VUELVA USTED MAÑANA -O por qué la gente odia la Administración Pública-

Aviso a navegantes: esta historia puede causar desequilibrios, tics nerviosos, insomnio, pensadillas y episodios violentos de esquizofrenia paranoide.

El que avisa no es traidor.

Comenzamos:

El día 2 de enero, y después de comprobar que no era un sueño, servidora y su pareja, que comparten piso desde hace tres años y que son mileuristas –en el mejor de los casos- y jóvenes, tomaron una decisión: Ya que el presidente del gobierno se ofrecía amablemente a pagarnos 210€ del alquiler mensual, nos pareció una auténtica descortesía rechazar su oferta.

El mismo día 2, al llegar a la oficina (07:30 horas), me conecto a la red buscando la página de información (http://www.alquilerjoven.es/) para averiguar qué papeles, documentos y certificados debo presentar. Aparece un número de contacto, y decido llamar. Sorprendentemente, no tardé más de 15 minutos en conseguir línea (la gente dice que comunicaba constantemente, a lo mejor es que llamé extremadamente temprano).




En ese número me informan de que en Coruña debo presentar los papeles en el edificio de Nuevos Ministerios, pero que como la legislación es diferente según comunidades autónomas, que los mejor es que les llame.

Con el número que me han proporcionado en la mano, marco los dígitos uno a uno. Me contesta una voz adormilada que me asegura que eso “no lo llevan ellos", y que debo llamar a otro número.

Tercer intento: marco, espero tono, suena el tono, y otro tono, y otro tono… y al tono mil novecientos, más o menos, me coge una chica que me confirma que sí, que “lo llevan ellos”, y que además de todos los documentos que ya me imaginaba (contrato de alquiler, dni, número de cuenta…) debo llevar también “una declaración de haberes del año en curso”.

…¿Y qué coño es una “declaración de haberes del año en curso”?, os preguntareis vosotros. Digo yo que os lo preguntareis porque eso fue exactamente lo que me pregunté yo.




Me puse a investigar y descubrí que la famosa “declaración de haberes del año en curso” no es otra cosa que un papelito que tu empresa te entrega en la que da fe de lo que, si no hay contratiempos, cobrarás ese año.

Como servidora trabaja para la administración, este tipo de papeleos requieren el previo pago de una tasa. Así que bajé a tesorería y les expliqué lo que necesitaba. A cambio mis compis me explicaron que no tenían ni puñetera idea de lo que era eso, y que, si no tenía inconveniente, lo iban a investigar.

Dos días después me llamaron al despacho, para comunicarme que ya tenían preparado el pago de mi “declaración de haberes del año en curso”, y que podía bajar a recogerlo cuando quisiese. Al llegar me llevé una desagradable sorpresa, al comprobar que el famoso papelote no era más que una pegatina que me proporcionaba el pasaporte para la verdadera “declaración de haberes del año en curso”… mi gozo en un pozo. En fin.




Con la pegatina en la mano subo al departamento de personal. Después de más de 15 minutos esperando a que alguien levantase la cabeza del ordenador (es que el departamente de personal de mi oficina es... cómo decirlo... algo... autista, digamos), conseguí que la jefa de negociado atendiese mi petición. Rellené el formulario, pegué la famosa pegatina, y bajé a mi despacho a esperar pacientemente.

Y esperé un día… y una semana… y otra… y a la tercera semana, me personé en personal (valga la redundancia), pensando que algo tenía que haber pasado con mi “declaración de haberes del año en curso”.

Y lo que había pasado es que llevaba lista más de una semana pero “se les había pasado avisarme”. Eso sí, cuando la recogí comprobé que la fecha de emisión correspondía al día 12… de octubre!!!! Que alguien me explique cómo demonios se puede emitir un papel siete meses antes de que exista!!!!

Total, que tuve que pedir una corrección… eso sí, esta sólo tardó dos días.

El pasado viernes, con todos mis papeles en regla y estrenando mi nueva gabardina en red intenso, me planto en la puerta de los Nuevos Ministerios diez minutos antes de que comience la atención al público. Aún así, ya hay como una docena de personas delante de mí en la cola.




