solo, no. Estaba Yolanda, una de las socias del Mardigras, Paco, el técnico de sonido, un par de personas de la trouppe personal de Barron, un periodista de Radio3, artífice de la conexión coruñesa en este caso… y P. y yo.


Me acerqué a Chris Barron con más cara que espalda, y, con mi inglés “made in feito na casa” le pregunté si podíamos hacerle una entrevista, esperando un rotundo “no” por respuesta. Y resultó que el Mr. Barron no sólo nos concedió la entrevista, sino que además hizo esfuerzos por presentarse en castellano –por cierto, no lo habla mal-, y una vez terminado el trámite, y viendo que aún quedaba media hora para la apertura de puertas, hasta nos preguntó si queríamos ir con él y con su trouppe “a cenar pulpita, que me gusta mucho” (creo que se refería al pulpo a la gallega).



Esa noche, con mi carrera de periodista todavía comenzando, me di cuenta de que las cosas no son nunca –o casi nunca- lo que parecen.

A priori, Chris Barron tenía todas las papeletas para resultar un borde de tomo y lomo. Triunfador, millonario, reconocido mundialmente y estrella mediática, resultó ser un hombre encantador, cercano, agradable y normalísimo, que esa noche dio un concierto para menos de 20 personas como si tocase en el Madison Square Garden, con la mima ilusión y profesionalidad. Tocó todos los temas que el público le pidió, y hasta dio bises por triplicado.

Después de ese, vinieron muchos más conciertos y entrevistas, y en casi todos constaté que las grandes estrellas suelen ser gente más cercana de lo que a priori creemos. Sin embargo, los de medio pelo, los “quiero y no puedo”, los “wannabe”, son bordes, poco profesionales y desagradables. Como los sargentos chusqueros de la mili (si ya decía mi padre que no hay nada peor que un mando intermedio, que ni pincha ni corta ni deja vivir).

Ejemplos que se me ocurren así, a bote pronto: los chicos de Hombres G (majísimos), Dani Martín y sus compañeros de ECDL (profesionales donde los haya. Esto ya lo comenté más veces con Lamari), José Sacristán (que ya sé que es actor, pero para el caso me vale), Suede (al completo, majísimos y muy entregados), Javito (sí, sí, el de GH. Es un encanto), Gabino Diego (sencillamente mágico, es como un hermano mayor), Guille Milkway (el de La Casa Azul, que es super tímido), Sergio Dalma (alucinaríais de lo entregado que es), Fito el de los Fitipaldos (nos colamos en el camerino y aún así nos atendió), Manu Tenorio y Rosa de España (Unos O.T. muy majos, sí señor, y notablemente más delgados en persona)... supongo que me dejo en el tintero a cientos.



En el lado contrario: algunas de las presudoestrellistas coruñesas (no citaré sus nombres, por piedad, más que por otra cosa), Mr. Bisbal, que llegó más mareado que otra cosa, y no creo que fuese por las vueltas, Paul Weller (montó tal dispositivo de seguridad que los fotógrafos tenían que sacar las fotos desde detrás del escenario, lo nunca visto), Loquillo (me contaron una historia de primera mano tan surreal que casi me muero), Kiko (el de G.H., o "cómo ser todavía más idiota de lo que pareces")… vamos, que hay de todo como en botica.



Todo esto viene al caso porque mi intención el sábado era recopilar los datos necesarios para redactar ese post sobre el backstage de un concierto que le prometí a Miss B hace ya tiempo. Pretendía distinguir entre los “grupos grandes” y los “grupos pequeños”, pero la verdad es que en todos los backstage musicales hay más o menos lo mismo. A saber:

.- Muchas cervezas
.- El grupo
.- Las novias/os del grupo
.- Amigos y fans incondicionales
.- El manager (si lo tienen, que casi todos tienen)
.- Algún periodista



Lo único que sí hay en los conciertos “grandes” que no hay en los “pequeños” es una ingente cantidad de “jetas”. Un “Jeta” es un ser híbrido entre el trepa y cara-dura, que suele colarse en el backstage a través de un amigo del amigo de un primo del vecino del cuñado de una amiga de su ex - novia (a grandes rasgos), y que trata de arrimarse lo más posible al grupo y ponerse ciego de bebida y comida gratis.



La otra especie exclusiva de los backstage “grandes” son los managers gilipollas. Quiero aclarar que no todos los managers son gilipollas, sólo una proporción de ellos lo es. Pero el que lo es, ensaya a conciencia para ser perfecto. Suelen ser bordes, prepotentes, desagradables, odiar a la prensa… y resultar diametralmente opuestos al grupo. Cuanto más majo sea el grupo, más posibilidades tiene el manager de ser tonto del culo.

