TERRITORIO HOSTIL

Meeeeeeeeeeeecccccccccccccccccccccc


Aún no son las 10.30 de la mañana y el telefonillo de mi recién reformado apartamento (sí, he terminado las obras… y ha quedado genial) se empeña en levantarme de la cama. A pesar de que anoche no trasnochamos –a penas unas cañas con los amigos-, P. y yo estamos amodorrados bajo el edredón disfrutando de este día libre como si fuese el último sobre la faz de la tierra, y mi cuerpo se resiste a abandonar la tibieza de las sábanas.

Es temprano, muy temprano, y fuera del dormitorio ya es de día, algo que no tengo intención de asumir de momento… además, sé que es el cartero… y el cartero siempre llama dos veces, con suerte, la segunda a otro piso, uno donde los inquilinos nos estén acurrucados bajo las sábanas.

Pero no, el cartero llama por segunda vez a mi piso, lo que me hace sospechar que tal vez –sólo tal vez- traiga algo para nosotros. Espero que no sea una multa.

Me levanto y camino perezosa hasta la cocina.


¿Sí?

Cartero

Le abro

No, espere, espere… ¿María Nieto?

Sí, soy yo

Le traigo un paquete

Bien, suba

No, no es que es un paquete ordinario, no lo puedo subir

¿¿¿¿??????

… ahh…

Tiene que bajar usted a por él, o le dejo el aviso y lo recoge en correos. Es que no cabe el buzón

Bueno, vale… bajo ahora

Entro en el dormitorio sólo en penumbra algo desconcertada… no comprendo por qué no puede el cartero subir el paquete hasta el cuarto, pero si él lo dice… en fin… busco a tientas los vaqueros de la noche anterior y me los pongo mientras P. se depereza

¿A dónde vas?

El cartero está abajo con un paquete para mi, debe ser la cazadora que compré en ASOS. Dice que es un paquete ordinario y que tengo que bajar yo a buscarlo

Este tío es gilipollas

Como no sé qué contestar a una afirmación tan temprana, y a la vez tan cierta, opto buscar unas bailarinas en el zapatero para no bajar en zapatillas.


Ya que bajas… ¿te importa ir al super y comprar unos bollos para el desayuno?
No, cojo croissants, sin problema… bajo, subo enseguida.

Cierro tras de mi la puerta de casa algo desconcertada todavía y cojo el ascensor. Al abrir la puerta en el portal, veo que sobre los buzones hay un paquete negro con letras blancas. Es mi paquete. Del cartero, ni rastro. No ha tenido la delicadeza de esperar… ha considerado más oportuno dejar el bulto a la vista de todo el vecindario. En fin…

Dudo un momento entre dejarlo allí hasta mi regreso del super o cargar con él… pero al recordar mi experiencia con la revista que nunca más reapareció tras se sustraída directamente de nuestro buzón, decido cargar con el paquete hasta el super.

Fuera llovizna, pero la temperatura es agradable. El supermercado está lleno y la gente parece muy despierta para ser tan, pero tan temprano.

Me dirijo a la panadería, y, tras corroborar la absoluta ausencia de nada parecido a un bollo del día, decido probar suerte en el obrador que hay a un par de manzanas… total, ya que estoy…

Cuando ya me marchaba, un hombre de unos 60 años entra vociferando en el supermercado

A ver, tú – grita con cara de pocos amigos a la panadera – esta mañana te pedí tres barras de 45 y me las has puesto de 35, y claro, no me di cuenta hasta llegar a casa, coño

Perdona – dice la panadera sonriendo –debí equivocarme, porque como siempre llevas de 35… tráelas, que te las cambio

Qué cambiar ni cambiar. Hostia ya –el vecino sexagenario empieza a rozar peligrosamente la esquizofrenia paranoide – que esto no es así, hombre, que teneis todo el día el chocho dando palmas y se os olvida trabajar, coño, que sois la hostia

Inmediatamente mi modorra mañanera de sábado festivo desapareció para dejar paso al mayor de los estupores… ¿pero qué está pasando aquí?

