LADY TALADRO


El otro día, charlando con Pinkocha, nos dimos cuenta de que con la llegada del otoño ambas padecemos la llamada Fiebre del Nido, esa enagenación mental transitoria que te impulsa a reorganizar el apartamento hasta el hastío, pensando, posiblemente, que tendrás que pasar encerrada en él buena parte del laaaaaaargo invierno gallego.




El caso es que yo padecí el peor ataque de esta fiebre en el invierno pasado, tras la muerte de mi padre, y aprovechando que mi ataque de reorganización coincidía con la renovación del contrato, pues mi santo y yo le dimos una vuelta a la casa de la que no sólo no me arrepiento, sino que estoy más orgullosa cada día que pasa.

Aún así, y pese a la semana y media que nuestro apartamento estuvo manga po hombro, quedaban algunas cosas por pulir que fueron puestas en orden este fin de semana: una nueva mesa de estudio para la edición, unas estanterías en la sala, un nuevo estante en la ducha, más cómodo y funcional... Así que el sábado por la tarde cogí mi taladro, mi atornillador eléctrico y mi disco de grandes éxitos de los 90 y me propuse a mi misma demostrar que, yes, we can, mi herencia materna existía.

Sí, sí, digo herencia materna, y no paterna, porque en mi casa la manitas era mi madre, una señora como la copa de un pino con un síndrome de la Fiebre del Nido peor que el de toda la población femenina de España junta y embarazada a la vez en septiembre... terrible!!!

Mi madre era una persona adicta a los cambios. Le gustaba su casa, le gustaba llenarla de gente y de ruido, pero le gustaba todavía más cambiarla cada dos por tres. Así que era relativamente fácil que te marchases de fin de semana con las amigas y, al regresar, tu habitación se hubiese transformado en la cocina, la cocina fuese la sala, y en la sala hubiese un armario empotrado nuevo. Ella era así.

De hecho, era “tan así”, que las vajillas en mi casa prosperaban como los champiñones, gracias en buena medida a las tiendas low cost que se multuplicaron entre los 80 y 90 en España, donde una nueva vajilla costaba lo mismo que un pack de yogures de los caros. Así que mi madre pasaba por delante de los escaparates, veía aquellas vajillas de colores, y se las traía a casa adoptadas, acompañadas de un mantel a juego y un nuevo juego de vasos con colorines. Esa noche compraba la cena precocinada en El Corte Inglés –no me pregunteis por qué allí-, y cenábamos todos juntos estrenando una vajilla que, en unos meses, dejaría de ser novedosa y por tanto pasaría a ser nuevamente sustituida. Porque hay que variar, decía ella.

Su tendencia al rediseño casero era divertida, lo reconozco, pero también altamente desconcertante. En mi casa no te podías dejar caer sin más en el sofá al llegar del colegio, porque corrías el riesgo de que en lugar de sofá hubiese, por ejemplo, una mesa de café, y te partieses el coxis al dejarte caer sin mirar antes.

Esa tendencia a la reorganización, síntoma inequívoco, me dijo una vez uns psicólogo, de terror por la monotonía y la rutina, la hemos heredado los tres vástagos más o menos por igual, con algunas diferencias... al igual que hemos heredado la tendencia estétitca de mi madre, que daba una importancia muy fuerte al hecho de que muebles, toallas, vajillas y casa en general estuviesen, además de ordenadas, coordinados y conjuntados.

Pero dejadme que os ponga un ejemplo de hasta que punto mi madre padecía el efecto Fiebre del Nido hasta límites insospechados.

Cuando yo tenía unos 13 años más o menos, no recuerdo cómo, la mesita del café del salón se rompió. Mis padres, como buenos hijos de su geneación, tenían en casa un salón que en teoría no debería haberse usado más que para las visitas, y que en el práctica acumulaba mis deberes, las consolas de mi hermano, las lecturas de mi padre, los ensayos de ballet de mi hermana, las tardes de calceta de mi madre, mil horas de tele familiar viendo Médico de Familia y como un kilo de babas fruto de las millones de siestas en sus sofás.

El caso es que ese salón tenía, 14 años después de la boda de mi padres, todavía los mismos muebles que les habían regalado por la boda. Todos a juego, todos clásicos, todos macizos... pero aquella mesita de centro se rompió, y mi madre optó por acercarse en la hora del café a una conocida tienda de muebles del centro de la ciudad y comprar otra... una que, por supuesto, pudiesen servirle esa misma tarde.

Cuando la nueva mesita llegó y mi madre la vio colocada en el centro del salón, se llevó una gran decepción. La madera no hacía juego con el resto de los muebles, como ella había planeado, el dibujo no se parecía nada al del resto de la sala y el cristal del centro era un poco más oscuro que las puertas del mueble grande... un completo desastre.