Esto era lo que yo pretendía escribir hoy, pero las cosas se me torcieron. Se me torcieron porque me di cuenta de que, en esencia, los artistas son como cualquier otra persona. Es decir, que no se pueden calificar de “grandes” y “pequeños”.



La clasificación más correcta sería entre los que “van de grandes” y los que “no van de nada”. Entre los que se creen los reyes del mambo (aunque sean fruto de la imaginería popular televisiva), y los que sólo se creen profesionales de lo suyo. Entre los que se toman a sí mismos demasiado en serio y los que saben que esto puede durar cuatro días (y eso con suerte).



Por cierto, los dos grupos del sábado, grupos “locales”, sin demasiada repercusión mediática pero con grandes músicos detrás, pertenecen al segundo grupo. Subieron al escenario, lo dieron todo, se lo pasaron bien, se entregaron… unos ganaron –The Bloody Bandtis- y los otros –Los Crueles- quedaron segundos. Y luego se fueron los dos grupos juntos de copas para celebrar los premios. Eso es ser grande.

LET´S PLAY SEX

La primera vez que entré en un sex-shop tenía 17 años, recién cumplidos, y lo hice con unas amigas. Íbamos buscando un regalito para otra de ellas que cumplía los mismos que yo. La idea original era comprarle una fusta (la susodicha montaba a caballo, quiero aclarar), pero como se nos salía de presupuesto le regalamos una piruleta enorme con forma de pene que, debo añadir, estaba bastante buena.

Desde entonces han pasado muchos años.




Volví varias veces a visitar estos establecimientos. Buscando chistes para despedidas de soltera, buscando regalitos para “el amigo invisible”, acompañada de amantes y/o novios, en busca de nuevas experiencias…

He de aclarar que para mí, los sex-shops no han sido nunca un lugar sórdido y desagradable. A lo mejor porque no he vivido esa etapa de la historia de España en la que comprar un condón era un delito. A lo mejor porque nunca he concebido el sexo como algo sucio, o clandestino. A lo mejor porque nunca he entrado en un sex-shop de esos que huelen a rancio.





Porque tengo una noticia para tod@s aquell@s que creen que una tienda sexual es un lugar lúgubre, con luces de neón intermitentes y olor a humedad. La nueva generación de sex-shops son establecimientos luminosos, regentados por gente que sabe de lo que habla, orientados a la diversión y la diversidad, y pensados para animar la vida sexual de cualquiera.

Vamos, que si no habéis ido todavía a uno no tenéis excusa. A día de hoy, hasta existen alternativas para los tímidos. Hay tiendas, como La Juguetería (Madrid) que además de contar con un enorme y bien llevado local, ofrecen la posibilidad de comprar por Internet. Y hay alternativas, como La Maleta Roja, que se ofrecen a organizar lo que se conoce como sesiones de Tupper-Sex, es decir, reuniones caseras donde un/a experto/a presenta al grupo las últimas novedades en imaginería sexual (aquí la que tiene experiencia es Ely).






Es tan evidente que el mundo de los juguetes sexuales se ha abierto tanto, que hasta revistas de la categoría de Elle publican amplísimos reportajes sobre ellos (Número de abril 2008).

Os aseguro que una vez que entréis en este mundillo, ya no querréis salir. Hay tantas opciones como personas.

Ese es, de hecho, el único problema. Hay tanto que probar que es difícil decidirse. Por eso este post pretende ser una especie de guía para navegantes. Conste en acta que escribo desde mi más estricta experiencia, lo que hace inevitable que existan lagunas en el texto. Vamos, que yo sólo puedo hablar de lo que he probado, o de lo que mis amig@s han confesado haber probado. Así que hoy, más que nunca, este blog está abierto a todo tipo de comentarios. Queremos conocer vuestras experiencias.




Cuando me propuse escribir este post envié un mail colectivo a mi pandilla, buscando inspiración, colaboración e ideas nuevas. Me costó tanto poner en orden los conceptos, que al final he optado por… pues por una mis listas, ¿por qué iba a ser si no?

Así que….

¿POR DÓNDE EMPEZAMOS?

Si somos novatos, pero novatos de verdad, a lo mejor es conveniente empezar por compartir con nuestra pareja juguetes sencillos.

Recomiendo fervorosamente los condones de sabores. Existen de casi todos los que os podáis imaginar: fresa, menta, chocolate (el de Durex sabe a Dalky, muy recomendable), tuttifrutti, plátano,… hasta existen con sabor champagne, aunque a mi personalmente no me supo demasiado bien. Si os decidís por el momento “condón”, no dejéis de probar los estriados, que son francamente divertidos.







