¿Qué eres maestra? Pues una maestra profesional.
¿Qué eres asistenta de hogar? Pues una asistenta de hogar profesional.
¿Qué eres contorsionista? Pues contorsionista profesional.
Ser profesional significa, principalmente, hacer las cosas con conocimiento. Vamos, que pueden salirte mal igual, que al fin y al cabo eres un ser humano, pero no puede ser porque lo hayas hecho con desidia, o sin valorar los pros y contras de actuar de uno u otro modo.
Esto lo digo porque el jueves pasado me di cuenta de que si te dedicas a algo, lo que sea, debes profesionalizarte como Dior manda, o corres el riesgo de convertirte en el hazmerreír del barrio… aunque lo que seas es ladrón de guante blanco.
Veréis, el pasado jueves los fotoperiodistas coruñeses inauguraron su ya tradicional exposición de final de año, la de Fotoxornalismo Coruñés, en el Casino de los Jardines de Méndez Núñez. Como muchos son amigos, todos compañeros, y como encima es una de esas citas a las que no falto jamás, allí nos fuimos P. Y yo, a esos de las nueves de la noche, a disfrutar de las instantáneas más divertidas y curiosas del año.
Nos reímos, vimos y saludamos a amigos y conocidos, nos tomamos un par de cañas y como al salir ya era un poco tarde –algo más de las 11 de la noche- decidimos que lo de hacer algo de cenar en casa no era demasiado tentador, así que paramos en la Ronería Rústico, un local en la calle Voluntariado, entre la Plaza de Galera y Torreiro, en pleno centro coruñés, a tomar una caña y una foundie de chicharrones y bechamel (muy pero que muy recomendable, por cierto).
Nos tomamos la caña, comentamos la exposición, lo bien que habíamos visto a fulano y a mengana, y a zutano, que si no es en estos actos no le veo en todo el año, etc, etc… y a eso de las doce menos cuarto salimos por la puerta del Rústico destino nuestro hogar, dulce hogar.
Pero hete aquí que en medio de la calle Voluntariado, cuando aún la medianoche no había llegado a un jueves coruñés atestado de jóvenes, nos tropezamos con un hombre de unos 30 años, con toda la pita de ir más beodo que Baco, caminando haciendo eses en dirección Torreiro, con una caja registradora en las manos.
Que sí, que sí, que lo habéis leído bien: el fulano llevaba una caja registradora en las manos. El rollo de papel de los tickets arrastraba desde metros atrás, desde la esquina de la Plaza Galera, aproximadamente, y se le enredaba en los pies, por lo que el sujeto le daba periódicamente pataditas laterales para evitar caerse al suelo, una hazaña harto imposible, si tenemos en cuenta que también arrastraba el cable, que paseaba a su lado como un pequeño perrillo desvalido de plástico y metal.
Viendo la escena, teniendo en cuenta que el personaje en cuestión iba más pedo que Alfredo y que eran las 12 de la noche del jueves, con lo que la calle Voluntariado, la próxima Galera –zona de cañas y tapas, sobre todo los jueves noche- y la colindante Torreiro, feudo de jóvenes y no tan jóvenes noctámbulos, estaban a rebosar cual metro madrileño en hora punta, P. Y yo dimos por hecho que nuestro nuevo amigo había encontrado la maltrecha caja registradora en algún contenedor próximo y que, preso de un ataque de avaricio hurraquil, se había lanzado sobre ella creyendo, en su borrachera infinita, que la caja sería un tesoro digno de llevar a casa.
Íbamos descojonándonos de la risa con la batallita camino de casa, cuando de repente un sonidito un tanto desagradable nos hizo detenernos… ¿eso es una alarma? Miramos a la derecha, miramos a la siquiera… y allí, en medio de una calle que los jueves es un hervidero de universitarios, había un escaparate con un boquete del tamaño de una persona pequeñita, rodeado de cristales, y con la tapa de la registradora, la que cubre el rollo de papel, en el suelo…
¡¡¡Manda cojones, que el fulano ha robado la registradora!!! Eso fue lo que dijimos. No nos lo podíamos creer. Aquello tío había tenido los bemoles de romper un escaparate, entrar en una tienda, y llevarse la registradora a las once y media de la noche de un jueves en medio de la calle más llena de gente de la ciudad. Con un par, sí señor.
Estaba yo contándole a un policía muy amable, por teléfono, el extraño caso del ladrón osado, cuando de repente vemos pasar el susodicho, esta vez ya un poco menos pachorro, y sin registradora en las manos, camino de la Calle Real. Sí señor, el lugar ideal para escapar, una calle peatonal paseada por policía día y noche.
A nuestro alrededor se acumulaban los curiosos. Gente que se descojonaba comentando que habían visto pasar a nuestro particular Lupen con la registradora, pero que no podían creer que se tratase de un robo “coño, un jueves a estas horas, como para que no te vea nadie”… si es que ya no hay profesionales, joder.
Total, P. Y yo volvimos a casa, convencidos de que la policía cogería al malo… (¿o debería decir al tonto?), y cuando ya me estaba bajando de mi tacones de Firrs&Company, suena mi móvil.
