Las palabras… ah! Las palabras… qué invento tan maravilloso, ¿verdad?
Hablemos de las palabras, hablemos de hablar. Hagámoslas nuestras, retorzámoslas, juntémoslas, separémoslas irremisiblemente para luego dejar que se toquen de lejos. Juguemos con las palabras, que para eso las hemos inventado.
Para los que, de un modo u otro, nos dedicamos a la comunicación, las palabras son nuestra herramienta primordial de trabajo. Es verdad que hay muchas otras formas de transmitir mensajes –el tono de la voz, los gestos, hay incluso quien dice que el mismo pensamiento... – pero nadie ha encontrado todavía ninguna tan eficaz y práctica como el lenguaje.
Yo fui educada en un respeto casi reverencial a la lengua… o tal vez debería decir a las lenguas, porque pese a que en mi casa siempre hemos sido castellanohablantes, no es menos cierto que mi padre hablaba correctamente el gallego. De él precisamente he heredado esta querencia por las letras, por el negro sobre blanco.
Haber nacido y crecido rodeada de gente que amaba las palabras me dio la oportunidad de conocer muy de cerca las increíbles capacidades del lenguaje. Las palabras, sueltas, encadenadas, leídas o escuchadas, pueden provocar mil y una reacciones diferentes, y dominar ese entramado, controlar ese poder, me parecía una tarea titánica y al mismo tiempo sumamente interesante. Conocer el poder de las palabras era, en definitiva, conocer y dominar todos los poderes, y a mi el poder siempre me ha parecido de lo más atractivo.
Así que desde muy niña me afané en domar mi propio idioma. Me encantaba –me encanta- leer, y todavía más si cabe escuchar. Recuerdo con claridad los cuentos que mi padre nos contaba a mi hermana y a mi allá en los 80, historias increíbles sobre un “marcianito despistado” que aterrizaba en medio de un cruce semafórico y trataba de sonsacarle información sobre la Tierra a las luces intermitentes del semáforo, sin, evidentemente, ningún éxito. Con los años, aprendí dos cosas importantísimas de esa historia: la primera, que mi padre era un visionario (años después el gran Eduardo Mendoza, reciente Premio Planeta 2010, publicaba “Sin Noticias de Gurb”, y yo volvía a enamorarme de los extraterrestres despistados), y que las historias que el marcianito de mi padre protagonizaba no eran más que la demostración literaria de que, de nada sirve dominar el lenguaje, si no hablamos la misma lengua que nuestro interlocutor.
Sí, me encanta aprender palabras nuevas.
Sí, me gusta leer textos bien escritos.
Sí, soy la pesada de los tiempos verbales correctos, de los adjetivos adecuados…
Y sí, defenderé a capa y espada que los tacos son lenguaje correcto –en según qué momento-, que la lengua es de quien la habla y la vive, y que por muy correctos, cultos y elegantes que seamos hablando, o escribiendo, de nada nos servirá si no nos comprendemos.
Pero, entonces, ¿dónde está el límite? ¿Cuándo se deja de ser culto, correcto, elegante, para resultar pedante, manido y hortera? ¿Cuándo una expresión deja de ser popular para convertirse en vulgar? ¿Es “cocreta” una palabra? ¿Es “almóndiga” aceptable? Pues depende, creo yo… dependerá de quien o quienes se hagan dueños del idioma. Y yo, que presumo de entender las raíces latinas de casi todas nuestras palabras (no todas son latinas, y es curioso, y divertido, notar las diferencias) soy también una gran defensora de la sabiduría del Imperio Romano: In medium virtus est.
Del mismo modo que no me parece bien decir “Te voy decir una cosa” o “Yo opino de que deberíamos ir por otro camino”, tampoco creo que hablar como si Quevedo todavía se pasease entre nosotros sea una buena idea. Quizás, sólo quizás, lo elegante, lo correcto, lo verdaderamente eficaz, eficiente y efectivo esté en hablar con naturalidad, pero con corrección. En escribir respetando la gramática y la ortografía, pero sin frases subordinadas de tamaño superlativo que compliquen el párrafo. Ni comamos “cocretas” ni “almorcemos frugalmente”… seamos, digo yo, sencillamente operativos.