Tranquilícese –le dice la panadera cada vez más asustada

Ni me tranquilizo ni hostias, que es que esto es increíble, sois unos gilipollas

Empiezo a creer que al salir del portal he cruzado alguna especie de línea espacio temporal que me ha dejado en medio del planeta de los simios o algo así… es que no doy crédito, vamos

Oiga –digo medio dormida todavía – cálmese, que está usted faltando a todo el mundo

Pero buen, ¿qué es esto? ¿Una iglesia? Digo lo que me da la gana, lo que me sale de los cojones, joder

Es que no salgo de mi estupor… pero, para compensar, quien sí sale de su estupor y de su cuartito es el encargado, que termina por decirle a mi amigo el loco que o se va, o le echa. Él verá.

Yo, personalmente, preferí no verlo, así que salí del super, caminé un par de manzanas, compré unos croissants en el obrador y volví a la tibieza de mi cama para decirle a P. y a mi almohada que no tenía la menor intención de volver a salir de casa un sábado por la mañana, que, por lo que se ve, sopla un aire muy raro antes de las 12 y la gente pierde el norte, los papeles, la educación y hasta el sentido común.

El mundo, amigos, es un lugar muy hostil… y por lo que se ve, no es sólo cuestión del viento madrugador de los sábados… o, al menos, no en exclusiva.

El lunes por la mañana, medio dormida, medio atontada, medio dándole vueltas a mil cosas, salí de casa para ir a trabajar.

La primavera empieza a dejarse notar por las mañanas, y una tímida luz asomaba por el este. Ya no es necesario el abrigo de invierno, y la brisa es fresca pero no fría.

Caminaba por la calle Juan Canalejo, con las llaves del coche en la mano, cuando, al llegar al lugar donde el viernes había dejado el coche, me encontré con un montón de añicos de espejo en el suelo.

Tardé un rato en reaccionar, porque yo los lunes por la mañana voy al ralentí… pero enseguida comprendí que el retrovisor izquierdo de mi C3 era historia… concretamente, historia hecha pedazos. Algún gracioso se había liado a botellazos con él para dar así fin a una noche de fiesta y desenfreno, y conseguir, al mismo tiempo, que yo me cagase en la madre que parió a san pito pato.

Conduje hasta el despacho algo a tientas, algo empanada, y muy muy muy cabreada, y a última hora me acerqué al taller para que me colocasen un retrovisor nuevo, y de paso me sableasen algo más la cuenta corriente.

De camino de vuelta a casa, con la enorme experiencia de un fin de semana desalentador y lleno de tropiezos a mis espaldas, decidí declarar oficialmente el planeta tierra, territorio hostil.



Este orbe que habitamos está lleno de gente extraña que se dedica a hacernos la puñeta mientras nosotros tratamos de avanzar poco a poco, paso a paso.

Estaba a punto de solicitar mi ingreso en un convento de clausura, o, en su defecto, pedir a la ONU que declarase mi apartamento terreno neutral protegido, para evitar nuevos conflictos y recluirme en él, cuando un sms de J., el marido de mi amiga Pi, me sacó de mi fangoso y terrible estado de mala hostia inducida:

“Hola, soy Lucas. Ya he nacido, he pesado 3.400 kg y mamá y yo estamos genial”

Después de 16 interminables horas de parto, mi amiga Pi había traído a este mundo al pequeño Lucas, un bebé deseado, querido… un soplo de aire fresco en este ambiente viciado.

Comentábamos P. y yo que ya teníamos ganas de ver a los recién estrenados papás y al retoño, cuando, zapeando en la televisión, nos tropezamos con “Love Actualliy”. Adoro esa película. Adoro a ese niño enamorado hasta la médula, a ese amigo que no quiere confesar su amor por no estropear un matrimonio, a esa becaria divertida y deslenguada que sonríe como si fuese una quinceañera al primer ministro, a ese escritor cornudo y apaleado que ama sin comprender… literalmente.

Y nos acurrucamos en el sofá y la vimos. Y volví a reirme a carcajadas con esa historia de amor entre el primer ministro y la becaria… y volví a llorar de emoción con ese niño que dice “hagámoslo, y que el amor no cosa a hostias”… y volví a emocionarme con ese inglés torpe pidiendo matrimonio a una camarera a la que no comprende, pero ama…

Y lo comprendí.

Este mundo es un lugar hostil… lleno de oasis agradables. Como Lucas. Como el rincón en el que me acurruqué anoche en el sofá.