Otra buena alternativa, baratita y muy recomendable, para ponerle vidilla al dormitorio, son los anillos vibradores. Se colocan en la base del pene y se conectan durante la penetración. No os esperéis un terremoto, pero las cosquillitas que provoca si está bien colocado son de lo más divertidas. Existen de varias marcas, aunque seguramente el más conocido sea el de Durex. La batería dura unos 15 minutos, así que si vuestro amante es duradero, dosificadlo (se puede apagar).





Una vez que tenemos dominado el “mundo condones y adyacentes”… ¿por qué no buscamos algo más original?

Los lubricantes son una opción maravillosa para investigar en pareja –o en solitario-. Existen con efecto calor (ideales para dilataciones, si optáis por estos no os perdáis el Rockett Balm), con efecto frío (muy interesantes para tardes aburridas), e incluso se comercializan algunos dedicados exclusivamente a la zona clitoridiana, aumentando su sensibilidad. Hasta los hay con sabores… sí, si, comestibles.







Y hablando de comer… ¿sabíais que hay unos polvitos, tipo azucar glass, que viene en su cajita con su plumita para esparcirlos y todo, que sirven para decorar el cuerpo del amante y comértelo a besos después? Son algo dulces, pero merece la pena sólo por el cosquilleo de la pluma.





El último grito en juegos comestibles –dejando a un lado la lencería de caramelo, que a mi personalmente no me convence- es el chocolate fundido. Hay marcas que lo distribuyen acompañado de un pincelito, para que tus noches de pasión se vuelvan de lo más artísticas. No es apto para diabéticos, pero a nadie le amarga un dulce.





Existen más juegos dedicados al sentido del gusto, entre ellos, líquidos afrodisíacos. Si queréis probar estos, aseguraos de que cuentan con todas las garantías legales. En cualquier sex-shop con cierta categoría os asesorarán encantados.

Si todo esto ya no nos convence, o sencillamente ya lo hemos probado, podemos saltarnos un nivel y emprender nuevas aventuras. Pasamos a una nueva dimensión sexual, y podemos hacerlo, por ejemplo, con los ojos vendados.

Los antifaces han dejado de ser una prenda exclusivamente BDSM, para encontrar su lugar directamente en los cajones de nuestras mesillas de noche. De raso, de seda, de colores, con plumas… lo importante es que no dejen ver con claridad (aunque sí se permita cierta “intuición”) y que vengan acompañados de juegos desinhibidos. De nada sirve taparle los ojos a tu pareja si tus movimientos son más predecibles que los de Ana Obregón posando en bikini. Ponle imaginación.





Otra alternativa… o un complemento a la anterior, si queremos ser algo más “arriesgados”, viene acompañada de una llave. Las esposas que podemos encontrar en cualquier “sensual shop” (Bacci, perdóname el robo, es que la acepción me chifla) viene dotadas se sistemas de seguridad que impiden accidentes desagradables (podrás soltarte sola si tu amante casual resulta ser un depravado total), y suelen contar con algún tipo de “acolchado”, bien en forma de terciopelo, bien en forma de plumas.






Mi experiencia personal es que antifaz + esposas + un amante divertido = polvazo de muerte. Fue una de las novedades más divertidas de mi vida, y creo que aún espero que la repita, así, como la primera vez, sin avisar, mmmmmmmmmm…

Si somos de los que disfrutamos con el juego, con las apuestas, con la idea de ganar o perder algo en el encuentro… entonces tal vez seamos los clientes perfectos para los dados posturales. Se trata de un dado con seis caras, en cada una de las cuales se representa una postura sexual diferente. Existe incluso la versión acompañada del juego de mesa, que permite más de dos jugadores… pero esa es otra historia. Del streep-poker mejor ni hablamos, porque es más viejo que la humanidad.






Casi todos los juegos y juguetes que hemos mencionado hasta ahora son más útiles y divertidos utilizados en pareja –de hecho, el sexo en general es más divertido en pareja, claro-. Pero existe toda una gama de juguetes pensados para hacer la “soltería” más llevadera, que, además, permiten el juego en pareja, en trío o en lo que cada uno quiera montarse, vamos.

Hablo, evidentemente, de los vibradores.

Los vibradores en sí mismos no son masturbadotes (¿a que no lo sabíais? Yo tampoco). Es decir, valen, evidentemente, para masturbar, pero también para estimular diferentes partes del cuerpo con sus vibraciones, a modo de masajeador.

Aún a riesgo de hacer parecer el artículo una auténtica tesina (vamos, un coñazo), es de rigor establecer ciertas categorías entre ellos. Así que vamos allá.