¿Seamos mediocres entonces?... pues tampoco es eso, creo yo. Porque una cosa es ser operativos, hablar y escribir de forma que nos entendamos todos, y otra muy diferente es dejarnos llevar por la desidia y olvidar que las lenguas son algo vivo, en constante movimiento y, en la mayoría de los casos, con un bagaje lo suficientemente interesante como para no emplear sólo un ínfimo porcentaje de su riquísimo léxico.
Porque, por el mismo motivo que defiendo la popularidad de las palabras, su pertenencia al pueblo, reconozco el poder que nosotros, como usuarios de esa lengua, tenemos para cambiarla, transformarla, convertirla en algo aún más hermoso y, a la vez, más útil. Así que sí, la lengua está viva, cambia, se mueve… pero no tiene por qué ser necesariamente a peor. Depende de nosotros. Es nuestra.
A esta extraña conclusión he llegado después de que el azar, el destino, la casualidad o los hados, qué se yo, me descubrieran a mi misma que, ni sé tanto como creía, ni tan poco como otros pretenden de lengua. Y todo gracias a los amigos –que es gracias a quienes pasa casi siempre casi todo-. Ellos fueron los que se encargaron de enseñarme nuevas palabras (Gracias A.; “desopilante” y “sicalíptico” han entrado a formar parte de mi particular diccionario… encontraré el momento para utilizarlas, seguro). Y también gracias a ellos comprendí que también yo puedo enseñar palabras nuevas (U., es siempre, siempre, un placer).
Así que desde aquí comienzo mi particular cruzada por la no vulgarización del lenguaje, y, al mismo tiempo, por su popularización absoluta. Que nadie nos arrebate lo que es nuestro… y que nosotros no emponzoñemos nuestra casa.
Cada palabra cuenta… las nuevas, las recién aprendidas, también.
SUENA EN MI I-POD: Pues como no podía ser de otro modo, el “Palabras más, palabras menos” de Los Rodríguez… porque, una palabra más, o una menos… no son lo mismo.
27 comentarios:
Toma ya!!!!
La Sacris
Sacris!!! Muchas gracias, muchas, muchas, muchas gracias!!!
SENCILLAMENTE GENIAL!!!, no tengo palabras y nunca mejor dicho, has expresado claramente lo que much@s pensamos. Enhorabuena y sobran o faltan palabras, un beso.
Me encanta leerte, siempre aprendo palabras nuevas. Una vez hicimos una comida familiar con suegros de mis hermanas y todo el mogollón, (somos muchos), y de verdad que nos moríamos de risa, desde... "uyyy, el niño haciendo voltejetas" hasta "nos fuimos de bortizo" y decirle bau-ti-zo (con toda la buena intención) y soltarte "bor-ti-zo" jajaaja nos moríamos.
Es gente encantadora, pero hablan fatal y no son tan mayores.
Besos.
Rose, gracias, muchas gracias. Yo creo que casi siempre faltan, que casi nunca sobran, y que a veces en silencio se dicen muchas cosas más de las que parece.
Amparo... "Bortizo"!!!!!!???? jajajajajajaja.
Yo tropiezo con esas palabras y me emociono, lo digo en serio. Pero en este caso, lo más importante, lo fundamental, es que os habeis entendido, así que al final, hablamos el mismo idioma!
:)
A mí me vas a hablar de corrección gramatical... Me gusta que me corrijan, aunque hay fallos que cometo constantemente, y me gusta corregir si veo que la persona puede quedar mal en algún contexto, pero coincido en que el término medio es el mejor.
Y recomiendo la lectura de alguno de los libros sobre lengua de Pancracio Celdrán... Poco bien me lo paso con él =D
Alucinada me he quedado leyéndote, y me he puesto verde de envidia, que bien escribes.
Estoy totalmente de acuerdo.
Siempre tengo a mano un diccionario de sinónimos y antónimos por aquello de "no emplear sólo un ínfimo porcentaje de su riquísimo léxico" (gran frase, por cierto).
Musus
En un momento como el actual, donde te miran raro si escribes las palabras completas en un SMS, (ni te digo si además las acentúas), defender la lengua, su integridad, su belleza y diversidad, es algo más que un soplo de aire fresco, es casi un manifiesto.