Y ya le pueden dar vertorella al gilipollas que me reventó los retrovisores, al cartero que no pudo ni subir el paquete, ni esperar a que yo bajase a recogerlo, y al maleducado de las barras de pan, que yo aquí les espero, en mi oasis particular. Y con derecho de admisión, que jode más. Ea.


SUENA EN MI I-POD:Brown eyed girl”, de Van Morrison, un temazo en toda regla que es también un mini oasis para mi, y que además es el sonido del móvil de mi amiga Pi. Bienvenido Lucas!!!

EL AZAR. EL DESTINO Y UN PREMIO QUE HACE HISTORIA

Nunca he creído en las casualidades.



Casi todo, casi todos, estamos ligados en esta vida. Llámalo destino, llámalo karma, llámalo consecuencia… pero, al menos en mi mundo, nada sucede por azar. El azar en sí mismo puede ser considerado consecuencia de los actos previos que nos han llevado a él.

Yo soy hija de mis errores y aciertos, que, sumados, y unidos a otras muchas circunstancias, han dado como resultado mis errores y aciertos actuales. Nada sucede porque sí.

Los peores momentos, los dolores más agudos, son muchas veces necesarios para llegar a un punto de mejora. Las batallas más nobles, los momentos felices, son parte imprescindible de un todo que mejora y hace crecer nuestras vidas.

No creo en el azar. Creo, en cierto modo, en el destino. Y en el poder que tenemos de influir en él a través de nuestros actos, de nuestras decisiones, conscientes e inconscientes.

Ayer el mundo festejaba el Día Internacional de la Mujer, una efeméride que busca recordarnos a todos que, no hace tanto tiempo, no podíamos votar por el simple hecho de nacer féminas. De hecho, en España, hace menos de 100 años. Que, no hace tanto tiempo, no podíamos abrir una cuenta corriente sin la firma tutelar de nuestro padre, marido o hermano. De hecho, en España, hace menos de 50 años. Que, no hace tanto tiempo, cobrábamos menos por trabajar lo mismo que un hombre. De hecho, en España… sucede hoy mismo.

Ayer, 8 de marzo, se nos llenaba la boca con el reparto de tareas, la conciliación laboral y familiar y la igualdad salarial… y ayer, miles de mujeres en todo el mundo recibieron un salario menor que sus colegas masculinos, o fueron rechazadas para un puesto laboral porque, aunque estaban más cualificadas, sus ovarios y su últero las incapacitan, porque pueden quedarse embarazadas. Ayer, miles de mujeres fueron vejadas, abofeteadas, humilladas, hundidas… y lo peor es que puede que nunca lo sepamos.

Pero también ayer una mujer, Kathryn Bigelow, hacía historia al levantar la estatuilla a mejor director (barra directora) en la ceremonia de los Oscar. Antes que ella, hicieron historia Sydney Portier o Hattie McDaniel, por poner ejemplos de la misma ceremonia. Logramos romper la barrera del color, y parece que también, desde ayer, la del género… al menos poco a poco.

Un grano no hace granero… pero yo no creo en las casualidades. Tal vez tuviera razón la Streisand… “The time has come”.



SUENA EN MI I-POD: “Rain”, el tema que más se me ha pegado en los últimos meses. Pegadizo, bailable, divertido, fresco… Mika a veces hace verdaderas genialidades. Y el título del álbum me apasiona: “We are Golden”. Y sí, lo somos. Oro puro.

QUE NO QUIERO, COÑO!!!

Suelo ser una clienta magnífica: si algo me gusta, y me lo puedo permitir, no escatimo ni racaneo; si no tengo claro lo que quiero, pido asesoramiento y me dejo aconsejar; si lo tengo claro, pido directamente lo que quiero, sonrío, pago y me voy.



Vamos, que soy bastante fácil: si voy decidida, voy decidida, y si no, pido consejo.

Cuando pido consejo, soy toda oídos. Me encanta escuchar las teorías de los dependientes, sobre todo de los dependientes de perfumería: este principio activo es lo mejor del mundo, este para tu tipo de piel mejor que no, el rosa te favorecerá más que el verde,… esas cosas.