Pero ella, que era todo optimismo, sencillamente dijo “vaya por dios... tendré que pasarme mañana por la tienda”...

Cuando al día siguiente mis hermanos y yo llegamos del colegio, TODOS los muebles de la sala hacían juego... PORQUE TODOS HABÍAN CAMBIADO!!! ¿Por qué devolver una mesita que le gustaba sólo porque no hacía juego con el resto?... no, no, ella cambiaba el resto, y a tomar por culo!!! ¿Poco práctico? Tal vez, pero... cómo molaba!! jajajaja

Así que cuando el sábado me vi a mi misma con el talador, agujereando los azulejos de la ducha para colocar una nueva estantería en ella “solo porque me gusta más que la de antes”, de repente recordé toda la historia del salón y de mi madre y sus muebles para arriba y para abajo y pensé. “oh, dios, es verdad que heredamos lo peor de cada progenitor”... algún día os contaré que es lo que he heredado de mi padre... preparaos...






SUENA EN MI I-POD: “Ella siempre quiere más”, de Los Rebeldes, una canción que me obliga irremediablemente a bailar y cantar delante del espejo... ya sabeis, cosas de la herencia genética.

25 comentarios:

Rose dijo...

Me siento totalmente identificada contigo, es mas me gusta lo que haces, y la actitud que tienes ante ello,jajajjaja. Renovarse o morir
Un besote

Cleo dijo...

Jajaja...precisamente ayer estuve en la casa de la playa tomando medidas, pensando en colores, camios de muebles, cosas que iran a la basura...porque le vamos a hacer un lavado de cara...me encanta pasar los findes en invierno allí...jeje.. me encanta lo de lady taladro...como se lo diga al mister me lo pone de mote...

Mil besos guapa

MásQueRopa dijo...

yo tb he cogido el vicio de mi madre y m vuelvo loca con las manualidades

bss reina

Olly dijo...

Muy bueno el post, a mí me dio una temporada por cambiar los muebles de sitio...
Ahora estamos a ver si terminamos de "montar" la casa.
Musus

Unknown dijo...

jajaja ayer organicé la habitación de los niños y no sabes como ha quedado!!! niquelada!!!
y si heredamos lo peor, yo lo veo en los enanos.
besos
como siempre genial!

Pili Pili dijo...

Sí yo ratifico que heredamos lo peor y en versión ampliada...

En casa también soy yo la del taladro y a mí también me gusta cambiar muebles de sitio. Lo bueno es que no tengo tiempo de ejecutarlo, ¡lo de tu madre era la caña no le daba tiempo ni a meditarlo!

Ely dijo...

Hablabas de tu madre? Creí que hablabas de ti misma!

Pilar dijo...

Me encanta esa imagen de mujer armada de Black and Decker, qué hay de aquello de en una casa hace falta un hombre, pensando en los apaños domésticos, intuyo que en vuestro caso las utilidades son otras.

Me encanta cambiar las cosas y como no me puedo permitir comprar de golpe, me dedico a cambiar los muebles de sitio, la decoración, las cortinas, las flores y persigo vajillas aunque normalmente me conformo con juegos de café o copas de vino.

Larisa dijo...

Me gusta cantar y bailar delante del espejo. Estoy aprendiendo a hacerlo incluso con tacones.
Y, si tuviera espacio, cambiaría los muebles de sitio.
Si tuviera muebles.
Bicos encontrados

Rubencito dijo...

Con esas palabras, ya no te invito a casa! Con lo soso y aburrido que soy yo en la decoracion, me revolucionarias el gallinero en un abrir y cerrar de ojos!
Te voy a mandar una foto al correo, que acabo de sacar de la decoracion de mi "cabecero". Te aviso antes, para que las carcajadas no lleguen a donde no deben, vete con mucha calma.

Esther dijo...

jajajajaa qué bueno!!

Mis padres no han sido tan febriles como los tuyos, y yo lo de manitas lo he heredado de mi padre..mi chico aunque apañao no llega a mi nivel.. ejjeje

Tengo unas ganas locas de decorar mi casa...me falta financiación pero bueno poco a poco

Anónimo dijo...

idem, idem, idem. Me regalaron una acuarela. La enmarqué... y la coloqué en el dormitorio de invitados. Lástima que, como no pegaba, "no tuve más remedio que cambiar el cabecero de la cama, la mesilla y el sinfonier" jijiji.
En la cocina, con los muebles requeteacoplados, apenas caben cambios... pero juego con la mesa y las sillas y un mes estan colocadas perpendicular -parriba, vamos- y al mes siguiente, atravesadas.
Es tontería, pero al entrar, me da la sensación de cocina nueva

Cruela DeVal dijo...