Al descolgar, un amable policía me comunica que, si no es mucha molestia y no estoy muy lejos, debería acercarme al lugar de la denuncia para reconocer el detenido.
¡¡Imaginaos!!! ¡¡Yo, en una rueda de reconocimiento!!! ¿Y qué se pone una para estas cosas? Como ya estaba medio desnuda, y no era plan de ponerme a planchar la gabardina, que era lo que el cuerpo me pedía, pues me planté de nuevo los vaqueros, una camiseta y una bailarinas (sí, fui de plano… no me dio tiempo a pensar más, no me lo tengáis en cuenta, por favor) y allí me planté con P. En el suelo, nuestro amigo de la registradora se hallaba esposado y sangrando por una pequeña brecha en la cabeza, fruto, al parecer, de una tremenda leche beoda contra el asfalto. Junto a él, pero de pie, había otro detenido al que no habíamos visto en la vida. Repetimos al policía que nos atendió la secuencia de los hechos y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, mientras mi jefa y yo estábamos en la redacción de un conocido medio de comunicación haciendo una entrevista (ella, no yo, claro), cuando la policía vuelve a llamar a mi móvil. Tenía la esperanza de que se tratase del agente de anoche –guapo, muuuuy guapo-, que, presa de un ataque de lujuria, no había podido resistirse y había robado mi teléfono del expediente del caso para invitarme a una noche de desenfreno, que yo, evidentemente, pensaba rechazar con la mejor de mis sonrisas (o no, ya veremos…) Pero no. Era otro compañero, que me pedía que pasase por comisaría a prestar declaración (otra vez) y a reconocer al sospechoso (otra vez) de cara al juicio (un momento, ¿qué juicio? Aquí nadie ha hablado de ir a juicio, eh)
Nos personamos P. Y yo en la comisaría de nuevo, y esta vez nos hicieron declarar por separado, y reconocer a nuestro amigo de la registradora entre unos cuantos clones similares. Al terminar, el chico que nos tomaba declaración conversaba con nosotros y comentó “es que… ¿a quién se le ocurre robar en una tienda en esa calle a esas horas?… un jueves!!! Con todo lleno!!!”
Y tenía razón.
A mi toda esta experiencia me ha enseñado dos cosas fundamentales: que llamar a la policía cuando vez un robo acaba obligándote a pasear por comisaría día sí día no, y que ya no quedan profesionales… porque a ver, ¿no hubiera sido mejor esperar a las 3 de la mañana, cuando en esa calle ya no quedan ni los gatos? ¿o robar la registradora de los cojones un martes?... si es que… para todo hay que valer.
P.D. Sigo sin saber nada del apuesto policía que nos tomó declaración la primera noche. Si es que ya ni para coquetear hay profesionales, coño.
SUENA EN MI I-POD: Un tema del primer album de Avril Lavigne, “Things I´ll never say”, contenido en el Lp “Let Go”. Ese disco, del año 2002, marcó mucho un invierno de mi vida donde cambiaron muchas cosas. Casi podría decirse que me convertí en una profesional de los cambios, jajajajaja. Y sí, hubo muchas cosas que no dije ese invierno. Y seguiré sin decirlas, creo.
13 comentarios:
Si es que así no se puede! María, me encantaría ser un poquito más aguda, pero ando todavía contando mississipis... (suspiro)
Ay, Lady, es que contar Missisipis agota!!! Yo te digo que eso era lo que era, y tú y yo lo sabemos.
Tú, yo y las mariposas de mi estómago... Todas lo sabemos! Os iré contando todo los avances de la operación: "Ligarse al profe de cocina"
jajaja, buenisimo!!!! yo viviendo donde vivo he aprendido que llamar a la poli para decir algo, lo que sea implica taaaaanto rollo que cuando me llaman digo que no pienso declarar ná! que ya tuve que cerrar dos veces para ir al juzgado por ver lo que no tenía que ver...!
y por cierto vaya huevos los del resto de la gente, no?
Un biquiño!
Uy, qué operación más entretenida.. abre un blog!!! jajajaja
Lucía, yo es que pienso que me llevan al juzgado a ocntar que vi a un borracho arrastrando el papel de ticket de una registradora a las doce de la noche de un jueves por la barrera... y llamo a los de El Jueves para que haga un especial "Tontos y ladrones".
Ay dios... yo se de un chori que se quedó enrredado en la reja y la policia lo encontró cual cristo. Y donde fue?
Que bueno!!! y que coñazo Mary...ya no quedan profesionales tienes razón!!!
Por cierto te he regalado un décimo pero me da que no llegamos a tiempo.
Besos
y seguro que no había cámara oculta? mira que el lunes que viene es 28 y a lo mejor...
Ay, tía, es que la gente es gilipollas... El que dice Ely fue uno que quedó con el culo al aire, atascado en el ventanuco por el que intentaba entrar... ¡Ja,ja,ja!
Uy, ese debe ser colega mio, no porque sea ladron sino a mi me hubiera gustado ser ingeniero,y en vez de eso soy gafe profesional
Mujer, si vas a ser una chivatilla, también tienes que ser una profesional, y pasar a comisaría cuantas veces sea menester, sin desidia...
Feliz navidad !
Como me he reido con tu post, que pena de profesional,jajajja ...
Un beso !
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