Me apunto!!!
Qué te voy a decir yo
me encanta la lengua, las metáforas, las raíces de las palabras... y los idiomas
yo procuro hacerlo lo mejor posible pero sé que a veces meto la pata por eso de que escribo en un idioma extranjero....
y tienes toda la razón hay que preservar el lenguaje, enriquecerlo, cuidarlo, renovarlo,
a mi me encanta la palabra inepto... es tan sencillamente dañina e horipilante porque se dice mucho en francés
besos
Ely... ;P
Quite, me anoto al maestro, que no lo conozco!!!
A mi no me molesta que se me corrija (bien, quiero decir, como cuando algún comentarista te dice "oye, que has puesto hidiota con H!!!.... o cosas así), pero no soporto a los entendidillos.... lo sé, soy pura contradicción!
Olly, lo primero, muchas muchas gracias.
Lo segundo... qué gran costumbre esa tuya!!! A mi me encantaría conocer una palabra nueva cada día... me lo voy a proponer, mira
Pilar, los jóvenes -jesús, parezco una anciana decrépita- han creado su propio lenguaje, y eso no es necesariamente malo, siempre que no olviden el contexto en que lo emplean... pero muchos escriben en sus examen de literatura española con el mismo lenguaje informal, abreviado y sin corrección que en los sms, y cada cosa tiene su momento y su lugar!
Cruela, si yo escribiese en inglés (en francés seria imposible porque no conozco ni media) la mitad, sólo la mitad de bien que tú en español, me presentaba al Pulitzer, tía!!
A mi me encanta como escribes, y me fascina cómo has hecho tuya del todo una lengua que no lo era... en pasado, porque es evidente que ahora lo es!
Espléndido artículo. Gracias.
Char.
Anda que no hemos tenido mi hermana y yo broncas con J. por usar tiempos compuestos... Como el traduce del gallego, le suenan mal, pero yo hablo en castellano, y procuro hablarlo bien. Y no es lo mismo "hemos tenido" que "tuvimos", coño ya.
(Soy Pink, no sé que hice al entrar en blogger que cambié el perfil.)
Char, muchas gracias
Pink, es que ya eres NAIF!!!! Ole y ole!!!
Yo la tengo mucho con algunos amigos por lo mismo, en gallego no hay tiempos compuestos, pero en castellano sí, y si los hay será por algo, digo yo... habrá que usarlos
Mucha razón tienes. Una de las cosas que más valoro en los blogs es que estén bien escritos, que parece una tontería, pero hay por la blogosfera una cantidad de faltas de ortografía, errores gramaticales, frases a medias... Por eso me gusta tu blog, entre otras cosas, porque cuidas el lenguaje.
Ella, lo de los errores de ortografía le echo la culpa al sistema educativo actual. No se puede corregir a los niños, porque les puede causar un trauma.
Aunque lo del verbo fácil que tiene María es una bendición (según el caso)
Saludos.
Ella, muchas gracias. Procuro cuidarlo, y me gusta que te guste!
Rubencito, bendición no sé si es, pero de momento no me ha dado problemas, jajajajaja.
Lo del sistema educativo... es lamentable. No se puede suspender, que se frustra, no se puede corregir, que se agobia... coño, pues pasemos de mandarle al colegio y que vaya a la ludoteca, que sale más barato y entretiene más!
Me ha gustado mucho esta entrada. Tienes mucha razón. A mí también me encanta leer y escribir, e intento hacerlo lo mejor posible. Me gustaría que mis hijos hablaran, leyeran y escribieran correctamente. La mayor tiene 4 años y tanto su padre como yo la corregimos cuando dice mal los tiempos verbales, por ejemplo. De momento, le encantan los cuentos y tiene muchas ganas de aprender a leer y a escribir.
Me ha encantado lo que dices... y cómo.
Ana.
Maria, acab de descubrir tu blog, y encima de darme cuenta que eres paisaniña de Coruña, asi que no podia ser mejor. Me encanta como escribes, asi que me acabo de hacer seguidora para leerte siempre...
Un saludito guapa, y si quieres pasate por el mio, que aunque es más humilde trat de mejorarlo dia a dia!!! muaccckkk
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