Con menos de cinco minutos de retraso –oh, my god, puntales!!!- los funcionarios comienzan a hacer circular a los pobres borreguitos que allí estamos –casi todos menores de 30 en busca de la ayuda estatal-. Aproximadamente veinte minutos después llega mi turno.




Sonriente –la experiencia me ha enseñado que si sonríes y te muestras amable, sueles crear empatía en el otro lado- y pisando alegremente con mis taconazos negros me siento ante la funcionaria de turno y comienzo a sacar, uno a uno y estupendamente emparejados, los originales y las fotocopias de los documentos requeridos, para que compulse las entregas.




Y aquí comienza la locura.

De repente la buena mujer me suelta que la estoy liando, porque le estoy dando los documentos en un orden que no es el que acostumbra, y que, además, mi copia del dni no vale.




Asombrada, pregunto qué le pasa a la fotocopia de mi dni… pero si hasta salgo bien en la foto!!! Y la buena señora me contesta que “es demasiado oscura”.





Miro y remiro la fotocopia y yo no encuentro otra oscuridad que la de su jersey en color “marrón-tierra-sucia”… pero bueno… en vista de que hay una fotocopiadora a su lado, digo:

“No pasa nada” - mientras esgrimo el orginal – “saque una copia nueva si lo prefiere”.

En ese momento ella me mira con cara de haber visto a E.T. bailando una sardana y asegura que “eso es imposible”.

“Pero si tiene una fotocopiadora a menos de 15 centímetros” digo sorprendida.

“Ya, pero la fotocopia la tienes que traer tú”.





En fin… salgo del edificio buscando una reprografía –hay una muy, pero que muy cerca… ¿se llevarán comisión?, me pregunto en un ataque de mosqueo-, saco una nueva fotocopia y vuelvo a entrar en el edificio, volviendo a desatar las alarmas del detector con la hebilla de my new trench, para volver a guardar pacientemente la cola…

…hasta que llega de nuevo mi turno.

Entrego la nueva fotocopia, esta vez haciendo un enorme esfuerzo por no resultar mega borde, y sigo desgranando los papeles uno a uno… hasta que llega el nuevo escollo: mi nombramiento como asesora (el equivalente de un contrato de trabajo en la empresa privada) no le gusta. Según ella no es “un original”.

Tardé más de media hora en convencerla de que, a efectos legales, una fotocopia legalmente compulsada es un original, algo que no deja de ser curioso teniendo en cuenta que eso era precisamente a lo que se dedicaba la mujer en cuestión Al final sólo lo logré a medias: se quedó con mi nombramiento en lugar de con la fotocopia, pero al menos no tuve que salir de nuevo.

En el taxi de vuelta al gabinete, después de semejante periplo, elaboré la siguiente lista:

Hoy he pasado por el trago de escuchar a una funcionaria con cara de asco:

1.- Que no le gustaba mi fotocopia del DNI
2.- Que no le gustaba mi fotocopia de la Tarjeta de la Seguridad Social
3.- Que no me complusaba mi nombramiento, porque eso no se hacía (sé que si se hace porque para eso yo también curro en la administración).

Después de discutir con ella más o menos 15 minutos, he tenido que

1.- Salir de allí y buscar una reprografía, porque “la señora cara perro” no me hacía las nuevas fotocopias allí “porque no se puede”
2.- Volver a fotocopiar la mitad de los documentos
3.- Volver a hacer la cola
4.- Entregarle todo –otra vez- y dejarle el original de mi nombramiento, porque no me lo compulsaba y punto (ea).

Y con todo esto he conseguido:

1.- Coger un mosqueo interesante
2.- Pagar 5 euros de taxi, amén de las nuevas fotocopias
3.- Llegar una hora tarde al trabajo a pesar de haber cogido el taxi para volver.

Y ASÍ ES COMO, QUERIDOS BLOGGERS, HE CONSEGUIDO ENTENDER POR QUÉ LA MAYORÍA DE LOS MORTALES ABORRECEN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.