Me encantaría cambiar todos los días de color de pared, de muebles pero mi C es del tipo pa toa la vida en esas cosas y no me deja, aún así después de cambiarme de casa 5 veces entre los 18 y los 23 años aprendí a odiar las mudanzas y lo que conlleva reformar, redecorar... pero de vez en cuando hago un repaso y tiro cosas para poder comprar nuevas y todo me parece más bonito, es un poder renovador que casi te hace creer que tu vida está a punto de empezar de 0. Luego ves que el polvo se acumula igual en el chiffonier nuevo y empieza a pensar que la vida sigue igual....
Besos

maba dijo...

tu madre es genial.. a mí me falla la pereza (a ella no se la daba) pero esas ganas de que todo sea bonito, de rodearte de cosas que te satisfagan... todo eso es muy grande!! y no lo tiene mucha gente

besos

Naïf dijo...

Tía, lo nuestro es una conexión kármica acojonante...
Mi madre era igual, cada dos meses vuelta a todos los muebles, el salón se convertía en dormitorio y el dormitorio en despacho. Y si estábamos mal de pasta, daba igual, unas cortinas baratitas, o unos cojines nuevos... el caso era cambiar.
Yo ayer tuve un rapto zen y decidí tirar todo lo que no necesitara realmente. He bajado cuatro sacos de basura llenos de vajillas desparejadas y chorradas supérfluas, y me siento taaaan bien....

Yolanda dijo...

Da gusto leerte. esta misma tarde me voy a comprar una vajilla nueva.
Una duda: tu madre acumulaba las vajillas y cristalerias anteriores o las tiraba sin más?

María dijo...

Veo que no estoy sola!! jajaajaja

Os responderé con más tiempo, pero de momento, la consulta de Yolanda: Acumulaba, acumulaba!!! jajajaja... bueno, según tuviera el día. Si le gustaba la anterior, la guardaba "por si acaso", como el cambio fuese por estas cosas del "estoy hasta el moño de estos platos"... entonces no volvías a verlos en tu vida!! jajaja

MEL dijo...

María, lo tuyo es puro vicio, la cuestión es tener un aparato entre las manos...

Yo tengo que cambiar ahora de alfombras del pasillo y me da una perezaaaaa, me han dicho que ponga bolón, qué ostias, con ese nombre casi acuchillo el suelo...

Annie dijo...

Llevo meses, pero que muchos meses, queriendo hacer una limpieza en profundidad en casa y tirar todo lo que no uso, no me gusta,...pero es que aparte de tener poquísimo tiempo, soy vaguísima...y de verdad creo que me sentiría liberada.

Ojalá mi madre fuera de esas, pero es todo lo contrario. Por suerte o por desgracia, ese no es su peor defecto, así que yo no lo he heredado.

Naïf dijo...

¡Annie, tíralo todo, ya verás qué gustazo! So soy mega perezosa, es más, mi chico me llama Diógenes por mi tendencia a acumular mierdas variadas... Pero un par de veces al año me da el punto y me digo: "¡Pa´fuera telarañas!"

Rosa Iglesias dijo...

me encanta la fiebre del nido. Es más, no suelo colgar los cuadrso sino simplemente apoyarlos porque estoy continuamente cambiándolos. Y cuando inventaron el cuelgafácil... casi monto una fiesta!!!!!!

Anónimo dijo...

Eres muy buena, y me no me pierdo ninguno de tus post... si escribieses un libro estoy segura de que lo leería... Sólo una cosilla, enajenación, con j, no con g. Lo siento, es que si no lo digo reviento...

Unknown dijo...

Me encanta cambiar todo de sitio, el que se vuelve loco es mi marido. Principalmente, por que luego cambio la decoración y hago nuevos agujeros en las paredes,ejeje

Siempre que puedo cambo habitaciones, salón y demás. Me agobia ver todo igual durante mucho tiempo.

Besos

Anónimo dijo...

Estoy enganchada a tu blog. Ya se que es una cosa que te dirán a menudo, pero ¿a que nadie te lo ha dicho desde una playa de Cádiz? Pues tan agustito aquí con tus cosas.
Chara.

Unknown dijo...

Mi madre tiene ese síndrome, pero todo el año, ¡no para! A mi me da de cuando en cuando, pero el santo me frena, si por mi fuera, había cambiado la mayoría de los muebles de mi casa, especialmente el comedor, que me estorba hasta unos límites insospechados.