Pero cuando no pido consejo, cuando tengo claro lo que quiero, me gusta que me dejen a mi aire. “Hola, buenos días, quería el tónico de Clinique nº 2 en el bote grande”…Uy, no, señorita, para su piel es mejor este de Sisley, está usted destrozándose la epidermis con el de Clinique”… “Ya, pero es que quiero ese”… “Pues no se lleva usted el que debería”… Es que no soporto… NO SOPORTO este tipo de conversaciones.

Y ayer, sufrí una.

Desde hace unas semanas, mi piel, que ya de por sí es problemática, había empezado a hacer aparecer granitos, rojeces y puntos negros de lo más antiestéticos por toda mi cara. Soy de esas maniáticas que se cuidan la piel: no tomo el sol, siempre llevo factor de protección, limpio, tonifico e hidrato mañana y noche y me exfolio y pongo mascarilla una vez a la semana. Un par de veces al año, ya que mi piel es taaaan delicadita, voy a un centro de estética a que me hagan una limpieza más profunda. Normalmente, coincidiendo con la primavera y el otoño.

Sin embargo, últimamente mi piel pedía más. Así que, harta de esperar por abril con un grano como compañero de viaje en mi frente, me planté en mi centro de estética habitual y me hice una limpieza. Lo cierto es que la propia esteticista se quedó asombrada, y mientras me sacaba los puntos negros y me atenuaba las rojeces, me comentó que quizás fuese bueno cambiar ya a los cosméticos de verano –más ligeros- porque parecía que mi piel pedía a gritos algo más de frescura.

Deduje que tenía razón. De hecho, había cambiado mi crema habitual de invierno por la de verano el fin de semana anterior, pero todavía estaba usando la limpiadora al agua que suelo usar en invierno, y el maquillaje de invierno, más cubriente y espeso.

Así que decidí que, al salir, iría directa a una conocida cadena de perfumerías de la que soy socia (no socia en el sentido económico, que ahora que lo pienso bien podían darme acciones, con lo que me dejo allí, sino de esas a las que les dan puntos con su compra). La cadena tiene una tienda casi enfrente de mi casa, donde siempre me atienden de maravilla y dónde la última vez me habían dado una muestra de una limpiadora –que no desmaquillante, es sólo para las mañanas -de Sisley que me encantó. Decidí que esa sería mi inversión, y que en maquillajes me decantaría por el Airflash de Dior, porque lo probé una vez y me gustó el efecto ligero y suave que dejaba en mi piel.

Como ya era algo tarde, apuraba el paso camino de mi tienda habitual cuando recordé que a sólo unos metros del centro habían abierto una nueva sucursal de la perfumería. Así que me dirigí a esta nueva tienda, convencida de que, a fin de cuentas, “serán todas iguales”… pero se me olvidó el factor “dependiente hijoputa”, algo que no me volverá a suceder, lo juro.

Entre en la perfumería decidida, buscando directamente el estante de Sisley, y un chico canijo y con cara de haber tomado demasiado el sol me salió al paso.

“¿Puedo ayudarte?”

“Creo que sí. Busco una limpiadora de Sisley especial para las mañanas, una de color naranjita, con exfoliantes.”

“Uy, no, esa no te vale a ti”

Mmmm… verás, es que la he probado y me ha gustado el efecto, así que quiero esa”

“Pero es que esa para tu tipo de piel no vale. Tú necesitas una más suave”.

“No, no, es que ahora me ves más colorada porque vengo de hacerme una limpieza de cutis, pero normalmente no tengo rojeces, no me hacen falta limpiadoras suaves. Yo quiero una que exfolie bien y que arrastre la suciedad y la grasa”

“No, no, mira, yo te recomiendo que te lleves esta
(me señala una de Decleor, que utilicé durante un tiempo, pero que me resultaba demasiado suave) porque es más adecuada”

“No, esta ya la he usado, y no me convence. Me llevo la se Sisley”

“¿No te iba bien? Imposible, la usarías mal
(Y yo me pregunto… ¿cómo se puede usar mal un jabón?) Mira, la se Sisley no te vale. Si te empeñas en llevarte una que exfolíe, llévate esta de Sisheido”

Se dirige al estante de la marca japonesa, y en ese momento descubro que no hay estante de Sisley. Por el motivo que sea, la marca no distribuye en este establecimiento, aunque sí en el de enfrente de mi casa.

La limpiadora de Sisheido que me ofrece es exactamente la que utilizo por las noches como desmaquillante. No es lo que busco.