Las bolas chinas o bolas estimulantes son un par de bolitas encapsuladas. Es decir, se trata de una bolita exterior de latex, en cuyo interior hay otra, más pequeña, normalmente metálica. Se introducen en la vagina y entrechocan entre sí, y a su vez interior contra exterior, estimulando la zona con el movimiento.

Son, además de un divertido juguete sexual, un instrumento de entrenamiento. Muchos médicos las utilizan para entrenar el músculo pulvo-cocígeo de sus pacientes, si se encuentra resentido de un parto o es débil. Por cierto, este músculo, que es el que se contrae con mayor fuerza en los orgasmos femeninos, puede y debe entrenarse, y la forma más eficaz de hacerlo a diario es realizar contracciones voluntarias, como cuando te aguantas las ganas terribles de ir al baño.



La versión moderna de las bolas chinas son las balas vibradoras. Se trata de una pequeña “bala” semejante a un tampón pero más pequeña, que se introduce en la vagina. Cuenta con un mando a distancia que permite a tu pareja activarlo desde unos 100 metros de distancia, y al conectarse vibra sutilmente. Es un juego arriesgado si se te ocurre ponerlo en práctica en una cena familiar, pero a lo mejor es divertido en una noche de copas, ¿no?




La otra acepción de bolas chinas corresponde a una serie de bolitas enganchadas, en escala ascendente. La primera, más pequeña, la última más grande, y se utilizan en la dilatación anal.



Otra opción en cuanto a vibradores son los dildos. Se trata de vibradores con forma de pene (o al menos similar) que no necesariamente incorporan motor.

Aquí la variedad es taaaaaaaaaaaaaaan amplia que lo mejor es que, si queréis haceros con uno, os hagáis un tour por el sex-shop más cercano. Grandes, medianos, pequeños, de látex, de metacrilato, de colores, con base, sin base, con estimulador anal, con estimulador del clítoris, con rotación, con velocidades, con conexión al I-pod, para que vibre al ritmo de tu hit favorito... Incluso los hay sacados de moldes famosos, como el que reproduce el pene de Nacho Vidal… vamos, si no encuentras el que quieres es porque o bien no existe o bien no quieres ninguno.





Pero el último grito en vibradores, lo más de lo más, son los juguetes “elegantes”. SJP los puso de moda cuando sacó a pasear su patito en Sex & The City, pero no sólo de patitos vive el hombre. El gusanito feliz fue el hit hace un par de años, y la flor vibradora causó furor poco después. Son juguetes que podrías dejar a la vista en tu baño, y que la mayoría confundiría con un adorno naïf.















La última tendencia son los vibradores high-tec, metálicos, de colores, con formas ergonómicas pensadas para maximizar el placer, y con diseños más propios de una cadena de accesorio ultra modernos que de un juguete sexual. Incluso tuve la oportunidad de probar –como masajeador, que quede claro- un guante lleno de pequeños puntos móviles que era, os lo aseguro, sencillamente magnífico. Fue en el SEDA 2006, y de verdad que me quedé con las ganas de hacerme con uno… pero era, además de estupendo, carísimo. Claro que aquello fue hace años, y a lo mejor ahora sus precios son más asequibles.

















Después de este repaso a los juguetes sexuales más conocidos y populares, me queda pediros disculpas. Sé que es un reportaje eminentemente femenino, que he prestado poca atención al placer masculino. En mi descargo diré que conozco muy poco la imaginería masculina, al margen, claro, de las muñecas hinchables y las vaginas de látex. Por eso insto a todos los hombres que lo deseen a corregir y aumentar el post, a ver si así aprendemos algo nuevo, que siempre es bueno.

Ah!! Y perdón también por dejarme en el tintero todo el tema “caracterizaciones”, pero es que es tan amplio como el mundo. Vamos, que hay a quien le pone el tema enfermera-paciente, y hay quien prefiere el rollo prostituta-cliente… cada loco con su tema, vamos.





He obviado también el BSDM, porque es una práctica en la que no soy precisamente experta, y mi conocimiento se limita al “me dijeron que…”. Y tampoco he hablado del porno, que madre mía, da para un post a parte él solito… de hecho, creo que me pondré a ellos algún día…

En fin, ahora os toca a vosotr@s... ¿CUÁL ES VUESTRO JUGUETE SEXUAL FAVORITO? ¿CUÁL NO OS APETECE NADA PROBAR? ¿CUÁL OS DESPIERTA MAYOR CURIOSIDAD?

P.D: Todas las fotos corresponden con juguetes sexuales reales. Aunque a veces no lo parezca!!!
P.D2: De nada sirven todos estos inventos si no tenemos un mínimo de intención e imaginación para ponerlos en marcha. Creo que ya lo dije alguna vez, pero me reitero; el cerebro es el órgano sexual más importante.