No, esta es la que uso por las noches. Yo quería la de Sisley porque es especial para pieles mixtas o grasas, para ganar luminosidad por las mañanas, y es exfoliante”

“Yo te digo que te equivocas, pero si te empeñas, entonces llévate esta
(otra de Sisheido), que te valdrá”

Harta de discutir,y creyendo que ya era tarde para llegar al otro establecimiento, le digo que bueno, que vale, que me llevo esa… y que quiero también el Airflash de Dior en tono nude.

“Ese maquillaje para ti no es adecuado, yo te recomiendo que te lleves este de Sisheido especial para pieles grasas”

En este momento empiezo a ponerme mala… ¿pero es que a este hombre le dan comisión en Sisheido?

“No, mira, es que ese ya lo usé y no me gusta cómo me queda, es demasiado cubriente. Por eso busco el Airflahs, algo muy sutil, para diario”

“Este no es cubriente”

“A mi me lo parece”

“Pero no lo es”

“Quiero el Airflash” aquí ya hablaba en un tono un tanto… crispado. Si he dicho que quiero ese, quiero ese, pesado.

“Mira, tú prueba este y si no te gusta te lo recojo”

“No quiero probar este. Quiero el Airflash en tono nude”

Mosqueado, el tío se dirige al stand de Dior. Abre cajones a diestro y siniestro para terminar por decirme

“Pues parece que no nos queda”

“¿El qué no queda?”
pregunta una compañera

“El Airflash en tono nude” digo yo

Sí, está aquí dice la chica, mientras abre un cajón y saca mil quinientos frasquitos del maquillaje en cuestión. Empiezo a cabrearme.

“Bueno, pues parece que sí que queda” dice el personaje en cuestión.

Yo me acerco a la caja, pago religiosamente y salgo de la perfumería no demasiado convencida con mi compra… a mi esta limpiadora… tanto color ocre y tanto oro… esto va a ser demasiado denso…

Total, que mientras camino hacia casa, abro el paquete y saco las instrucciones de uso para ver cuáles son las especificaciones del producto, y leo entre estupefacta y cabreada que se trata de “un fino mousse limpiador especialmente delicado, perfecto para pieles secas o extra secas”.

Mecagoenlamadrequeparioaldependientedeloscojones.

A ver, yo creo que ha quedado claro, pero por si acaso lo repito: tengo la piel mixta con tendencia grasa. ¿Ha quedado claro? Porque parece que él no, a él le pareció que era extra seca. Me cago en toda su estampa.

Total, que apuré el paso y llegué a la perfumería de enfrente de mi casa antes de que cerrasen. La dependienta de siempre me atendió tan amablemente como siempre, y cuando le expliqué que lo que quería era cambiar el mousse aquel por otra limpiadora, alucinó.

“Pero, ¿cómo se te ha ocurrido comprar este, mujer? Con tu tipo de piel, mejor uno que desincrusta y exfolíe”.

“Pues pregúntale a tu compañero de la tienda de Juan Florez, que me insistía en este”


La chica pone cara de asombro, y me dice que no pasa nada, que me hacen el cambio sin problemas, para preguntarme acto seguido

“¿Y cuál quieres? ¿Te animas con la de Sisley que te di a probar la última vez? Es más cara, pero a mi me encanta”

“Esa es la que quería” le digo “pero él decía que para mi tipo de piel…”


“Es perfecta para tu tipo de piel. Si quieres algo más baratito, tienes unas parecida de Estee Lauder”

“No, no, la de Sisley me gusta”


Me puso la limpiadora, me cobró la diferencia, y me regaló un frasco –grande- de hidratante de Fuel for Life, de Diesel, mi nuevo perfume, “por las molestias”.

Y yo me fui a casa, agotada de tanto discutir con el dependiente pesado, y convencida de que nunca más volveré a caer. La próxima vez que esté segura de algo, nadie conseguirá encasquetarme lo contrario, por muy especialista que sea.

Por cierto, esta mañana he estrenado mi limpiadora. Me encanta. Chúpate esa, pesado.


SUENA EN MI I-POD:Nunca tendré tu amor”, el primer single del álbum que Coti estrenó el pasado año, y que no sé por qué se me ha pegado ahora. A veces es que voy así como con retardo, yo qué sé.